Cine trascendental: «Whisky», la prepotencia de la monotonía cotidiana

Los realizadores uruguayos Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll compusieron en 2004 una sinfonía audiovisual que refleja como ninguna otra obra de arte la postmodernidad sudamericana de inicios del siglo XXI, en un título que aún hoy, es considerado como el mejor filme de las últimas décadas producido en el continente, por un sector de la crítica especializada.

Por Carlos Pavez Montt

Publicado el 27.5.2020

Whisky. La monotonía establecida como un ritmo narrativo. Las máquinas típicas de la industrialización. ¿Por qué están en Uruguay el 2004? Subdesarrollo. Las cosas llegan tarde en estos países. Latinoamérica. Historia particularmente triste. Whisky (2004). De los objetos de una modernidad devenida.

Que desbocan de alguna forma en el interior. La porfía de la pantalla en negro. Los detalles simplecitos de una cotidianeidad que no convence del todo. Que por ser parecida, aburre. Las máquinas. Lamentable deseo despersonalizado, multiplicado y distribuido en nuestra época. La carencia inherente que es…

Causa de esa ansia permanente de aceptación. La figura femenina incluida en el proletariado. La radicalización de una hegemonía que cae sobre el ambiente psíquico e histórico. E individual. Porque todo lo que sucede en nuestro mundo les afecta a las hormigas también. Al entorno. Al medio ambiente que activa y pasivamente destruimos.

La burocracia siempre tan patente en los terrenos de Sudamérica. ¿Cómo manejar algo que no que viene en el fundamento identitario? Las hijas pródigas que la autoridad nunca aceptó ni incluyó terminaron perdiendo sus órganos, pero ganando la tendencia a una separación de la identidad dominante. Esperemos.

Al final, la acción gira en torno a un estado de cosas imaginario. A una apariencia. A lo imaginario o a lo meta–ficticio. Es una sombra que se constituye como sucesos al vela de la entrada y la salida a la misma. Son las consecuencias de la necesidad lo que se muestra en los fotogramas. Es la necesidad de una apariencia la que motiva todo.

La modernidad es la puesta en escena de lo tecnológico. De la monotonía del volver a hacer una, dos, tres, mil veces de nuevo. Porque cuatro años son más de mil días de trabajo supongo. Cuatro años viviendo en un departamento son más de mil doscientos días durmiendo en el mismo lugar. En la misma cama, incluso. Así de contradictorio es lo hipermoderno.

Que constituye también las ruinas de una época libertaria, potencial, a tiempos putrefacta, parasitaria, pero con un aura definitivamente impenetrable en algún sentido. Lo que está hecho, está hecho, creo. Al menos cuando veamos la resignación del existente, la sumisión del viviente nuevo y todo el apoyo que le llega al malestar desde el entorno exterior.

La repetición de elementos tragicómicos o derechamente penosos. Una estructura guiada por el amplio y burdo sentido de la existencia y el ritmo cotidiano. De la situación cotidiana. Personajes con malestares explícitos que no pueden salir del flujo. Que su pasividad frente al dinamismo de la acumulación original y de la mercancía incomoden y se identifiquen con la recepción.

 

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Carlos Pavez Montt (1997) es licenciado en literatura hispánica de la Universidad de Chile, y sus intereses están relacionados con ella (con la literatura en lengua romance), utilizándola como una herramienta de constante destrucción y reconstrucción, por la reflexión que, el arte en general, provoca entre los individuos.

 

 

 

Tráiler:

 

 

Carlos Pavez Montt

 

 

Imagen destacada: Los actores Mirella Pascual and Andrés Pazos en Whisky (2004).