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[Columna] El cine chileno y Colonia Dignidad: Silencio patronal, contrición hipócrita

Y si un famoso realizador audiovisual de origen nacional piensa que su padre fue engañado por Jaime Guzmán y por Paul Schäfer, y que maliciosamente le hicieron creer a su ingenuo progenitor que en los sótanos de Villa Baviera solo se cocinaban pan amasado y dulce de membrillo, ¿podemos dudar de su buena fe?

Por Edmundo Moure Rojas

Publicado el 21.1.2022

Cuando los ídolos de barro del clan Larraín Matte —llámense Augusto Pinochet, Manuel Contreras o Paul Schäfer— se desploman bajo el peso de las evidencias, sus compinches, secuaces ideológicos o admiradores de la «obra», se hacen los desentendidos, sea por supuesta inadvertencia o por artero engaño.

Uno de los casos más flagrantes es el de Hernán Larraín Fernández —actual ministro de Justicia y de Derechos Humanos— frente a la imparable difusión del largometraje documental Colonia Dignidad. Una secta alemana en Chile (2021), a través de la popular plataforma de streaming Netflix.

«Fui engañado…», le dijo al país, sin siquiera inmutarse.

En su buena fe e inocencia del justo, no reparó en los detalles, mientras disfrutaba los opíparos agasajos de la repostería teutona, como quien va de paseo con la familia y se detiene en el München de mayo a tomar once, degustando küchen, strudel o stolen.

El problema estriba en que no se lo cree ni él mismo, y ya no hay cómo defender una posición distinta sin morderse la cola.

Malos están los tiempos para aparentar; los testimonios y los medios que los divulgan, aun con el riesgo de las «fake news», terminan desnudando las prevaricaciones y fechorías, aunque no concluyan penalizadas.

Y si un destacado director de cine de nacionalidad chilena, piensa que su padre fue engañado por Jaime Guzmán y por Paul Schäfer, y que maliciosamente le hicieron creer a su ingenuo progenitor que en los sótanos de Villa Baviera solo se preparaban pan amasado y dulce de membrillo, ¿podemos dudar de su honestidad y de la rectitud de sus intenciones?

En todo caso, ya no se puede cubrir la vergüenza bajo las solapas del gabán pelo de camello.

Idéntica a la emoción de ridículo sin culpa que sintieron esos mismos poderes fácticos de la industria cinematográfica local, cuando fue exonerado desde la cátedra universitaria su esteta favorito, y ya no pudieron seguir defendiéndolo, pese a los sobrehumanos esfuerzos realizados con aquel propósito.

Algo es algo.

 

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Edmundo Moure Rojas, escritor, poeta y cronista, asumió como presidente titular de la Sociedad de Escritores de Chile (Sech) en 1989, luego del mandato democrático de Poli Délano, y además fue el gestor y fundador del Centro de Estudios Gallegos en el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile, casa de estudios superiores en la cual ejerció durante once años la cátedra de Lingua e Cultura Galegas.

Ha publicado veinticuatro libros, dieciocho en Sudamérica y seis de ellos en Europa. En 1997 obtuvo en España un primer premio por su ensayo Chiloé y Galicia, confines mágicos. Su último título puesto en circulación es el volumen de crónicas Memorias transeúntes.

En la actualidad ejerce como director titular y responsable del Diario Cine y Literatura.

 

Tráiler:

 

 

El cineasta Pablo Larraín Matte

 

 

Edmundo Moure Rojas

 

 

Imagen destacada: Biobiochile.cl.

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