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[Crítica] «Al atardecer», de Hwang Sok-yong: Un mensaje al final del día

La novela del escritor surcoreano fue ganadora del Premio Émile Guimet en 2018 y nominada al Premio Man Booker International en 2019, y Alianza Editorial la presenta en el mundo hispánico bajo la cuidada traducción de Laura Hernández Ramos y Lee Eun Kim.

Por Vivian Lavín Almazán

Publicado el 17.12.2020

Al atardecer (Alianza Editorial, 2020) es una novela que comienza en el momento en que el exitoso arquitecto coreano Minwoo Park termina una conferencia que ha ofrecido con el título de “La renovación de las ciudades y el diseño urbano”. De pronto, alguien se le acerca y le entrega un mensaje para que se contacte de forma urgente con la mujer de quien fuera un amigo de infancia, quien se haya muy enfermo.

Se podría decir que el nombre de la ponencia de Mr. Park es el gran tema que subyace a todo el libro de Hwang Sok-yong (1943): el cambio de piel de las ciudades debido a la construcción de enormes edificios y cómo afectan a los modos de vida de sus habitantes. Pero esto no es un ensayo sobre arquitectura ni sociología, sino que una novela a dos voces, la de Minwoo Park y la de Woohee Jeong, una escritora y dramaturga en ciernes que trabaja en un supermercado las veinticuatro horas del día.

La visita al amigo enfermo lleva a Mr. Park a recordar su infancia en el barrio pobre de Yeongsan, hoy desaparecido debido a esos, como los llamamos en Chile ghettos verticales, enormes moles de edificios de departamentos que concentran a cientos de familias en espacios donde antes vivían unas pocas, y que en Corea tienen una versión peor: goshiwon, las diminutas habitaciones individuales con cocina y baños compartidos.

Esos edificios son los que ha construido el propio Mr. Park, con los que se ha enriquecido y llenado de reconocimiento pero no de felicidad. Se encuentra solo ya que su hija ha preferido vivir en Nueva York y su mujer, se ha ido con ella por un tiempo.

En la soledad de su lujoso departamento recuerda los días cuando era parte de la pandilla del barrio, de la violencia imperante, la pobreza familiar y esa pequeña estrella que era su inteligencia y que le permitió distinguirse e ingresar a una de las mejores universidades de Corea, arrancando del marginal destino que era como una condena anticipada en la vida de sus amigos y de la suya.

La otra voz se presenta así: “Me llamo Woohee Jeong y ya tengo veintinueve años. Estudié Arte y soy escritora y directora de teatro novata. En un momento dado, abandoné el teatro y me busqué un trabajo para ganarme la vida”.

Y resulta que este trabajo es uno que se repite en varias otras novelas coreanas y que la protagonista explica por qué: “Si quieres ganar una cantidad aceptable de dinero, no trabajes en una tienda veinticuatro horas. De los trabajos temporales, este es el que tiene el sueldo más bajo y para quienes no sepan qué hacer cuando están solos puede ser desesperadamente aburrido. Cada situación es diferente. Sin embargo, si estudias o lees libros durante la noche, se puede decir que estás aprovechando el tiempo”.

Los dos planos, el del arquitecto exitoso y el de la dramaturga trabajadora nocturna hacen de esta novela una panorámica triste de la sociedad actual que somete a los individuos a un modelo de desarrollo basado en la autoexplotación, como lo plantea el filósofo coreano Byung Chul-Han y que el autor define como “estado de desamparo nacional”.

 

Una decepción social

Hwang Sok-yong es uno de los autores más respetados de la escena literaria coreana actual.Es premio Émile Guimet (2018) y fue nominado al premio Man Booker International (2019). Un prestigio que se ha ganado por su talento y también por su profundo compromiso. Estudió filosofía en una de las más prestigiosas universidades de Corea, como su protagonista y, pagó con la cárcel su costumbre de expresar lo que piensa.

Una vez liberado, trabajó en la construcción, lo cual le vincula nuevamente a Mr. Park. A los pocos años, Hwang partió contra su voluntad a la Guerra de Vietnam, como parte del ejército coreano. Allí le correspondió ir borrando las huellas de los civiles vietnamitas asesinados producto de la conflagración, enterrándolos para que no quedara registro.

Recuerda ese momento de su vida con asco debido a lo indigno de la tarea y las condiciones: “rodeado de muertos, ratas y moscas”. De esta vivencia nació en 1970 el libro La pagoda, que es lo que lo decide a convertirse en escritor. Su siguiente novela, La crónica del señor Han, tuvo enorme impacto debido a que se atrevió a hablar de la herida abierta de esa nación como es la separación entre las dos Coreas.

Su compromiso con la dramaturgia no es solo estético. En 1980, cuando se produjo la matanza de Gwangju, entre las víctimas estaba un grupo de jóvenes actores, una pequeña compañía que en ese momento representaba una de sus obras. Por eso es que el personaje de Woohee, que en esta novela juega el rol de la conciencia social, como una suerte de fantasma que muestra el dolor de los que callaron, es precisamente una dramaturga.

¡Qué bien le vendría la lectura de esta novela a los jóvenes estudiantes de arquitectura para entender el valor profundo de su maravilloso oficio de la construcción!

“Nuestra generación se centró en el desarrollo y en crear montañas de cemento con bloques de apartamentos que parecen cajas. Sin embargo, pagamos un precio muy alto por ello, puesto que, al convencerlos de vivir en esos bloques de apartamentos, infundimos en nuestros vecinos deseos deformados. La arquitectura no es la destrucción de los recuerdos, sino que consiste en utilizar esos recuerdos como bocetos para reorganizar delicadamente la vida de la gente. Hemos fracasado totalmente en cumplir este sueño”, dice en boca de uno de los personajes.

Los libros se explican por sí mismos por eso sorprende al lector de Hwang Sok-yong, encontrar a modo de epílogo de la novela Al atardecer, el recuerdo de parte del autor de un hecho que causó gran conmoción en Corea hace unos años para concluir: “El arrepentimiento de un individuo y el de una sociedad dejan un rastro conjunto, pero cuando lo experimentamos no nos damos cuenta que ambos constituyen un mismo cuerpo. El karma y el pasado de las generaciones anteriores dan lugar al presente de las generaciones jóvenes”.

Este arrepentimiento y la reparación es el mensaje que Hwang Sok-yong refleja en el Al atardecer, junto el ocaso, la decepción y la tristeza de un autor respecto de su sociedad, del estado de cosas universal. A pesar de todo, nos empuja a hacernos cargo de un destino colectivo pendiente.

La traducción de esta novela por parte de Laura Hernández Ramos y Lee Eun Kim denota el trabajo respetuoso y profesional de quienes saben que este libro puede cambiar el mundo, aunque sea de manera leve.

 

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Vivian Lavín Almazán es periodista, escritora y editora de amplia trayectoria en el campo de la cultura. Desde hace dieciséis años conduce programa radial Vuelan las Plumas en Radio Universidad de Chile y su versión televisiva en 13C. Creadora del Contenedor Cultural Latinoamericano Vuelan las Pumas cuyo objetivo es compartir libremente material cultural de calidad con una Red de Medios Asociados.

Autora de tres libros de entrevistas con destacados escritores, artistas, científicos e intelectuales chilenos y latinoamericanos y Mujeres tras las rejas de Pinochet, con testimonios de tres ex presas políticas de la dictadura.

Jurado del Premio Iberoamericano de Narrativa Manuel Rojas 2016. Miembro del Observatorio del Libro y la Lectura y Miembro del Comité de Recomendaciones del Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas.

Ha sido reconocida por la Sociedad de Escritores de Chile (2005), la Cámara Chilena del Libro (2009), la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile ( 2010), con el Premio a la Excelencia Periodística Pobre el que no cambia de mirada (2009) y con el Premio Alejandro Silva de la Fuente, que entrega la Academia Chilena de la Lengua (2017).

 

«Al atardecer», de Hwang Sok-yong (Alianza Editorial, 2020)

 

 

Vivian Lavín Almazán

 

 

Imagen destacada: Hwang Sok-yong.

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