«Casa propia», de Ernesto Garratt: Los olores de Ñuñoa

La poeta y traductora estadounidense comparte con los lectores de nuestro Diario la presentación que hizo (hace unos días) de la última novela del periodista chileno, una obra literaria que puede leerse como la continuación de la grata sorpresa creativa y dramática que significó su ópera prima, «Allegados» (2017).

Por Jessica Sequeira

Publicado el 17.12.2019

Me alegra presentar este libro acá hoy, en primer lugar porque tuve el placer de traducir el libro Allegados, del cual es la secuela, y segundo, porque a menudo vengo a este espacio, para leer y escribir y beber espresso; se ha convertido en uno de mis muchos hogares. Así que me siento muy conectada tanto con este libro como con este lugar.

Mientras estaba anotando ideas sobre Casa propia, se me ocurrió que escribir una secuela en estos días cuando el modelo típico es publicar un libro, comercializarlo y pasar a la siguiente idea, es algo raro y hermoso. Sugiere una relación de afecto, una decisión de no abandonar a los personajes, sino de cuidarlos, extender su desarrollo, acompañarlos a medida que crecen y deben enfrentar nuevos temas y situaciones. El nuevo libro de Ernesto Garratt (1972), Casa propia, retoma la trama donde terminó su novela anterior, Allegados. El final es un comienzo, el primer libro contiene sus posibilidades futuras.

Ahora un poco mayor, nuestro protagonista es algo más consciente de sí mismo, algo menos inocente que en el libro anterior. Pero todavía está escribiendo su historia sobre el vampiro Mihai, y haciendo dibujos para acompañarlo, que aparecen en la edición que ustedes tienen en sus manos, lectores. El mundo de “fantasía” de Mihai y el mundo “real” del protagonista se reflejan entre sí, y es ambiguo en cuanto a si se trata de una “sincronía” coincidente o un caso de uno que influye en el otro. La buena literatura especulativa no te golpea en la cabeza, sino que crea vínculos frágiles entre este mundo y otras posibilidades. Garratt es sutil y toma en serio todos los mundos que crea, al igual que el autor del libro sobre telepatía que el protagonista está leyendo. Y por esto, la magia funciona.

Garratt está interesado en la idea de una vivienda física y un concepto más metafísico del hogar. La idea de hogar o vivienda aparece a menudo en la literatura chilena, desde Residencia en la tierra de Neruda hasta Casa de campo de José Donoso o la literatura mapuche sobre existir como un pájaro buscando un nido en el mundo. Un aparte: me ha costado mucho traducir el título del libro anterior Allegados.

En todo caso, en el libro anterior, el protagonista y su madre comienzan viviendo como allegados en la casa de un tío, y terminan quedándose en una vivienda barata, que pertenece a una dama pinochetista. En este libro, aunque comienzan allí, por fin el gobierno les otorga su propia casa en Juan Jofré. La importancia de esta casa propia no puede ser exagerada. Es un momento muy esperado, y a pesar de que el lugar en sí es un tugurio, el protagonista y su madre están encantados. Describe la “sucesión de días luminosos”, mientras ordenan su nuevo hogar.

La relación del narrador con su madre está bellamente representada, y es quizás una de las mejores partes. En este libro la relación continúa y se profundiza. La madre tiene agorafobia, lo que hace que su condición de allegados sea aún más complicada, y ahora también tiene cáncer de pulmón. Conectados por el cordón umbilical, el narrador y su madre se acercan íntimamente por todo lo que han tenido que pasar juntos. Él dice que él es una sombra dentro de su sombra. Incluso cuando en su nueva casa él consigue su propia habitación por primera vez en su vida, se necesitan tanto que termina durmiendo en la suya.

Tienen un vínculo tan estrecho que pueden incluso comunicarse por telepatía. Cuando se enferma, él puede sentir su miedo intensamente, y experimenta visiones de venganza violenta contra quienes la tratan con desprecio, ya sean trabajadores sociales o médicos en el hospital. Se enoja con un sistema donde las píldoras tranquilizantes son tan fáciles de obtener como las mentas Ambrosoli, pero se ignoran los problemas estructurales más grandes.

Hay otras preocupaciones también. Una media hermana, llamada simplemente “Ella”, aparece y se muda a su casa. El narrador no puede ver su rostro, no puede registrarlo ni procesarlo, por lo que se le aparece como una mancha de pintura de color carne. Ver al otro es apreciar los detalles. O tal vez ella misma ha puesto el escudo, creando una forma de protección como todos los demás. El narrador también tiene una relación complicada con su chica Paula, que está embarazada, reflejada en su personaje Mina. Sin embargo, también conoce a algunas personas nuevas que son buenas con él y le dan esperanza, como Don Nico, el hijo de inmigrantes palestinos, que lo ayuda a reparar la bisagra de la puerta, y la amiga de su madre, Roberta, que lo emplea en su tienda en el caracol y le permite usar su máquina de escribir Underwood.

“Cuando eres un allegado, pierdes coraje, dignidad, privacidad e incluso tu nombre. Creo que lo único que no pierdes es la capacidad de temer cada vez más”. Incluso las partes prácticas de la vida, como ir al baño, pueden convertirse en momentos de gran drama. Garratt toma los miedos claustrofóbicos ordinarios que uno puede sentir en una situación de no tener estabilidad o un hogar propio, y los transforma en un mundo de fantasmagoría, que puede ser espeluznante pero también crea espacios para la belleza y el amor.

Los dobles están en todas partes. El protagonista no puede ver su propio reflejo, pero ve los ojos amarillos del vampiro Mihai en el espejo. Su sólida identidad personal se vuelve inestable. Abundan los espejos, puertas, portales y otras formas de movimiento entre realidades, y se convierten en fuentes de terror y fascinación. Sin embargo, un doble no es solo una copia. El mundo supuestamente ilusorio es una traducción en el sentido más rico, donde la traducción rebota al original para crear concepciones originales.

En este libro, el narrador se está preparando para la “Prueba de Aptitud”, que plantea preguntas sobre los límites de las pruebas estandarizadas. Aquí hay una retórica de ser alguien o ser invisible, de tener éxito o ser un extraño, de crear para uno mismo un “futuro brillante”. Todos quieren lo mismo, la misma x en la misma caja. Esto puede ser para cortejar la mediocridad, la homogeneidad y la opresión, pero es el status quo.

Una alternativa a una idea aburrida y opresiva de la “normalidad” es la idea liberadora de Garratt de lo sobrenatural, que abarca la posibilidad imaginativa y el humor, alienta múltiples respuestas correctas y da la bienvenida al conocimiento sensorial y la intuición. La telepatía, la capacidad de leer el futuro y ver el pasado, el vuelo, las proyecciones, el lavado de cerebro, los sueños y otras visiones abundan en el libro. También lo hacen los agudos conocimientos psicológicos y la belleza. Como un poema lírico, este libro se relata en primera persona.

La manipulación de la conciencia también se puede utilizar con fines oscuros o egoístas, por supuesto. El narrador lee El arte infinito de la telepatía de Hubert Wilkins sobre cómo proyectar su idea en el “receptáculo”, una forma de control mental. En clase está leyendo Orwell’s 1984, donde 2 + 2 = 5. De un minuto a otro, los allegados pueden convertirse en inquilinos, una víctima puede convertirse en la persona cruel. Los que son invisibles pueden ver a los demás como invisibles, criticar en el otro lo que él mismo es, involucrarse en un racismo casual o expresar miedo a la magia negra. Esta es la negatividad, el lado oscuro.

La relación del narrador con la magia negra es ambigua. Por un lado, teme que su padre, un comunista peruano que creía en Salvador Allende, instaló ideas en su cabeza con su intensa mirada o lo embrujó. Por otro lado, otros le dicen que él es la imagen viva de su padre. El narrador también critica la animosidad de los demás, pero habla bien de sus propios actos de venganza y de “odio sagrado”. La idea del resentimiento como algo potencialmente positivo se repite. Las escenas fluyen, pero el lenguaje se rompe cuando habla de odio. El odio puede ser un tipo de combustible, pero no es productivo para el diálogo. ¿Cómo podemos abrir nuestra imaginación para permitir que florezcan nuevas afinidades y conexiones, nuevas formas de ternura y amabilidad?

En la historia de la literatura chilena, hubo una vez una falsa contraposición entre el criollismo y el imaginismo, lo real y lo fantástico. Pero se trata de distorsiones ópticas, interconexiones, ilusiones y lados inversos del espejo que se hacen presentes a través de frágiles atisbos de conciencia. Quizás es por eso que el joven pero sabio narrador continúa manteniendo un profundo respeto por la oración y la religión, no en su forma institucional, sino como un hilo que puede vincularnos a estas zonas más sentidas que entendidas: “No puedo creer en la legión que sí cree en el Papa. Pero sí creo en los vientos que canta la noche y que soplan legiones de almas en pena. Sí creo en el poder de los milagros y en el vuelo rasante de los indefensos y en la gloria de los desvalidos. Sí creo en la lectura de los pensamientos para defendernos de los abusos.”

Hay muchas formas diferentes de creencia. La madre del narrador tiene una fe dura y una profunda esperanza. El amigo del narrador (o enemigo) Silvio Marinao hace diagramas de reinos de la cosmología mapuche que muestran a Nag mapu, la realidad en la que vivimos, y Wenu mapu, el mundo inmaterial, junto con submundos ordenados de arriba a abajo, como Kiñe ñom y Meli ñom. La idea del “milagro” aparece en diferentes avatares. Y hay hermosos pasajes sobre la naturaleza, como cuando el narrador y Paula pueden: “ver caer la extraña series de estelas luminosas en las aguas frente a El Canelillo”, o cuando escribe: “A veces escucho los olores del bosque cantándome hermosas serenatas mientras vuelo en el cielo nublado y puedo probar por los ojos el sabor dulce anís cuando miro esas bandadas de nubes coloradas volando en un atardecer arriba del mar.”

Es fácil reconocer los lugares en la novela, y la mayor parte de la acción tiene lugar alrededor de Nuñoa, donde estamos sentados en este mismo momento. Para decirlo sin rodeos: nosotros mismos somos la novela. No una parte, sino reflejos, dobles, nuestros cuerpos un despliegue más, al igual que en el monstruoso nacimiento al final cuando la fantasía se convierte en realidad, o viceversa. ¿Somos quizás un sueño del narrador adolescente, o del vampiro? “Llámame Mihai”, así terminó el primer libro de Garratt. “Vine a reescribir la historia”, termina este segundo. Gracias por este maravilloso libro, y llámenos Mihai, porque estamos acá para reescribir la historia.

 

Jessica Sequeira (California, Estados Unidos, 1989). Actualmente vive en Santiago de Chile. Sus obras incluyen la colección de cuentos Rhombus and Oval y la colección de ensayos Other Paradises: Poetic Approaches to Thinking in a Technological Age. Ha traducido a Liliana Colanzi, Sara Gallardo, Hilda Mundy y Winétt de Rokha, entre otras.

 

 

«Casa propia», de Ernesto Garratt (Editorial Hueders, 2019)

 

 

Crédito de la imagen destacada: Espacio Forestal.