Ofrecemos la segunda parte del ensayo que el director del Diario «Cine y Literatura» concibió acerca de la monografía que el investigador venezolano, dedica a la estética narrativa y temática que inspira la bibliografía de la sugerente creadora brasileña, en estos tiempos ya un referente indispensable dentro de la cartografía que conforma la escala geográfica de los grandes escritores sudamericanos de la historia.
Por Francisco Marín-Naritelli
Publicado el 28.4.2019
“La cultura y la espiritualidad genuinas son aquellas que no olvidan esa originaria vocación infantil del lenguaje humano”.
Giorgio Agamben
“En verdad, ¿qué sería poesía, esa palabra constrictiva? ¿Sería encontrarse cuando, por coincidencia, cayera una lluvia repentina sobre la ciudad? ¿O tal vez, mientras toman un refresco, miraran al mismo tiempo la cara de una mujer que pasa por la calle? ¿O incluso que se encontraran por coincidencia en la vieja noche de luna y viento?”.
Clarice Lispector
Como indicábamos en la primera parte de este texto, Adalber Salas Hernández en su libro Clarice Lispector: el lugar de la poesía (RIL Editores, 2018) inspecciona, mediante cuatro movimientos, la poesía de la escritora brasileña. Una poesía no explícita en cuanto género, pero sí que se trasluce en los intersticios de sus prosas. Prosas como crónicas periodísticas, cuentos o novelas, donde abundan niños, locos y mendigos. Temáticas predominantes, por no decir, excluyentes, en la obra de Lispector.
Tercer movimiento
Salas Hernández en su ensayo convoca a autores como Benjamin, Jakobson o Heller-Roazen, para indagar en la relación entre lenguaje y niñez, toda vez que la escritora brasileña presta especial atención a las palabras de los niños. Ya sea en crónicas o en ficción: “los niños puntean su obra, llevando en sus hablas algo de ese juego”. Un juego que resulta primordial para entender la función que cumple el lenguaje.
El lenguaje en cuanto pulsión lúdica, más allá de la inteligibilidad o la gramática. Porque: “concebir una frase común, modular una oración cualquiera implica ya un gesto lúdico”. Esto no implica imitar el lenguaje infantil como una forma de captura fútil, sino de recuperar las rarezas, los secretos, las invenciones. Lo que no alcanza a ser discurso, lo que no puede ser nombrado. Allí radica su fuerza subversiva.
“Se trata de retrotraer, aunque sea fugazmente, la escritura a ese momento de indecisión del cual surgen las palabras, el momento inmediatamente posterior al balbuceo, cuando no ha terminado de anquilosarse la lengua en el sujeto” (Pág. 57).
Al parecer para Lispector, esta es la única forma de resistirse a la lengua como representación de un mundo ya dado, delimitado, rígido y uniforme, una lengua: “cuyas palabras parecen moverse por propio acuerdo”.
“Una lengua que no es hablada: una lengua que habla a través de sus sujetos, que los sujeta, que los ata con cada frase” (Pág. 62).
Cuarto movimiento
La poesía ocupa un lugar de especial importancia en la obra de Lispector, asegura Salas Hernández. Y esto se verifica en los personajes de su universo narrativo, donde la lengua produce desconfianza aunque la necesitan para nombrar las experiencias que viven.
“Discreta, casi soterrada, la poesía aparece en sus relatos y novelas para señalar el lugar donde la lengua se fractura, donde lo decible es estirado hasta su punto de quiebre” (Pág. 69).
Se da la paradoja: la sospecha por lo semántico, por su carga cognoscible, versus la necesidad, lo que configura un mot de passe, siguiendo a Derrida: “un santo y seña para atravesar la frontera vigilada de los sentidos calcificados, los que ya no presentan sino vías obsoletas para simbolizar la experiencia vivida”. En el derrumbe de la lengua, en el hecho fortuito, es posible acceder legítimamente a la vida, porque echa mano a la potencia lúdica e inventiva del lenguaje infantil.
Entre lo que puede ser dicho y lo que se resiste al habla, se aloja la tensión de los personajes de Lispector. Personajes: “cuyo rol social se encuentra entredicho”. Personajes subalternos, frágiles: “que ocupan espacios borrosos y cuyo lenguaje, por ende, participa imparmente de la regla”.
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En definitiva, con estos cuatro movimientos, el autor venezolano devela las hendiduras de una lengua opaca y redundante, por donde Clarice Lispector, de pronto, se nos revela en una dimensión tácita, oblicua, lateral; su po-ética, que no se deja atrapar, que se escabulle.
Finalmente, es solo ir diciendo.
También puedes leer:
–Clarice Lispector: el lugar de la poesía, de Adalber Salas Hernández: El lenguaje y lo inexpresable.
–“Los ‘ríos’ de Clarice Lispector”: El homenaje de Andrea Jeftanovic a una mujer fantástica.
–Lo que el cuerpo sabe: La humanidad femenina en tres cuentos de Clarice Lispector.
–Un soplo de vida, de Clarice Lispector: Palabras donde circula la sangre.
Francisco Marín-Naritelli (Talca, Chile, 1986), además de periodista y de magíster en comunicación política (titulado doblemente en la Universidad de Chile) las ejerce también como profesor en la Universidad Andrés Bello y como un prolífico escritor nacional, cuya última publicación es el libro de cuentos Interior con ceniza (Ceibo Ediciones, Santiago, 2018).
Igualmente es el director titular del Diario Cine y Literatura.
Imagen destacada: La escritora ucraniana-brasileña de origen judío Clarice Lispector (Chechelnik; 10 de diciembre de 1920 – Río de Janeiro; 9 de diciembre de 1977).