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[Columna] Fui a buscar a Parra y me encontré con Bolaño

En los años 90, un amigo originario de Las Cruces me invitaba uno que otro fin de semana a su casa familiar, y en una ocasión, después de engullir un fabuloso plato de mariscos, decidimos visitar a su vecino, el antipoeta.

Por Luis Caroca

Publicado el 8.2.2021

A raíz del antiguo programa español de entrevistas A fondo, en el que como muchos disfruté viendo y escuchando a Borges, Sábato, Cortázar, Rulfo y tantos otros, pienso en todos los escritores que son de mi gusto y que he conocido, tanto en persona como por medio de algún registro audiovisual.

Internet brinda la posibilidad de ver y oír, por ejemplo, a William Faulkner con su vocecita, a Hemingway pronunciando algunas palabras españolas en Cuba o a Neruda (no conozco a nadie que le guste la voz de Neruda).

A veces la gente joven se sorprende de que alguien haya tenido la oportunidad de conocer a un antiguo escritor o a uno no tan antiguo, pero que ya está muerto. En los años 90, un amigo originario de Las Cruces, me invitaba uno que otro fin de semana a su casa familiar.

En una ocasión, después de engullir un fabuloso plato de mariscos, decidimos visitar a su vecino Nicanor Parra. La casa del antipoeta estaba, tal cual, a la vuelta de la esquina. Cuando llamamos a la puerta en vez de atendernos el antipoeta lo hizo Roberto Bolaño.

Éste nos dijo que en ese momento Parra estaba durmiendo la siesta y que volviéramos más tarde, pero a nosotros no nos importó mucho que el antipoeta durmiera y le manifestamos a Bolaño nuestra satisfacción por estar hablando con él porque llevábamos un par de años leyéndolo con fruición.

Bolaño soltó una sonrisa y buena disposición así que conversamos un rato con él en una soleada tarde frente al Océano Pacífico. Calculo que este inesperado encuentro con el autor de 2666 debió haber sido en 1999 o 2000.

La voz de Bolaño era suave y un poco rasposa. En cambio, la de Gonzalo Rojas era un vozarrón fuerte y divertido. Conversé con él en 1994 en la Universidad de Santiago luego de que leyera algo de su poesía frente a una audiencia rendida. Éstos son un par de ejemplos en directo.

Una vez escuché la voz de Pablo de Rokha recitando uno de sus poemas tremendistas por medio de una grabación de cassette y asocié esa voz con las fotografías que se tienen de él: rudo, campechano, trágico y dionisíaco.

Pero, como muchos, no demoré en conjeturar el cómo habrían sido las voces de los escritores que son de mi gusto y de los cuales no hay registro de audio.

¿Cómo habrá sido la voz de Nietzsche, Poe, Baudelaire, Cervantes, Shakespeare, Dante, Catulo y Ovidio? Un largo etcétera cruza los siglos.

En 2009 vi y escuché a Fogwill en uno de los salones de conferencia de la Feria del Libro de la Estación Mapocho. En la ocasión hubo un problema técnico con los altoparlantes y el escritor, con su actitud de porteño típico, tuvo un entredicho con el encargado de audio.

Me interesó lo que hablaba y el cómo lo hacía (aún no lo había leído) y apenas terminó su exposición, compré sus cuentos completos. Es decir, primero conocí al autor en persona, escuché su voz, el tono, lo que decía y luego lo leí.

Y siempre que leo uno de sus libros lo hago con su voz más allá de que éste haya inventado a un narrador. Leo a Fogwill con la voz de Fogwill, como leo a Borges con la voz de Borges resonando en mi interior (siempre me dio la sensación de que éste nació viejo y con voz de viejo).

Y así con todos los escritores a los que les he escuchado la voz. Pero la duda sigue. ¿Cómo habrá leído Poe su poema «El cuervo»? Una vez lo escuché recitado por Vincent Price y fue fabuloso.

Rimbaud seguramente habrá recitado «El barco» ebrio con una voz juvenil. Cervantes, ¿habrá pronunciado «En un lugar de la Mancha» con voz ronca, suave, reposada o dulce? ¿Quién sabe? Solo queda especular, soñar un tipo de voz en estos casos.

Tal vez ahí está uno más de los encantamientos de la palabra escrita. El que sea leída con la voz del lector, independientemente si esta palabra fue registrada en piedra, arcilla o untada con tinta sobre papel o visualizada en una fría pantalla de computador.

Y aunque Verba volant scripta manent, cada vez que lea “A unas muchachas que hacen eso en lo oscuro” de Gonzalo Rojas, lo haré imitando la voz del poeta a riesgo de provocar las risas de los que me escuchan.

 

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Luis Caroca es licenciado en educación y profesor de castellano titulado en la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación (UMCE).

 

Luis Caroca

 

 

Imagen destacada: Nicarnor Parra, Roberto Bolaño e Ignacio Echevarría en 1999.

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