Esta obra del autor argentino Guillermo Martínez —publicada originalmente en 1993— además de seducir por el talento de su creador y por su agudeza sicológica y argumental, conmueve por la desoladora vida de su protagonista: un personaje singular, que no logró pertenecer a sitio alguno, aunque quizás alcanzó a ganar su propio e inmenso mundo.
Por Juan Mihovilovich
Publicado el 13.4.2023
«Inocencia y olvido; el que perdió el mundo quiere ganar su mundo».’
Guillermo Martínez
Se podría insinuar que la trama de esta novela es únicamente la relación intelectual entre Roderer y el narrador. Pero, claro, siendo una alusión se configura en un buen punto de partida para entender el contenido de un vínculo que, sin entrar en los planos de la amistad, sino de una eventual competencia de inteligencias inusuales, ahonda, en definitiva, en el sentido último de la búsqueda de respuestas ante el dolor de existir.
Roderer llega al pueblo de Puente Viejo a cursar estudios en la educación media. Vive solo con su madre, una mujer abnegada que procura cubrir todas las necesidades de un adolescente ávido de conocimiento a través de un sinnúmero de libros que lo acompañan a donde quiera que vaya, incluido el nuevo colegio. Allí se escuda en ellos e intenta descifrar su lugar y sentido de vida.
Al comienzo, y en una compleja medición de fuerzas, se enfrenta en un partido de ajedrez con el narrador, un jugador destacado, quien ve cómo, progresivamente, Roderer lo va asfixiando mentalmente y termina por derrotarlo, casi como si se hubiera tratado de un juego de mero trámite.
Sin embargo, a partir de ese hecho, el protagonista y narrador, comenzará a ser parte de la existencia de Roderer y viceversa.
Ambos se retroalimentarán a través de un diálogo, en ocasiones unilateral, ya que Roderer pareciera ser un trágico iluminado, que percibe la realidad más allá de lo inmediato y con una lucidez atosigante que, sin pausas, desvirtúa los razonamientos de su interlocutor.
En esa medición de poderíos lo que en verdad impulsa a Roderer es tener al frente una especie de caja de resonancia: su indiferencia ante el mundo que lo rodea requiere de alguien que entienda la profundidad de su intelecto.
La desolación de una vida
Dotado de un saber no común Roderer incursiona en autores desconocidos para la mayoría y que van nutriendo su perspicacia natural los cuales, unidos a su particular inteligencia, lo sitúan riesgosamente al borde de un desajuste de la realidad.
Aunque en tal sentido la pregunta que emerge de la historia de nuestro protagonista es que, si los demás son seres anodinos, carentes de sustancia, por ende, configuran una realidad banal cuyo desajuste les pertenece. En cambio, sus atormentadas indagaciones tienen el indefectible sello de ciertos genios, que no pueden ni quieren insertarse en un universo humano que, en el fondo y en la forma, detestan.
En ese deambular por el colegio es sindicado como un individuo raro, retraído, alejado de sus pares. No obstante, ejerce sobre el sexo femenino una atracción insoslayable. Cristina, la bellísima hermana del narrador, terminará deslumbrada por ese aire de misterio envolvente que Roderer ejerce, sin siquiera proponérselo.
Así, y en esa perspectiva, una joven, Daniela Rossi, con el alías despectivo de Maceta Rossi, por el desmesurado desarrollo de sus pantorrillas, sentirá una devoción enfermiza por Roderer, al extremo de bajar de peso en forma alarmante y derivar en una anorexia fulminante que concluirá con su muerte.
Ese hecho perturbador desemboca en que Roderer se aleje definitivamente de sus estudios secundarios.
Su misantropía se exacerbará. Se encerrará en su cuarto y prácticamente no saldrá de él. Vivirá inmerso en sus agobiantes lecturas noche y día. A ese espacio acudirá el narrador y tendrán circunstanciales pláticas sobre la insaciable búsqueda de Roderer.
Pasarán a su través Spinoza, Tomas de Quincey, sus incursiones en el opio como droga milagrosa; las novelas de Holdein, y sus análisis descarnados sobre la vinculación con el diablo como el sustrato de sus obras; en fin, Nietzsche, Goethe, Heidegger, hasta llegar al gran teorema ficcional de Seldom, que revolucionara a las matemáticas y que, el protagonista-narrador, le hiciera conocer a Roderer, luego de que aquél accediera a la universidad.
Es en esa esa propuesta intencionada, novedosa y ficticia, radica también, parte sustancial del desenlace imprevisto de la novela. Esa obsesiva búsqueda de Roderer por hallar el sentido de la existencia, lo que Nietzsche persiguió como «el nuevo entendimiento humano».
Una obra que no solo seduce por el talento de su autor y por su agudeza sicológica y argumental, sino que además conmueve por la desoladora vida de Roderer: un personaje singular, que no logró pertenecer a sitio alguno, aunque quizás alcanzó a ganar su propio mundo.
El lector decide en esta novela del argentino Guillermo Martínez (1962).
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Juan Mihovilovich Hernández (Punta Arenas, 1951) es un importante autor chileno de la generación literaria de los 80, nacido en la zona austral de Magallanes.
Entre sus obras destacan las novelas Útero (Zuramerica, 2020), Yo mi hermano (Lom, 2015), Grados de referencia (Lom, 2011) y El contagio de la locura (Lom, 2006, y semifinalista del prestigioso Premio Herralde en España, el año anterior).
De profesión abogado, se desempeñó también como juez de la República en la localidad de Puerto Cisnes, en la Región de Aysén, hasta el mes de mayo de 2021.
Asimismo, es miembro correspondiente de la Academia Chilena de la Lengua y redactor estable del Diario Cine y Literatura.
Imagen destacada: Guillermo Martínez.