En este título el autor magallánico vuelve a prestar atención a rituales y a gestos atávicos que subsisten más allá de la racionalidad, a la vez que desmienten supersticiones y desmontan tradiciones. Esta preocupación ya la habíamos visto en su novela «Yo mi hermano», una historia donde los discursos normativos entran en caos. El volumen se lanza el próximo miércoles 26 de septiembre en la Librería del GAM, en Santiago.
Por Nicolás Poblete Pardo
Publicado el 7.9.2018
«Bucear en su alma”, el primer cuento del volumen del mismo nombre (Simplemente editores, 2018) comienza con una pregunta sobre el origen y coincide con una voz narrativa que admite su ignorancia, como si este origen fuera una posibilidad de comenzar a aprender. Este relato nos ofrece la figura de un niño con síndrome de Down, en un contexto acuático, y es el agua como elemento vital, el que nos conduce en la narración con esta característica fluidez que es flujo tanto en su posibilidad de relato como de aprendizaje vital.
Mihovilovich vuelve a prestar atención a rituales y a gestos atávicos que subsisten más allá de la racionalidad, a la vez que desmienten supersticiones y desmontan tradiciones, como vemos en el relato “El juez y el loco”, donde leemos: “El supuesto juez se persigna, aunque ya no cree en el Dios oficial y todavía ignora cuál es el alternativo”. Esta preocupación ya la habíamos visto en su novela Yo mi hermano, una historia donde los discursos normativos entran en caos. En esa novela de suplantaciones y de una feroz pugna por la identidad perdida y deseada, Mihovilovich rompe la expectativa de linealidad y convencionalidad al estructurar dos (supuestas) voces, intercalando narraciones entre paréntesis, donde se revela al hermano mayor criticado, un escritor misántropo y en proceso de fragmentación. Como en Yo mi hermano, que destaca por su ambiente claustrofóbico, acá también vemos este encierro voluntario en las relaciones con los otros, en las relaciones de pareja; su valor como apoyo y su potencial como contenedor de toxicidad. También accedemos a la representación de un contraste que nos revela la “realidad” retratada en diarios capitalinos y sus revistas dominicales y el acontecer en pueblos de provincia, apaleados por el clima y el olvido.
Otros conflictos sociales que se cursan en este volumen se relacionan con, por ejemplo, el abuso en colegios por parte de curas, la marginalidad de sujetos expoliados social e históricamente, como en esa voz de “Bajo el puente” que profesa: “… unos pocos metros a mi derecha, desemboca en la imagen derretida de un reloj gigantesco cuyas manecillas dan la impresión de girar en sentido inverso. Ninguna parece servirme”. Acá vemos a un sobreviviente que resiste, aunque el tiempo sea una inversión. De este modo, los relatos de Bucear literalmente nos sumergen en el líquido donde flotan cuerpos frágiles, en procesos de metamorfosis y flujo (como en “Ser de sangre fría”) que nos hacen pensar en nuestros ancestros reptiles que aún se manifiestan en nuestros cuerpos: “… paulatinamente asumí que mi condición humana no era tal… mimetizarme con víboras fue un paso difícil…”. Como destaca Cristian Montes, en estos cuentos “resuena siempre una inquietud metafísica, una búsqueda espiritual, un deseo de otredad y un imperativo ético que otorga a su literatura un sello inconfundible”.
Los microcuentos (“Mediagua”, “Provocación”, “Calvicie”, “Autopsia”) descubren un interés por la periferia, la cual se refleja en espacios de una marginalidad tanto física como psíquica. Pero también hay espacio para emociones como la ternura (“No creo que los peces duerman”) y la admiración literaria (“Perorata sobre Sancho Panza y don Quijote”—cuento que nos muestra las posibilidades pedagógicas en torno al clásico libro fundacional; “In extremis”, que hace guiños a Cortázar y a Kafka). Es precisamente esta noción de tradición literaria y oral la que destaca en estos relatos, como ocurre en “Concierto”, una suerte de oda a tiempos pasados, a partir de la voz del cantautor Eduardo Gatti.
El último cuento, “Función de teatro” nos lleva a la realidad chilena del historial telúrico. Ahí se habla de este terremoto y sus repercusiones a nivel social, donde la empresa consiste en la renovación más expedita posible: “… discurrir con dos o tres ingenieros la manera menos costosa de reconstruir el edificio gubernativo completamente destruido”. Es un final relativamente amargo, si consideramos el último párrafo, que reconoce decisiones equivocadas: “Claro que ya es demasiado tarde. Y el que ahora todos desciendan del escenario rodeándome con muecas provocativas y torvas miradas asesinas es otra de esas consecuencias naturales que suelen causar las decisiones equivocadas”.
Nicolás Poblete Pardo es escritor, periodista y PhD en literatura hispanoamericana por la Washington University in St. Louis, Estados Unidos. En la actualidad ejerce como profesor titular de la Universidad Chileno-Británica de Cultura, y su última novela publicada es Concepciones (Editorial Furtiva, Santiago, 2017).
Crédito de la imagen destacada: Simplemente Editores, Santiago, Chile.