Sin duda que el músico norteamericano quería hacer algo por cambiar la vida que conoció a temprana edad, intentando quizás nacer por segunda vez mediante los ritos y sacrificios que frecuentaba con su secta. En ese sentido, la pregunta más bien parece apuntar hacia un antiguo dilema social: ¿Por qué el encierro de las personas en conventos o reformatorios, es capaz de generar una transformación en la estructura de la personalidad de la gente?
Por Carlos Ravest Letelier
Publicado el 15.12.2017
El último 19 de noviembre, el mundo despertaba sorprendido por la muerte del famoso criminal y músico estadounidense Charles Manson.
Las contradicciones en la vida de este personaje, se tomaron la pantalla por horas luego de su fallecimiento. Para muchos un ángel caído, un iluminado, para otros uno de los criminales más extravagantes del siglo XX.
¿Cómo reaccionaría una persona común y silvestre si a los 5 años es vendido por su propia madre, por una jarra de cerveza? Este personaje, hijo de una mujer con problemas de alcohol, y un padre que nunca conoció, pasó la mayor parte de su vida encerrado en instituciones correccionales, conociendo en carne propia el “panóptico” de Foucault: control, la vigilancia y el castigo.
En un contexto donde la experimentación se toma la escena musical, artística, espiritual, Los Beatles intentan mostrarnos un nuevo horizonte, los Hippies buscan una vuelta hacia el origen mediante la experimentación, y aparece en la escena un tipo que lentamente empieza a darle forma a unas de las instituciones más antiguas que ha tenido la humanidad: las sectas.
Partiendo su primer delito a los 9 años, con la capacidad de organizar grupos de resistencia a temprana edad en el colegio, sus estudios en el esoterismo y las filosofías orientales, le permitieron fundamentar una creencia propia con la cual influía fácilmente sobre el resto de sus seguidores. Sus interpretaciones particulares de la Biblia, su postura de ángel salvador de posibles Apocalípsis, y la promesa de un “nuevo cielo”, nos recuerdan el sentido filosófico y espiritual que posee el concepto del segundo nacimiento.
¿Es suficiente el esoterismo, las filosofías orientales, y el LSD, para hacerle frente a un posible Apocalípsis, logrando un nuevo cielo? Más bien, pareciera que estamos frente a una especie de “presentismo”, entendido como la vivencia en un presente continuo, un tiempo sin horizonte. Heidegger en su teoría de los utensilios, nos pregunta por el significado en la sumatoria de eventos: ¿Qué sentido tienen un cuadro, un clavo y un martillo, puestos en el suelo de forma azarosa? Sin duda, que un significado distinto a cuando una persona, tomando aquel cuadro, el clavo, y el martillo, lo clavan en la pared del mismo hogar.
Al parecer es el hombre el que finalmente le da forma a las cosas, Kant lo reafirma mediante el giro Copernicano: Es el objeto el que se adapta al sujeto.
¿Cómo se debiera entender entonces la salvación espiritual, mediante la ingesta de drogas, la música, y los asesinatos en los que se vio envuelta la famosa secta liderada por Manson, conocida como “La familia Manson”?
Sin duda que Charles Manson, quería hacer algo por cambiar la vida que conoció a temprana edad, intentando quizás nacer por segunda vez mediante los ritos y sacrificios que frecuentaba con su secta. En ese sentido, la pregunta más bien parece apuntar hacia un antiguo dilema social: ¿Por qué el encierro de las personas en conventos o reformatorios, es capaz de generar una transformación en la estructura de la personalidad de la gente?
Quizás una posible respuesta, se encuentre en las fases y en la mística que poseía la masonería, antes de entrar fuertemente en la despolitización que devino luego de la Segunda Guerra Mundial, y la caída de Italia y de la Alemania nacionalsocialista. Poco sabemos de las fases, y pruebas que tenían que sortear las personas que participaban en las antiguas logias, como por ejemplo que eran encerrados por horas en piezas completamente a oscuras, para que dedujeran con posterioridad que el centro de la tierra se encuentra al interior de cada uno.
Manson quizá siguió la ruta del Deísmo, como lo hiciera Robespierre en su momento, y la UDI (la Unión Demócrata Independiente) en Chile durante los ’90: Lejos de volver al origen y a las raíces, partieron desde cero, con un calendario propio, fundamentando su vinculación personal y directa con la divinidad.
Imagen destacada: La actriz estadounidense Sharon Tate (1943–1969), una de las víctimas de la secta conocida como la Familia Manson, junto a su esposo, el director Roman Polanski, en un fotograma del filme «Dance of the Vampires» (1967)