El comienzo de la temporada 2020 en el escenario del coliseo de calle Agustinas no pudo ser mejor —dentro de las turbulencias que sacuden al país—, en un espectáculo donde se ejecutaron partituras de dos compositores comprometidos con los cambios sociales de sus respectivas épocas, y en el cual la interpretación de las obras escogidas estuvo a cargo de la batuta del maestro chileno Juan Pablo Izquierdo, quien dirigió a la Orquesta Filarmónica.
Por Deysha Poyser
Publicado el 11.3.2020
La noche del día viernes 6 de marzo fue intensa en más de un sentido. El programa dirigido por el maestro Juan Pablo Izquierdo en el Concierto 1 del Teatro Municipal de Santiago se pudo leer como una reflexión política en voz alta. Una reflexión, que de tener oídos, desentume el oído colectivo que parece a tantos habérsenos atrofiado. Fue un discurso musical breve (1 hora y 50 minutos totales), macizo y enérgico. Como lo pueden ser los que abordan sin ambages el conflicto. Dos piezas. Dos revolucionarios. El Concierto para violín en Re mayor, op 61 de Ludwig van Beethoven y la Cantata Alexander Nevsky, op 78 de Sergei Prokofiev.
Aquella noche, la ciudad de Santiago confirmaba la primera muerte de un manifestante este año, tras algunas semanas semanas de contracción de la protesta social —respecto de los meses álgidos al comienzo del estallido—. Días, en cualquier caso, tan tranquilos como una bomba. El primer viernes de marzo cercenó otros tres ojos mientras que al menos 4 mil personas salieron a manifestarse a la Plaza capitalina. Seguimos respirando la tensión de pensarnos como pueblo, de pensar un nuevo marco de acuerdos para vivir juntos. Qué es primero: ¿la regla o lo reglado?
El concierto para violín de Beethoven toma la forma sonata, cuyos orígenes ilustrados, los estudiosos lo inscriben en la larga discusión sobre la autonomía de las formas musicales. El plan sonata ofrece una estructura lógico sintáctica al discurso musical. Se base en el manejo de las nociones de reposo y tensión que permite articular una progresión narrativa en base a la presentación de un tema que desenvuelve la resolución de un conflicto. Este concierto para violín de Beethoven, el primero y último de su tipo, es escrito en medio de las campañas napoleónicas con las que Beethoven identificara la lucha por los grandes valores ilustrados y el desprecio por el poderío fútil y arbitrario de las monarquías.
La fraternidad y la igualdad entre los seres humanos fueron valores con los que comulgara especialmente el autor de Bohn, cuarto movimiento de la novena sinfonía mediante, y lograra expresar con un dramatismo profundo, revolucionando las formas habituales. En este concierto, a diferencia de lo que dictaba la tradición, el rol protagónico de solista no es el del absoluto prodigio (aunque cueste afirmarlo con el talento y virtuosismo de Richard Biaggini al arco). La voz del violín como la de la orquesta son igualmente importantes. Surge un diálogo en el cual el colectivo filarmónico es muchísimo más que acompañamiento del trabajo musical. Así la forma sonata ganó en dimensiones; no es una sola idea la desplegada, sino un diálogo que enfatiza la oposición y la asimilación de varias. La pieza resultó enérgica y brillosa sin perder profunda introspección con pasajes dulces y melancólicos. Logros de una sensibilidad política aguda que atraviesa y conecta individuo y colectivo.
Y como si se tratara de una rica discusión, el programa de concierto continuó con la impresionante cantata creada por Sergei Prokofiev para la película del año 1938 de Sergei Einsenstein, Alexander Nevsky, la primera a su regreso a la Unión Soviética. El trabajo interpretativo de la Orquesta dirigido por el maestro fue inquietante. La imponente voz humana de los coros (Coro Municipal de Santiago dirigido por Jorge Klastornick y el Coro Crecer Cantando por Andrés Bahamondes) junto con la grave dulzura de la mezzosoprano Evelyn Ramírez, dieron vida a una pieza que parece una oda a la dignidad.
Existen fragmentos de la película en youtube como este que permite ilustrar un comentario. La cinta se trata de la resistencia y de la victoria del pueblo ruso, de sonidos folklóricos tan melancólicos como heroicos, a la invasión del Sacro Imperio Romano Germánico, de marcado ritmo marcial y de sonidos ásperos y metálicos, todo hacia el año 1200. La austeridad compositiva de las tomas, las severidad de las actuaciones resultan fragmentarias sin la música. El protagonismo orquestal y la solvencia narrativa se mantuvo en la pieza que oímos esa noche. La adaptación de la banda sonora a Cantata resultó una pieza de poderosa síntesis, que interpela a una extraña distancia histórica sobre la propia experiencia y tener de ello una visión compasiva y digna del presente.
Prokofiev fue un compositor connotado del realismo socialista ruso. Momento en el que se dictaba la norma estética a los artistas y la obligación era la de comprometer al arte con la vida social y sus transformaciones. Independiente de la evidente imposibilidad de prescribir esto desde cualquier autoridad, la creatividad por sí sola reacciona, la discute y como es el caso, la desborda. Los encorsetados esquemas no perduran ante el gesto de autonomía humano. Parece ser que estamos hechos para darnos la regla con la que medimos lo que somos y no al revés.
La noche del viernes 6 de marzo salí del Teatro con el resto de gente a un Santiago convulso. Oí decir a una asistente, ante gritos y correteos del exterior inmediato: “qué contraste este, venir de algo tan sublime…”. Y es cierto, el público terminó visiblemente conmovido y agradecido del concierto. Pero me pregunto, ¿qué oyó esa mujer? ¿Qué creerá que es lo que conmueve? Por mi parte, salí creyéndome más ancha para oír lo que vivimos. Eso fue lo que me conmovió.
El Concierto 2 del Teatro Municipal de Santiago se realizará en las tradicionales jornadas dobles, durante los días jueves 12 y sábado 14 de marzo, a las 19:30 horas, instancia en donde la Orquesta Filarmónica ejecutará obras de Christoph W. Gluck, Jirí Antonín Benda, Ludwig van Beethoven y del compositor alemán Ferdinand Ries. El programa será dirigido por el maestro italiano Attilio Cremonesi.
Deysha Poyser es licenciada en ciencias biológicas de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Estudió licenciatura en estética y actualmente es doctorando en neurociencias de la misma casa de estudios. Sus intereses e investigación se enmarcan en la reflexión fenomenológica de lo vivo y la estructura de la experiencia. Cultiva su amor por las artes en su tiempo libre.
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Crédito de las imágenes utilizadas: Marcela González Guillén.