Este largometraje es un crisol, una suma, que aborda el dolor de los detenidos desaparecidos desde el drama más encarnizado, pero también desde la comedia, desde las risas, los colores, la música, la carpa de un circo que alberga a unos variopintos personajes: Don Tirso, Galvani, Ivo Santic, Lily, Corti, Astudillo, los hermanos Silva, etcétera.
Por Francisco Marín-Naritelli
Publicado el 16.3.2018
“Escribir una comedia ayuda a poner las cosas en perspectiva. El mundo ha ido de tragedia en tragedia, de horror en horror, pero los seres humanos seguimos existiendo, enamorándonos y hallando alegría en la vida”
Paul Auster
Un escape, una persecución, una venganza. Mario (Roberto Farías) y Jaime (Iván Álvarez) se lanzan al río desde un puente justo cuando iban a ser fusilados por Martínez, un agente de la dictadura de Pinochet. Son años sanguinarios, desgarradores. Fines de los ’70. Pero en medio del drama y la muerte, emerge una posibilidad, “un país, un barrio, un hogar”: el Circo Donozzo, a cargo de Don Tirso. Allí se refugian mientras hacen reír, esta vez disfrazados de payasos. Este es el argumento de “Cirqo” (2017), la nueva película del guionista y director chileno, Orlando Lübbert.
La película es un crisol, una suma, que aborda el drama de los detenidos desaparecidos desde el drama más encarnizado, pero también desde la comedia, desde las risas, los colores, la música, la carpa de un circo que alberga a unos variopintos personajes: Don Tirso, Galvani, Ivo Santic, Lily, Corti, Astudillo, los hermanos Silva, etcétera. El Gran Circo de la alegría no es incompatible con las detenciones, los fusilamientos, las desapariciones.
En los tiempos del cólera, la rabia se contiene y se delinea detrás del maquillaje y la sonrisa fácil, donde la justicia y la venganza comparecen indistintas, difuminadas, como el anfiteatro de la vida. La tragedia. La ironía. El amor. La muerte. Pinochet. El horror admite matices, pequeños momentos de liberación. En “Cirqo”, la resiliencia ocurre a través de la risa, en un país gris, cercado.
Papel estelar el que interpreta Roberto Farías. Alejado de su familia, debe arrancar, esconderse junto a Jaime, su compañero de huidas. Luego de la muerte de este y de su esposa, Lily, se produce un giro no menos dramático, invirtiendo los papeles. La víctima se convertirá en victimario. Atrapar y asesinar al implacable Martínez (Pablo Krögh), quien se empareja con Lucía (Blanca Lewin), la esposa de Mario, se transformará en su objetivo de vida.
En definitiva, la nueva película de Lübbert es de aquellas piezas cinematográficas que aborda, con delicadeza y claroscuros, el drama humano de todo un pueblo, un país, una generación.
La función debe continuar.
Tráiler: