Poema tras verso, en este libro del autor rumano Mihai Firică descubrimos que se nos habla directamente al oído, y que se nos promete un futuro cercano, inmediato, un ahora que ya está por llegar: se nos habla del tiempo, de las estaciones, y de todas las lenguas de la tierra, en suma.
Por Sergio Marentes
Publicado el 12.10.2022
La poesía, desde tiempos inmemoriales, ha sido usada como brújula para dirigirnos hacia algún lugar. Y han pasado generaciones, eras, glaciaciones, extinciones masivas, y todavía no sabemos hacia qué lugar nos dirige la poesía. Aún no podemos explicar qué hace que la aguja se mueva hacia ese lugar, hacia esa dirección, pero, sobre todo, nosotros, mansos, y quizás un poco suicidas, nos dejemos llevar.
Pero la poesía, además de brújula, también es ese marinero perito, o ese mismo marinero, cuando fue principiante, que se atreve a pensar y decide desobedecer, o retar, si que se quiere, a esa brújula. Y la poesía es, por supuesto, también el mar que sostiene la embarcación en donde ese marinero rebelde se burla un poco de lo que son las agujas, que es la poesía dirigiéndose hacia algún lugar que no sabemos si, también, es la poesía.
Es por esto que, cuando nos encontramos a nosotros mismos en el mar, es decir, cuando encontramos cualquier resquicio de una civilización antigua o de la que vivimos, basura, restos de comida, mensajes en una botella, cuerpos abandonados, lo que estamos hallando es a nosotros mismos, que no somos otra cosa que poesía.
Y esto, el mar, el marinero, la embarcación, los vientos, la tormenta, el norte, si se quiere, es la poesía de Mihai Firică, una especie de híbrido entre el fruto y el árbol, la tierra y el agua. Eso que, aunque nos dice o nos muestra el cauce del río, también nos dice que es un camino que podemos recorrer en cualquier sentido, y lo que vemos pasar puede ser agua, pero también puede ser lluvia y, por qué no, lágrimas humanas. Y, sin que lo notemos en primera instancia, su voz es una promesa: nos conoceremos el jueves.
Así como nuestra conciencia es permeada por los versos que poco a poco navegan hacia nosotros, a contracorriente casi siempre, el mundo perfora nuestras carnes, y el peso de nuestro cuerpo, de nuestros huesos, lo arrastramos sin saber hacia dónde, para quién o por qué, como si fuéramos hacia nuestros últimos días, y lo que sucede después, sin importar que lluevan en pétalos o espinas.
En un cajón secreto
Mihai Firică (1970), cuando dice no me digas cuándo terminará la película, funge de profeta, porque sabe que alguien siempre vendrá a decirnos que el final está cerca, que el fuego está por alcanzarnos, que el velo está por pasar en frente de nosotros, que vamos a dejar de oler el perfume del mundo.
Y es que, qué es un poeta, sino un profeta, alguien que es capaz de anunciarnos que va a subir a la cruz y luego bajar de ella sonriendo, alguien que nos dice, aunque nos esté diciendo lo peor, lo mejor que nos puede ser dicho.
Pero también un verdadero profeta, digamos poeta, guarda cosas en un cajón secreto, algo como, por ejemplo, Anillos perdidos en océanos desconocidos (NoteBook Poiesis en su Colección GreenLine – Bilingual, 2022) además de todo lo que pueda caber allí, santos, muros, páginas amarillentas, relojes de arena, el mismísimo Alejandro Magno, Ficciones de Borges, por qué no.
Lo que sí sabemos, aunque no sepamos todo de aquel poeta, es que su imagen flota en paz en las aguas sin fin, que cada vez son más profundas. Y, por qué no, que, bajo todo ello, en el fondo del cajón, esconde un par de alas, aunque parezca ser una sola, porque quien ya tiene una tiene dos, y puede volar lo suficiente para nunca dejar de volar.
Pero volviendo al mar, o al viento, porque qué es el mar sino el viento haciendo de las suyas, podemos imaginarnos una barca hecha de carne, que haya partido de un puerto cualquiera hacia otro puerto cualquiera. Y estando sobre ella, tal vez nos demos cuenta de que nosotros somos esa barca. Eso es la poesía que florece en estos poemas: afirmaciones, revelaciones, nacimientos.
Poema tras poema, en este libro descubrimos que se nos habla directamente al oído, se nos promete un futuro cercano, inmediato, un ahora que ya está por llegar. Se nos habla del tiempo, de las estaciones, de todas las lenguas de la tierra.
En efecto, aquí, en medio de las nubes, la lluvia, la tierra y lo verde hay animales, hay mitos que circundan la palabra, el discurso del poeta que nos invita, pero que, sobre todo, nos anuncia lo que está por venir, lo que nos va a suceder, lo que vamos a vivir, quizás lo que vamos a hacer y, ojalá sea el caso de muchos, lo que vamos a ser.
Y, cómo no decirlo, si lo vamos a vivir al leerlo, también aquí encontramos una voz capaz de contarnos la guerra, lo que sucedió y aún sucede ante ojos humanos, lo que personas como nosotros, y quizás menos favorecidas, tienen que vivir ante un conflicto bélico, tras un olvido, tras un desierto que se comió un pueblo, tras el olvido del mar.
Quizás aquí es donde radica la pureza de la voz del profeta que nos regala Anillos perdidos en océanos desconocidos: es capaz de dejar huella y es capaz de hacer que sigamos sus huellas. Sobre todo, es capaz de hacernos cantar mientras somos las huellas.
Y, casi parafraseándolo, porque eso es lo que hacen los poetas con los poetas, y los lectores de poesía con los poetas, y la poesía con los poetas, y los poetas con la poesía, no tengo para decir sino adiós. No, mejor hasta la vista, porque, aunque no sepamos hacia dónde nos dirige la poesía, la voz de Mihai Firică sí nos lleva hacia algún lugar, tal vez hacia un océano desconocido.
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Sergio Marentes (Bogotá, 1983). Narrador y poeta colombiano, cabecilla del Grupo Rostros Latinoamérica, fue editor de las revistas Literariedad, y Esteros. Asimismo, fundó y dirigió el colectivo poético Regálate un poema. Su amplia obra literaria completa está siendo publicada en una colección especial de la editorial colombiana äëïöü.
Imagen destacada: Mihai Firică.