Los atributos que Georg Wilhelm Friedrich Hegel imputa por separado y tras extensos períodos a distintas disciplinas artísticas, en el poeta romántico inglés confluyen en torno al verso, como transparentes capas sucesivas, en el lapso que apenas cubre desde 1816 hasta 1819.
Por David Hevia
Publicado el 9.7.2022
Aunque la vida de John Keats (1795 – 1821) es muy breve, un recorrido diacrónico por sus escritos permite constatar hasta qué punto los atributos que Hegel imputa por separado y tras extensos períodos a distintas disciplinas artísticas, en el poeta confluyen en torno al verso, como transparentes capas sucesivas, en el lapso que apenas cubre desde 1816 hasta 1819.
Si el filósofo imagina en el último semestre de sus Lecciones sobre estética (1828-1829) primero a la arquitectura encarnando el arte simbólico o predominio de la forma sobre la idea; luego, el equilibrio entre ambas o arte clásico en la escultura, y, más tarde, en la música, la pintura y la poesía el arte romántico o supremacía del concepto sobre el plano sensible, tales fases, si acaso alguien las suscribiese, casi se tornan facetas bajo el puño y la letra del vate.
Adolescente enfrascado en la lectura, los hechos que vuelcan su mundo a la poesía son el encuentro que tiene en 1812 con La reina Hada (1590), de Edmund Spenser, y, después, ignorante del griego, la llegada a sus manos de la traducción de la Ilíada y la Odisea realizada por George Chapman.
En efecto, el primer locus amoenus de Keats está en los abstractos márgenes de la página. «Entonces me sentí como un observador de los cielos», señala en 1816 en el soneto «Al leer por primera vez el Homero de Chapman».
La palabra, una fuente intangible, conduce al autor al escenario natural, que meses después azuza su obra en la dirección opuesta.
Todo lo que necesitas saber
El poeta, inspirado en un paseo por Hampstead Heath, en Londres, arroja las estrofas de «Me paré de puntillas obre una pequeña colina» (1817), donde son los bellos pormenores del sendero, derramados en el poema, los que desembocan en la fundadora afirmación vestida de pregunta: «¿Pues, qué llevó a escribir al sabio o al poeta / sino ese claro paraíso, la luz de la Naturaleza?».
El verso de Keats exhibe aún una factura inestable, que él intentó justificar con las exógenas irregularidades del paraje. «¿No escucháis el zumbido / de poderosos esfuerzos?», apuntaba ya en noviembre de 1816, en «Dedicado a [Benjamin] Haydon. Pero el trabajo se intensifica pronto, y especialmente cuando en su correspondencia se tornan frecuentes las citas a Shakespeare.
«Leo y escribo unas ocho horas diarias», detalla el 17 de mayo de 1817 a Haydon. Un día antes, cuando ya ha iniciado Endymion: un romance poético, que ve la luz ese año, dirige a sus editores una carta reveladora.
Por una parte, critica a la religión, deslizando la opción de: «tomar el Billete de la Fe y la Caja de Salvación»; por otra, sobre el avance del libro en el último mes, indica que este no ha sido fructífero, pues en su mente saturada: «ya no había rimas ni razones», expresión que al fin emparenta forma y fondo.
El resultado de todo ello queda a la vista y muestra un proceso creativo donde lo exógeno y lo endógeno calzan y poseen igual peso. «¡Bardos de pasión y regocijo, / habéis dejado el alma en la tierra!», exclama el dístico que, hablando a un vosotros que lo incluye, abre la «Oda a los poetas», de diciembre de 1818.
Los giros que experimenta el creador hallan en sus misivas el anticipo del verso. Lo sagrado, dice el 22 de noviembre de 1817 a Benjamin Bailey: «son los afectos del corazón», y agrega: «Lo que la imaginación aprehende como belleza debe ser verdad».
Así lo proclamará en mayo de 1819 en su «Oda a una urna griega», con lo que la idea de Keats supera a la forma, aunque cerrando el paso a la idea celeste que abriga Hegel: «esto es todo / lo que sabes sobre la tierra, y todo lo que necesitas saber».
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David Hevia (Santiago, 1971) es un escritor y profesor de literatura chileno, y también es el actual presidente titular de la Sociedad de Escritores de Chile (Sech).
Imagen destacada: The statue of John Keats in one of the courtyards at Guys Hospital, London Borough of Southwark.