Canis lupus fidelis: Comentario a la película «Isla de perros», de Wes Anderson

El presente es un largometraje construido con stop motion, lo que la sitúa en la segunda de esta clase, de su director si consideramos «Fantastic Mr Fox» (2009), la cual también tiene a los animales como protagonistas, pero dentro del contexto de la fábula actualizada. Además, es una cinta que por su trama nos permite asociarla con  «Chienne d historie de Serge Avedkian» o «The plague of dogs» de Martin Rosen, las que igualmente son animadas, pero detrás de sus colores hay tonos grises bastante potentes para quien lee entre líneas.

Por Jorge Cocio Sepúlveda

Publicado el 30.6.2018

Si nos preguntáremos qué es un ladrido probablemente muchos responderían que es un una forma de comunicarse, pero quizás podría ser otra cosa. Algo que nunca imaginamos como un lenguaje secreto que espera nunca ser revelado o una manera de mostrarnos que son parte de otro mundo; otra dimensión a la nos distanciamos sólo por ser humanos. Sea como fuese me parece interesante imaginar más opciones. Tanto por ocio como por la necesidad de conectar esta idea con la última película de Wes Anderson: Isla de perros (Isle of dogs, 2018).

Wes Anderson es un director con una filmografía no tan extensa, pero muy interesante al presentar historias que se abren como un abanico con primicias que van desde el sueño de ser asaltante, la amistad en la niñez, la disfuncionalidad familiar, la fama y el legado, la relación de hermanos, seguir nuestro instinto natural, la vuelta a la naturaleza o el valor de la historia.

Isla de perros es un largometraje construido con stop motion, lo que la sitúa en la segunda de esta clase, de su director si consideramos Fantastic Mr Fox (2009), que también tiene a los animales como protagonistas, pero dentro del contexto de la fábula actualizada. Además, es una cinta que por su trama nos permite asociarla con  Chienne d historie, de Serge Avedkian o The plague of dogs, de Martin Rosen las que igualmente son animadas, pero detrás de sus colores hay tonos grises bastante potentes para quien lee entre líneas.

A través de miradas expresivas, pocos diálogos, el uso del idioma original y planos contemplativos de un paisaje japonés donde pasado-presente-futuro convergen entre sí se desarrolla la historia de una búsqueda de un niño por su perro que le llevará a adentrarse en el viaje acompañado de otros canes tan distintos como complejos.

Así entre perros versus gatos, niños versus adultos, verdades versus mentiras; aire versus tierra aparecen los opuestos que se conectan en esta cinta con sus colores y la elección de personajes que van cuestionando su naturaleza, fidelidad, soledad, o libertad. Porque, ¿qué es lo que hay detrás de un mordisco que los humanos no captan? ¿Es mejor tener un dueño o ser un callejero? ¿Cómo es posible que el mundo pueda construirse sobre el olor y no la vista? ¿No será que nuestra percepción de todo es más pequeña de la que creemos? ¿Si tuviéramos cola sería más fácil comprendernos entre nosotros? Grandes y extrañas interrogantes.

De esta manera Isla de perros se convierte en un viaje audiovisual que puede permanecer por años como el amor hacia una mascota, pero también como una sátira social o una manifestación de la naturaleza sobre la “civilización” o como un haiku capaz de cambiar todo el universo hacia una tonalidad pastel, surrealismo y miradas al horizonte.

 

 

 

 

 

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