La ópera prima de la escritora y abogada chilena Carla Retamal Pacheco es una suerte de oscura novela de iniciación tardía, que discurre entre carnavales andinos, danzas nortinas que saltan por las calles y crímenes ligados al narcotráfico y la corrupción gubernamental.
Por Juan José Podestá
Publicado el 7.1.2025
«Alto Hospicio es una composición caótica y variopinta, pincelada salvajemente sobre el desierto», es el inicio de la novela Diablas (Aguarosa Libros, 2024), de la escritora Carla Retamal Pacheco (Talcahuano, 1982).
Sugestivo arranque para un texto que dibuja la caída en descenso, la descomposición vital de una mujer en el desorientado paisaje que es el desierto chileno.
Elena es una abogada que aterriza en Iquique para trabajar en Alto Hospicio, buscando ampliar su experiencia como profesional del derecho en una oficina pública de la ciudad.
De ahí en más, sobreviene lo que podríamos llamar una gradual debacle en la vida de la mujer: encargada de tramitar las causas judiciales de violencia intrafamiliar, es testigo privilegiada de los horrores de una brutalidad que parece estar incrustada en la tierra misma, tatuada en las dunas y cerros del inmenso tierral circundante.
Sobrexplotada laboralmente, observadora de la enorme precariedad social del entorno, arrastrada por momentos a una espiral de excesos en la noche iquiqueña, Elena inicia una fuga a un desierto personal, vinculado a la problemática relación con su madre, ciertos romances fallidos y una creciente culpa por una vida que considera banal y superflua.
Es la noche de su propio territorio desértico: «Me quedé sola, inmóvil, horrorizada de mí misma. Mi única compañía era la máscara, que siempre sonreía. En el parlante sonaba Satelite of love de Lou Reed. Sin contar las veces que nos agarramos de las mechas con una amiga cuando éramos chicas, esta era la primera vez que incurría en una acción así de agresiva. Era la escena de una de mis causas de violencia intrafamiliar. Ni más ni menos. Yo era igual a los imputados que procesaba», expresa Elena luego de un suceso que deben leer.
Perder el norte
Diablas es una suerte de oscura novela de iniciación tardía, que discurre entre carnavales andinos, diabladas saltando por las calles y crímenes ligados al narcotráfico y la corrupción gubernamental.
La protagonista parece estarnos diciendo a cada instante que en cualquier momento el seco paisaje externo es no sólo reflejo de un vacío existencial, sino de una comunidad que, extraviados los puntos cardinales de la convivencia, enfrenta el desolado espectáculo de su propia devastación: hombres y mujeres que han perdido el norte.
Perder el norte es un nombre posible para Diablas, título que parece invertir el refrán: Más sabe el diablo por viejo que por diablo, ya que los personajes que circulan por el texto van cargados con adobes, muertos, áridas pampas y secretos inconfesables.
Los aztecas veían al color negro como símbolo de la guerra y la muerte, pero también designaba un punto cardinal preciso: el norte.
Tal como en este texto, en donde la oscuridad y el territorio nortino conversan un relato a la vez mortuorio, realista, vital y fantasmagórico: «Sentí compasión por mí misma: corriendo en la oscuridad más definitiva, atacada por los gritos inarticulados del desierto más triste que haya conocido la humanidad».
La prosa de la novela refleja el altiplano: hay pasajes cuya redacción a veces nos acercan al árido y calcáreo lenguaje jurídico, y en otros emerge una escritura poética, más cercana al espectral y alucinado desierto de Atacama y sus cerros:
«De pronto, divisé la silueta espectral de una momia chinchorro, que parecía haber brotado de la tierra, justo en medio de la explanada. Se mimetizaba con la arena y parecía estar fabricada con los mismos ingredientes del desierto: magma, minerales, polvillo de rocas», reflexiona la narradora.
Diablas es una novela que compone un desierto en equilibrio precoz, a punto de volarse por una tormenta de arena. Al igual que uno de los personajes más interesantes de la obra, La Lagartija, este texto establece un pacto con el desierto y sus profundidades más abisales.
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Juan José Podestá nació en Tocopilla en 1979. Tiene seis títulos publicados: Novela negra (Cinosargo 2010), El tema es complicado (Narrativa Punto Aparte 2013), Playa Panteón (Narrativa Punto Aparte, 2016), Derechos de propiedad (Editorial Aparte, 2020), Chonpen (Navaja, 2022) e Isla Podestá (Narrativa Punto Aparte, 2023).
Imagen destacada: Carla Retamal Pacheco.