Luego de la exhibición del aplaudido montaje de la compañía La Niña Horrible en el teatro principal de Matucana 100 durante el último mes de septiembre, el Diario «Cine y Literatura» dialogó con su dramaturga para conocer las claves estéticas y artísticas de esta propuesta escénica.
Por Sofía Miranda Valdebenito
Publicado el 3.10.2019
La compañía La Niña Horrible acaba de cerrar un exitoso ciclo con la obra La trágica agonía de un pájaro azul en el Centro Cultural Matucana 100 y para conocer más acerca de su audaz puesta en escena, este medio conversó con la dramaturga nacional Carla Zúñiga, responsable del guion y de la asistencia en la dirección (a cargo de Javier Casanga).
Así, tópicos como el sentido de la maternidad en un contexto de precariedad emocional y material, la búsqueda de la sobrevivencia a toda costa del cuerpo físico -en un empecinamiento casi grotesco-, y la representación moral de la condición femenina en nuestro continente, son algunas de las claves dramáticas por las cuales se desarrolla la trama y acción literaria de este inquietante montaje.
-La apuesta por lo grotesco para hablar de temáticas tan profundas y dolorosas es algo muy propio de la realidad latinoamericana y casi pasa a ser una cotidianidad surrealista. ¿Cómo ves tú esa sensibilidad y cómo juega en tu trabajo?
-Respecto a lo grotesco, como son temas tan dramáticos, sin ir más lejos en La trágica agonía de un pájaro azul se trata la historia de una mujer que se quiere suicidar, a mí me parecía más interesante —y también a Javier, el director de la puesta en escena— abordarlo más desde una comedia negra que desde un drama. Al menos yo siento que a partir del humor se puede ubicar el discurso en lugares más peligrosos y más complejos y eso es lo que a nosotros nos llama la atención.
No es que hacer una obra que tenga un discurso más directo sea menos interesante, pero a nosotros nos parece que la comedia permite que esos temas tan dramáticos no se traten con dramatismo, sino que con lo terrible, porque creemos que la risa y el dolor van de la mano y nos reímos del patetismo de los personajes, de su ridiculez, de sus deseos que están vacíos. Personajes que tienen deseos que no les corresponden, que tienen vacíos emocionales y los llenan con ridiculeces, entonces todo ese fracaso que hay detrás de ese grotesco nos parece muy interesante.
Esto se complementa con la puesta en escena donde —al ser todos nosotros de la ARCIS— tenemos como mayor referente a Ramón Griffero y también a Alfredo Castro y al Teatro La María; esto era lo que nosotros íbamos a ver y nos hacía sentido. Nosotros a veces sentimos que el realismo no alcanza a abarcar el discurso, el dolor, la fuerza que requiere hablar de temas tan terribles como la homofobia, el machismo, el racismo, la violencia, entre muchos otros. Nosotros hablamos harto sobre cómo la violencia se ejerce sobre esos cuerpos y cómo ese cuerpo actúa según todo lo que ha sido violentado, entonces sentimos que el expresionismo y el grotesco son una súper buena manera de exponer esas huellas de los roles de los personajes y de manera más grande, más directa… no sé si “obvia” es la palabra, pero que no queden dobles lecturas con respecto a eso.
Estos personajes casi siempre son mujeres que han sido dañadas durante toda su vida, muchas de ellas encarnan una lucha, es una por la libertad; ellas desean la libertad y hay mujeres que encarnan el patriarcado, el deseo de normalidad —por decirlo de alguna manera—, la rectitud de una mujer, etcétera. Y en este enfrentamiento de discursos es también un enfrentamiento de cuerpos, de formas, porque si hablamos de un cuerpo que está normado por el patriarcado es un cuerpo distinto a cómo se mueve, cómo funciona el de una persona —de una mujer— que piensa, que desea ser libre, que busca la igualdad, por ejemplo. Entonces por eso sentimos que el expresionismo y lo grotesco nos sirve para abordar el estilo que queremos trabajar para que el discurso llegue de la mejor manera.
-El intento incesante de Ema por evitar el suicidio de su hija evidencia todos los clichés que la sociedad impone a lo que considera “sujeto femenino”: necesidad de un hombre al lado y rescate de la maternidad. Exagerar esta realidad y parodiarla es un recurso literario difícil de ejecutar y en esta obra funciona perfectamente. ¿Por qué crees que se pudo lograr?
-Es la ridiculez de no poder decidir sobre mi cuerpo y de no poder decidir nada. Y la mamá en un deseo absurdo intenta que su hija se re-encante con la vida. También siento que indirectamente la obra habla un poco del aborto, de este deseo del aborto y de la eutanasia, de este deseo de “vivamos cómo sea, pero vivamos… hay que vivir”. Hay familias que se avergüenzan de que un familiar se haya suicidado, por ejemplo. Todavía yo veo cierto tabú con respecto al suicidio que es bien extraño, porque finalmente detrás de eso se esconde la no libertad sobre mi propio cuerpo y mis propias decisiones y el querer vivir como sea tiene a la sociedad en un estado enajenado, desbordado y ridículo, porque, ¿para qué vivir?, ¿para qué estoy viviendo? ¿Por qué está tan mal visto el no querer vivir esta vida, el no querer vivir más?
El suicido de Nina, su deseo por suicidarse es una metáfora de la libertad y la madre es su oponente en la obra, porque ninguna madre quiere que su hija o hijo muera, así que en nombre del amor se da esto de “quiero que vivas como sea”. Mucha gente a veces se enferma y tiene que recibir tratamientos terribles y tienen que recibirlos igual porque la familia los convence de que tienen que someterse a eso, cuando a veces la persona lo único que quiere es morir… y ese también es un acto súper noble: “voy a vivir por mi mamá, por mi papá”. Hay algo ahí que me llama la atención y a lo mejor que por eso funciona como dices tú en la obra, que tiene que ver con establecer un discurso obviamente, pero siempre ligarlo desde lo afectivo, desde lugares afectivos donde nosotros nos podemos vincular o podemos decir: “sí, yo me veo en esa situación y la comprendo y pienso que tal vez haría algo parecido a lo que está haciendo ese personaje”.
Nina se quiere matar porque se murió su hija, porque está constantemente dándole vueltas a la maternidad, al dolor de la madre y así podemos comprender el dolor de una madre que se quiere matar porque se murió su hija, y por otro lado, también comprendemos que una madre no quiera que su hija muera e intente absurdamente —como sea— construyéndole a su hija una vida como nos han dicho que debe ser: la vida perfecta para una mujer. Esa paradoja afectiva que tiene que ver con el amor se cruza con lo discursivo también y tal vez por eso puede funcionar y a la gente le puede hacer sentido, porque no está solo el discurso duro, sino que también lo cotidiano, lo que todos tenemos al alcance: una mamá que esté o no presente. Todos tenemos una imagen materna, las mujeres queremos o no tener hijos, para las mujeres siempre es un tema la maternidad a diferencia de los hombres, para ellos no es tema —ni siquiera cuando tienen hijos— la paternidad. Esa obligación de que para nosotras este sea nuestro tema también me llama mucho la atención.
También puedes leer:
–Santiago a Mil 2018, La trágica agonía de un pájaro azul: Un hilarante drama existencial.
Sofía Miranda Valdebenito (1983) es escritora, editora y traductora. Cursó licenciatura en literatura hispanoamericana (en la Universidad de Chile) y traducción inglés-español (en el Instituto Chileno Británico). Su primera obra literaria —El orden de la tierra— está en proceso de publicación de la mano de Ediciones Filacteria bajo la colección de escrituras femeninas “A Solas”.
Ficha técnica:
Dirección: Javier Casanga.
Dramaturgia y asistencia de dirección: Carla Zúñiga.
Asistencia de montaje: Loreto Araya.
Elenco: Felipe Zepeda, Juan Pablo Fuentes, Coca Miranda, Sebastián Ibacache, Denis Troncoso, David Gaete, Mario Olivares, Bárbara Vera, Claudia Vargas, Carla Gaete, Víctor Vergara.
Trapecista: Carlos Troncoso.
Diseño de escenografía y gráfico: Sebastián Escalona.
Diseño de vestuario y maquillaje: Elizabeth Pérez.
Diseño de iluminación: José Miguel Carrera.
Realización escenográfica: Cuervo Rojo.
Música: Alejandro Miranda.
Producción: Minga producción escénica.
Análisis dramático: Natalia Castro.
Créditos de las fotografías utilizadas: Nicolás Calderón @nic.calderon