Esta es una película -actualmente en la cartelera local- que el país debe ver y debatir: es valiente, pero también agresiva, llena de amor y de traición, en un capítulo más de esa tortuosa historia nacional que hemos ido descubriendo a pedazos y muchas veces solo gracias al arte cinematográfico.
Por Miguel Alvarado Natalí
Publicado el 19.8.2019
Una vez más Andrés Wood sorprende con otro trozo de nuestra historia, antes lo fueron las cintas Machuca (2004), después Violeta se fue a los cielos (2011) y en el 2013 la serie para televisión Ecos del desierto. Hoy el director nos sitúa en julio de 1973 en un Chile polarizado donde el Frente Nacionalista Patria y Libertad – dentro del contexto de un fallido intento de golpe de Estado un mes antes por parte de un teniente y un batallón denominado como Tanquetazo- planeó y llevó a cabo el asesinato del capitán de marina y edecán del Presidente Salvador Allende, Arturo Araya Peeters y así, comenzar a desestabilizar al gobierno constitucional de la Unidad Popular.
Araña es un thriller que si bien es de ficción, está basado en hechos reales protagonizado por Marcelo Alonso (El club) en el papel de Gerardo y la conocida actriz argentina Mercedes Morán. Es la historia de un ex-miembro de un grupo paramilitar de principio de los 70, de ideología fascista y nacionalista inspirado en “Patria y Libertad”, que en 1973 simula su muerte para luego cumplir la misión de asesinar al edecán del Presidente de la República.
Sin embargo, Gerardo se involucra en un trío amoroso con la atractiva Inés (interpretada por la actriz española María Valverde y en el cambio de época por la argentina Mercedes Morán) y el esposo de esta, Justo (Gabriel Urzúa – Felipe Armas), ambos miembros activos y comprometidos con este grupo de extrema derecha. 46 años después aparece Gerardo involucrado en un conflicto callejero donde la policía lo pilla con una metralleta en la maleta de su auto. Este hecho aparece en los medios de comunicación y no hace más que abrir un pasado olvidado de un crimen y una traición de estos militantes, especialmente a Inés quien en la actualidad es una exitosa empresaria y que sigue disfrutando de los beneficios de la clase alta: ella, por tanto, tratará de impedir que Gerardo divulgue los pecados de juventud.
Con una narrativa bien lograda y un travelling óptico acercándose a una fotografía de Inés posando como candidata a reina de su facultad en 1971, es la manera que buscó el director para trasladar al espectador al pasado, a ese Chile convulsionado. “Tuvimos que inventarnos una guerra porque hay que morirse luego, qué vergüenza ser vieja, la vida corta la quiero vivir enamorada de verdad”, palabras de Inés mientras atacan a miembros de la Brigada Ramona Parra que hacía rayados a favor de la Unidad Popular y así, los saltos del presente al pasado están en toda la cinta y van hilando un guión contundente, tal vez por el propio peso de la historia y por los acontecimientos que nos llevaron a un Golpe Militar, y de pronto a vivenciar que hoy las cosas no han cambiado tanto en una sociedad donde la clase dominante sigue siendo la misma, vinculada a los grandes capitales, y si ayer era fascista y clasista, con el fenómeno migratorio la xenofobia llegó para instalarse a lo menos en algunos miembros de este grupo.
Rodada en Buenos Aires y en Santiago, con buen ritmo en el guion y una atmósfera muy bien lograda, donde predominan planos medios largos y planos medios cortos y en algunas escenas cámara en mano, Araña es una película que definitivamente no se trata de lo mismo –lo he visto en redes sociales, los derechistas antes de verla la han basureado señalando que es lo mismo de siempre- acá hay una visión distinta, nunca antes llevada al cine, salvo lo que nos presenta el propio Andrés Wood a la ligera en Machuca: las calles de Santiago polarizadas por un bando que tiene la esperanza y la fe en el “Compañero Presidente”, mientras el otro que siempre ha gozado de privilegios se opone a estos cambios.
Ahora nos centramos en ese pensamiento más ideológico y ultra de los jóvenes de derecha (ojo que son los que tienen el poder económico en la actualidad) que fueron más allá de un bombazo o una barricada, se atrevieron a cometer un asesinato político y ese acto abrió sin dudas una puerta al baño de sangre que vendría. La cinta escarba en la psique de estos muchachos, especialmente en Gerardo que cuatro décadas después, pretende imponer la misma lógica paramilitar para un ladrón de carteras y para un grupo de migrantes haitianos. Todo lo anterior, dentro de un Chile que se muestra al mundo como ejemplo de prosperidad, pero que en definitiva el pasado y el presente siguen estando demasiado cerca y la desigualdad entre los que tienen mucho y los que no tienen nada es abismante.
En definitiva Araña es una película que hay que ver, es valiente, pero también violenta, llena de amor y de traición, donde paradojalmente, existe a la vez eso de “ni perdón ni olvido”, es un capítulo más de esta historia que hemos ido descubriendo a pedazos y muchas veces gracias al cine. El anticomunismo radical y descarnado llevado a su máxima expresión en el Chile de los 70 donde los sueños y las utopías de nuestros padres quedaron atrapadas para siempre, pero sin borrar de sus mentes aquello que los marcó.
También puedes leer:
–Araña, de Andrés Wood: Los fantasmas errantes de Chile.
Miguel Alvarado Natalí (Santiago, 1968) es periodista de profesión y escritor de oficio. Ha publicado los poemarios Estaciones (1997) y Barrio Yungay (2012), y la novela Calle Dieciocho (2001).
Tráiler:
Imagen destacada: El actor Caio Blat en Araña (2019).