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«Casa de muñecas»: Nora y el patriarcado en el siglo XXI

Adaptado por Juan Pablo Troncoso, y bajo la dirección de Laurène Lemaitre y de Nicolás Espinoza, el clásico de Henrik Ibsen -una referencia ineludible dentro de los movimientos de liberación femenina contemporáneos-, llega en una versión resultado de la residencia artística que el grupo realizó en el Watermill Center de Nueva York: a través de lo que denominan “performance fílmica” –forma teatral y cinematográfica que supone la captura, edición y proyección de imágenes en tiempo real y frente al público–, la puesta en escena desdobla la acción en dramaturgia y audiovisual.

Por Jessenia Chamorro Salas

Publicado el 18.11.2019

Durante esta crisis sociopolítica, se ha especulado con que ha habido cierto “apagón cultural” debido a la cancelación y postergación de la cartelera cultural, no obstante, aquello no ha sido así, pues a pesar de que hubo días en que no pudieron realizarse funciones debido a las estrictas decisiones gubernamentales, y de que el cierre de estaciones de metro y falta de locomoción colectiva a dificultado la llegada de público, los teatros no han cesado en su intento por reafirmarse como espacios de discusión social, política, cultural y estética. Espacios de diálogo, apertura y reflexión. El Centro Cultural Matucana 100 ha sido uno de los teatros que ha debido modificar sus funciones a favor de una ciudadanía ávida de estos espacios pese a las condiciones adversas que han ocurrido, reorganizando los horarios de sus presentes obras en cartelera: El golpe, josé desierto y Casa de muñecas, sobre la cual trata esta columna.

Esta célebre obra del noruego Henrik Ibsen, escrita en 1879, se ha convertido en uno de los clásicos del teatro occidental, gracias al potente discurso que contiene sobre la situación de la mujer en la sociedad de la época, lo cual puede proyectarse al “despertar” y la lucha que han dado las mujeres anterior y posteriormente, incluso en la actualidad, ya que aún persisten disposiciones sexogenéricas que nos han sido social, cultural y políticamente impuestas.

En la pieza de Ibsen, Nora cree estar felizmente casada con Torvaldo, junto a quien cree haber construido una familia estable y unida, por lo cual se ha sacrificado, e incluso ha mentido. Krogstad, en su ambición y venganza contra Torvaldo, chantajea a Nora sobre el secreto que ella esconde y que amenaza su felicidad. Cuando finalmente su esposo se entera y en vez de agradecerle por salvarle la vida, la humilla y juzga, Nora descubre cuál es realmente el lugar que ella ocupa en esa casa, el velo que cubría sus ojos ha caído y decide dejarlo todo para encontrarse a sí misma. En la emblemática escena final, se ve a Nora alejarse por la puerta.

En esta versión actualizada del clásico que el Colectivo Zoológico [1] (Conversaciones sobre el futuro, Dark, Not in my backyard, Un enemigo del Pueblo, No tenemos que sacrificarnos…) ha querido realizar, bajo la dirección de Laurène Lemaitre y Nicolás Espinoza, y la adaptación dramatúrgica de Juan Pablo Troncoso, se propone una mirada en el contexto del 2019 sobre la situación actual de la mujer. Con un lenguaje coloquial, la actualización de ciertos referentes (celular en vez de cartas), y una propuesta estética que combina teatro y cine, en lo que el equipo denomina “performance fílmica”, Casa de muñecas se posiciona como una realización escénica innovadora, cuestionadora, fresca, y que apunta a problemáticas contingentes sobre los roles de género, así como también, el doble estándar social y los estereotipos femeninos.

La Nora de esta casa de muñecas es una mujer que proviene de la clase baja, distinta a la de su marido, quien cree haberla “salvado” de la pobreza al casarse con ella. Nora ha querido estudiar, pero Torvaldo subestima su inteligencia; para él, ella no necesita nada más de lo que él le brinda con su trabajo en el banco: las tarjetas de crédito, la casa y el dinero. Nora desea disponer de éste y adquirir ciertas cosas que en su infancia no pudo tener, sin embargo, su esposo le insiste en que ella no sabe administrar el dinero familiar. Entre mimos y una intimidad cotidiana, se entrevé que para Torvaldo, Nora es una más de sus posiciones, uno más de los muebles que adornan y embellecen su casa. Sin embargo, Nora siente regocijo ante el hecho de saber que a pesar de que su esposo la menosprecia, fue ella quien lo salvó de haber sido despedido –e incluso encarcelado– por conducir y chocar en estado de ebriedad. Un secreto que la hace sentir cierta superioridad secreta a pesar de que, para su esposo, Nora solo es una dueña de casa promedio.

El secreto que guarda Nora contiene otros tintes, los cuales apuntan directamente a problematizar su situación en tanto mujer, tensionando tanto las disposiciones sexogenéricas que restringen al género femenino, como la carga moral y ética –marcada por el doble estándar y la dicotomía de lo público/privado– que se han impuesto tradicionalmente al matrimonio. Debido a que Nora, en su intento por proteger el estatus de su esposo y cuidar su estabilidad familiar, pidió dinero a Krogstard, quien además de cobrarle aquello, usufructuó del cuerpo de Nora, la que debió pagar su deuda sexualmente. A pesar de que la deuda estaba saldada, tiempo después, justo antes de Navidad, Krogstard aparece para chantajear a Nora y contarle todo a su marido, ya que éste – quien además es su jefe – lo va a despedir por haber sido descubierto en acciones corruptas, por lo cual, él decide a toda costa defender su puesto de trabajo, y pese a la incredulidad de Nora al respecto, Krogstard le revela que tiene pruebas de su infidelidad, un video que él grabó y en donde se devela la verdad. Ella le ruega no mostrar el video y contarle lo sucedido a su marido.

Finalmente, le envía el video a Torvaldo, quien, al descubrir la verdad, y con el terror de que se sepa públicamente y arruinar su carrera laboral, trata a Nora de prostituta y la amenaza con impedirle criar a su hijo por ser estar inhabilitada moral y éticamente para hacerlo. No obstante, cuando se da cuenta que puede borrar el video y que Krogstard ha desistido de hacerlo público y se ha ido – tras recibir dinero a cambio de alejarse y no hacer público lo sucedido, por parte de Rank, el amigo de Nora y a quien ama –, Torvaldo cambia de actitud, esboza la posibilidad del perdón, baja la guardia y le dice a Nora que públicamente todo será como antes, aunque lo privado se ha fracturado. Es en éste último proceso en que Nora “despierta” y se da cuenta de su situación y de la vida que ha vivido hasta ahora junto a su esposo. Hecho que la hace decidir abandonar su casa de muñecas para autodescubrirse.

Cual Magdalena del relato bíblico, Nora es lapidada discursivamente por su infidelidad, además de ser criticada por mentir y esconder información a su marido; quien por su parte, en el transcurso de la pieza, conversa con su amigo Rank sobre las “pequeñas” infidelidades que él ha cometido, por ejemplo, en despedidas de soltero, lo cual para él es “normal” porque todos los hombres lo hacen.

Nora es consciente de que lo que hizo puede tener graves consecuencias para su matrimonio y estabilidad familiar, no obstante, no se arrepiente, pues gracias a eso pudo salvar a su esposo del desprestigio y la pérdida de estatus social. Semejante situación a la que le echa en cara Krogstard, quien devela que en su juventud Nora vendió su cuerpo para poder surgir. Es interesante cómo en esta pieza, se problematiza el cuerpo femenino, en tanto objeto de cambio del cual usufructúa el hombre. Nora no tiene posesiones materiales, todo es de su esposo, solo cuenta con lo que él le da, el poco dinero que gana en su trabajo – del cual poco se sabe – y su cuerpo. En ese sentido, me parece relevante subrayar las connotaciones morales que se le han impuesto al cuerpo femenino, el cual, en el matrimonio, pasa a ser uno más de los bienes mancomunados, del cual solo puede sacar provecho el marido, quedando la mujer desprendida de su corporalidad. Asimismo, su cuerpo y sexualidad están en función de la familia y el marido, es decir, del ámbito de lo privado, por lo cual, cuando éstos exceden su frontera, situándose en lo público, trasgreden las normas morales, dejando a la mujer en una posición de menosprecio e inferioridad, en donde la culpa es la cruz con la que debe cargar por el pecado cometido.

Escénicamente, la pieza dramática se concibe como una “performance fílmica”, ya que incorpora la técnica cinematográfica en la puesta en escena, combinando teatro y documental en un doble efecto; por un lado, el montaje que ocurre sobre las tablas, y que brinda una perspectiva plana y global de la escena, mientras que por otro, la proyección que se realiza en el fondo, a modo de pantalla de cine, en donde se transmite lo que las cámaras graban en escena, permitiendo focalizar la escena y exponer la subjetividad de los personajes. El trabajo visual que hay tras aquello, es uno de los elementos que mayormente destaca de la obra, el uso de diferentes planos, la técnica documental, la utilización de espejos para multiplicar las proyecciones, entre otros, son estrategias innovadoras que contiene Casa de muñecas, las que potencian su propuesta estética, debido a que posiciona al espectador en el interior de la realización, junto a los personajes y las acciones, develando sus pulsiones más profundas. Junto con lo anterior, destaca la iluminación y la musicalización de la pieza, la primera sobre todo en la escena de la fiesta; y la segunda, en los acompañamientos que construyen la atmósfera y las canciones que se utilizan a modo de banda sonora.

Finalmente, en cuanto al despliegue escénico de los actores, destaca entre ellos el personaje de Nora, debido al relieve de su carácter, su trabajo corporal y vocal. Nora es personaje y actriz, la actriz tiene conciencia de su rol en escena, se sabe una más en la larga lista de mujeres que han interpretado el personaje. Este distanciamiento que se genera en la obra, al inicio y casi en el desenlace, es el elemento trascendental que permite actualizar el sentido de Casa de muñecas, y vincular la pieza de Ibsen con la realidad de las mujeres del siglo XXI. Porque ésta es una obra más, y Nora ya sabe que ha despertado.

 

[1] El Colectivo Zoológico nació en 2012, a partir del encuentro artístico entre jóvenes (Chile-Francia) comprometidos con el desarrollo y la investigación de nuevos lenguajes en el teatro contemporáneo. Su propuesta radica en la creación de “experiencias escénicas” que problematicen los roles de género, la política, el poder y el dinero.

 

Jessenia Chamorro Salas es licenciada en lengua y literatura hispánica de la Universidad de Chile, profesora de lenguaje y comunicación de la Pontificia Universidad Católica de Chile, magíster en literatura latinoamericana de la Universidad de Santiago de Chile, y doctora (c) en literatura de la Universidad de Chile. Igualmente es redactora estable del Diario Cine y Literatura.

 

«Casa de muñecas» por el Colectivo Zoológico en el Centro Cultural Matucana 100

 

Ficha artística:

Dramaturgia: Henrik Ibsen.

Adaptación: Juan Pablo Troncoso.

Dirección: Laurène Lemaitre y Nicolás Espinoza.

Elenco: Nicole Waak, Juan Pablo Troncoso, José Manuel Aguirre, German Pinilla.

Diseño multimedia: Pablo Mois.

Diseño integral: Laurène Lemaitre.

Realización escenográfica: Amorescénico.

Sonido: Diego Betancourt.

Foto afiche: Ültraestudio.

Producción: Paula Pavez y Nidia Vargas.

Prensa: Claudia Palominos.

Compañía: Colectivo Zoológico.

Desde el 16 hasta el 24 de noviembre, sábados y domingos, 12:30 y 17:00 horas.

Sala principal del Centro Cultural Matucana 100, Santiago.

 

 

Crédito de las imágenes utilizadas: Colectivo Zoológico.

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