Más allá de sus novelas, Skármeta fue un excelso cuentista, especialmente en su primera etapa como narrador, y en sus relatos hallamos a un depurador de las palabras para alcanzar con lo justo el momento intenso, en esa mezcla de lo que se muestra y lo que se omite.
Por Rodrigo Ramos Bañados
Publicado el 17.10.2024
Hay tres Antonio Skármeta Vraničić (1940 – 2024) en la memoria.
El primero es el Skármeta difusor de la literatura, como el señor de rostro bonachón que aparecía en las pantallas de las potonas teles de los noventas, con un gato masajeando su cuello, y que recomendaba libros y autores.
Para una generación que se formó intelectualmente en esa época, Skármeta, siempre con ese tono lúdico, provocaba que el libro y su autor llegaran a todos. Eran los años de post dictadura, un tiempo para respirar buena literatura después del hongo lacrimógeno.
Es ahí donde la literatura regresa a su cauce, con la salida del closet de autores y autoras, en medio de una televisión que le daba espacio a la cultura. Por esta razón El Show de los Libros, con la magistral conducción de Skármeta, que combinaba humor y conocimiento, se transformó en un programa único en su especie, que llevó el interés por los textos impresos a las masas.
Luego, el segundo Skármeta es el nortino, más bien antofagastino. Con sus dos apellidos croatas (más bien, yugoslavos para la época) pertenece a esa generación de hijos o nietos de migrantes balcánicos, que se bajaron con el puesto del barco a trabajar.
El niño Skármeta se crió en el Antofagasta, de la mitad del siglo pasado (década del 40 y 50), en ese soleado caserío frente al mar en medio del desierto, donde los buques llegaban cargados de aventuras y se iban cargados con mineral.
La conexión con el mundo eran el cine y especialmente los diarios.
La cumbre del San Cristóbal
Así, en alguna de sus crónicas, Skármeta recuerda pasar varios minutos leyendo los titulares de la época frente a un quiosco en la Plaza Colón.
Luego, Skármeta migró. Pasó por Santiago, Buenos Aires y Europa, pero al igual que otros autores que vivieron sus primeros años entre el desierto y el mar —como Jodorowsky en Tocopilla—, las imágenes de este singular mundo amarillento y azul pueden hallarse en sus textos.
El tercero, es el Skármeta escritor, como Premio Nacional de Literatura 2014 y con un reconocimiento que se hizo mundial, cuando su novela, Ardiente paciencia, fue llevada al cine como Il Postino, o El cartero de Neruda.
Más allá de sus novelas, Skármeta fue un excelso cuentista, especialmente en su primera etapa como narrador. En sus relatos hallamos a un depurador de las palabras para alcanzar con lo justo el momento intenso, en esa mezcla de lo que se muestra y lo que se omite.
Podemos decir que al igual que Alberto Fuguet en su época, Skármeta le escribió a su generación impactada por Mayo del 68, la Revolución Cubana o el rock de los Rolling Stones o los Beatles.
Algunos de sus cuentos más notables son el «El ciclista del San Cristóbal», donde un adolescente asciende al cerro en una carrera mientras su madre, en casa, podría morirse, o «Balada para un gordo», que aborda la iniciación política y sexual en el contexto de finales de los años 60 e inicios de los años 70.
El Skármeta escritor fue prolífico. También mantiene varias obras dedicadas a la literatura juvenil, con ese afán lúdico de enseñar, de profesor, que le vimos en el siempre recordado El Show de los Libros.
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Rodrigo Ramos Bañados (Antofagasta, 1973) es escritor y un periodista titulado en la Universidad Católica del Norte. Ha publicado, entre otros volúmenes, las novelas Alto Hospicio, Pop, Namazu, Pinochet Boy, Ciudad berraca y Polka del perro, además del libro de crónicas Tropitambo y los cuentos de Palo blanco.
Actualmente, es reportero de la cadena de diarios La Estrella y profesor de la cátedra de periodismo narrativo en su alma mater, la Universidad Católica del Norte.
Imagen destacada: Antonio Skármeta.