Icono del sitio Cine y Literatura

«Carácter», de Ferdinand Bordewijk: La frialdad de los sentimientos

El autor de esta novela fue enmarcada dentro del nuevo «objetivismo» europeo durante la primera parte del siglo XX, es decir, su forma de escritura se reproduce en la elaboración de perfiles psicológicos que están atravesados por figuras objetivas y asépticas, dejando las emociones de lado para centrarse en una neutralidad total: su trama inspiró el famoso largometraje homónimo de 1997, a cargo del realizador holandés Mike van Diem.

Por Joaquín Escobar

Publicado el 31.5.2019

En Chile se lee poca literatura holandesa. Aunque cuando decimos poca estamos siendo generosos, más bien, no se lee nada de la literatura de aquel país. Los círculos literarios locales siempre deambulan entre los mismos autores de los mismos sellos editoriales, siendo reacios a una inclusión que pueda desestabilizar un canon que de por sí tiene un fin político.

La editorial Jus desembarcó hace poco tiempo en Chile, y es un deber de nosotros como lectores (y del campo cultural en su conjunto) ponerle atención. En su catálogo hay autores necesarios y fundamentales, obras bastas que debemos sumar de manera urgente a nuestras bibliotecas. 

Ferdinand Bordewijk (1884-1966) es uno de los escritores más importantes de Holanda. Su brillante novela, Carácter (1938), fue enmarcada dentro del nuevo objetivismo, es decir, su forma de escritura se reproduce en la elaboración de perfiles psicológicos que estén atravesados por figuras objetivas y asépticas, dejando las emociones de lado para centrarse en una neutralidad total. 

En Carácter hay pocos datos históricos, por lo mismo, es bastante complejo situar el texto con propiedad en un determinado espacio de tiempo. Todo supone que estamos en la primera mitad del siglo XX, las relaciones económicas y de poder así lo indicarían, sin embargo, no tener certezas en torno a la temporalidad nos permite trasladar los problemas de los personajes a un contexto indeterminado que podría ser hoy, ayer o mañana. Las angustias y las crisis del ser humano como algo transversal a un lugar fijado entre ciertos períodos. 

Arend Barend Dreverhaven es un agente judicial monstruoso que encara todas sus relaciones sociales con la actitud del tirano. Dentro de sus múltiples abusos, Joba, una de sus sirvientas, queda embarazada. Rechazando dinero y promesas de matrimonio, decide huir, escapar de ese universo de barro y maldad para tener a su hijo en otro lugar.

La segunda parte del relato se centra en Katadreuffe, el hijo ya crecido de Joba. Alejado de su madre, y trabajando en un despacho de abogados, su vida se transforma en un (no) lugar capitaneado por los errores. Un par de veces coincide con su padre en su lugar de trabajo, lo que podría ser un punto de arranque se termina transformando en una relación marcada por la frialdad y los intereses creados. 

Cada personaje es un concepto vivo que representa el poder y la imposibilidad dentro de las sociedades modernas. Cuando creemos que todo se sostiene en meras anécdotas alejadas de todo, estamos viendo una arquitectura social que se reproduce de formas bestiales dañando todo lo que intenta crecer a su alrededor. 

Si en las primeras páginas el protagonismo lo tiene Joba, su fuerza de voluntad y su ascetismo vital, poco a poco la novela se centra en el personaje del hijo, y en las decisiones que va tomando para lograr una autonomía que le lleve a separarse de su madre, con la que mantiene una distante relación. Gracias a su empeño y su capacidad de sacrificio, Katadreuffe comienza a trabajar en un despacho de abogados que se convierte en el centro de su vida y de sus escasas relaciones personales y sociales. En el despacho, coincide en alguna ocasión con su padre, aunque los contactos son limitados e interesados y demuestran la independencia de Katadreuffe y el espíritu déspota de Dreverhaven.

Bordewijk realiza un distanciado y neutro retrato de los tres personajes en liza, padre, madre e hijo, en los que refleja los principales rasgos de sus caracteres. La madre es autosuficiente al máximo, y su único objetivo en la vida es que su hijo despegue en la vida de manera autónoma, sin tener que recurrir a ella ni contar con su ayuda; el hijo muestra un orgulloso espíritu de superación, que le lleva a sacrificar su tiempo y su ocio para volcarse en los estudios y en su trabajo en el despacho.

Y el padre, un personaje repulsivo en el que el autor vuelca quizás demasiados rasgos negativos que alimentan la imagen tópica de los agentes judiciales, una persona desalmada, “el azote de todo deudor que cayera en sus manos”, que vive únicamente para el dinero, su gran obsesión.

Sin embargo, llama la atención que los tres protagonistas apenas tengan sentimientos humanos y emotivos y encarnan personalidades duras, hieráticas, en las que lo marcadamente racional domina sus actuaciones. El estilo del autor está en consonancia con este trabajo literario: frío, imparcial, distante, marmóreo y tremendamente eficaz. 

 

Joaquín Escobar (1986) es escritor, sociólogo y magíster en literatura latinoamericana. Reseñista del diario La Estrella de Valparaíso y de diversos medios digitales, es también autor del libro de cuentos Se vende humo (Narrativa Punto Aparte, 2017).

Asimismo es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

«Carácter», de Ferdinand Bordewijk (Jus, Libreros y Editores, México, 2017)

 

 

Joaquín Escobar Cataldo

 

 

Imagen destacada: El escritor holandés Ferdinand Johan Wilhelm Christiaan Karel Emil Bordewijk [1884-1966].

Salir de la versión móvil