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[Crítica] «Diablas»: Murallas infranqueables para los ciudadanos de a pie

Con la ópera prima de la abogada y escritora Carla Retamal Pacheco, el lector estará complacido de apreciar una novela que atrapa desde el primer momento, y que lo sumergirá, a través de un lenguaje ágil, en el submundo de la justicia en Chile.

Por Julio Henríquez Munita

Publicado el 27.9.2024

«Jamás había atravesado una ruta tan despejada, parecía no existir un principio ni un final, tan abandonada y solitaria, que parecía estar al límite de la vida, como cayéndose a un precipicio, a un paso de la muerte. Sin embargo, se sentía como un lienzo en blanco, de posibilidades infinitas. Los bosques exuberantes que siempre me rodearon en el pasado, habían sido abrigos protectores de la lluvia o del sol. En este escenario, en cambio, todo estaba irrevocablemente a la vista».

Este extracto de las primeras páginas de la novela Diablas, ópera prima de la autora Carla Retamal Pacheco (Talcahuano, 1982), funciona como una especie de prolepsis o anticipo del viaje interno que realizará Elena, la joven abogada y protagonista de esta narración.

La heroína del relato —fiel al arquetipo— decide salir de su zona de confort, un espacio representado por la capital de Chile y por el sur del país, para internarse en un mundo ignoto, donde las leyes que conocía, se deconstruyen y se rearticulan en función de poderes ocultos, en que la garra del narcotráfico y la violencia familiar, constituyen murallas infranqueables para los ciudadanos de a pie.

Y aun así, Elena intenta doblarle la mano al destino, porque en esa empresa ella quiere demostrarse a sí misma que puede encontrar su propio camino en términos laborales, en el ámbito de las relaciones de pareja y en ese vínculo conflictivo que mantiene con su madre.

En cierto sentido, se trata de una novela de iniciación pero que también puede inscribirse en el género del neopolicial.

 

El submundo de la justicia en Chile

En mi lectura, sin embargo, es el espacio la dimensión que nutre a esta novela de un rasgo distintivo. Gastón Bachelard en 1957 ya reflexionaba sobre este como una extensión de nuestro ser. Para Foucault, el espacio era un protagonista relevante en las relaciones de poder.

Así, en el campo de la literatura, particularmente en los relatos, Lotman y Bajtin, lo consideraban un personaje más que participa de las acciones. En el mundo de los escritores, Julio Cortázar y Mariana Enríquez, han hecho del espacio un personaje protagónico, capaz de conducir el destino de los personajes de carne y hueso.

Porque en Diablas, la trama se desenvuelve en espacios que marcan la acción y los comportamientos de los personajes.

Iquique y Alto Hospicio operan como las antípodas de un mundo de transformación para Elena, el desierto funciona como puente o zona liminar, un espacio de epifanía y ritos que iluminarán las decisiones de la joven abogada, el tribunal, la oficina de trabajo, son estadios en el descenso de la heroína: requisitos insalvables para el conocimiento interno profundo.

Por otra parte, el tugurio vestido de cabaret, donde se dan citas héroes y villanos, abogados y narcos, simboliza el carnaval, las coordenadas donde los límites se diluyen y la alienación surge como ilusión de escape de un laberinto sin salida.

Con todo, hay muchas otras lecturas posibles para Diablas. El lector estará complacido de leer una novela que atrapa desde el primer momento, y se sumergirá, a través de un lenguaje ágil, en el submundo de la justicia en Chile (tema contingente en nuestro país en las últimas semanas), conocerá personajes entrañables y alejados de un maniqueísmo artificial, y también asistirá al descenso y ascenso de la heroína.

Pero toda esta batería de posibilidades, tan bien estructurada por la autora, estará guiada por el tránsito de la protagonista a través de un espacio de múltiples capas: envolturas vivas, complejas y autónomas, que harán de Diablas, una experiencia que no dejará indiferente a nadie, menos a Elena:

«Bastaba solo una mirada para entender que el desierto estaba allí, omnipresente, dentro de ellos, pero también dentro de mí: en sus ojos veía reflejada mi propia pertenencia a esa tierra. A veces, el corazón impenetrable del Desierto de Atacama se abre de par en par a quienes tienen la suerte de ser alcanzados por su soplo. Entonces sentí una nostalgia anticipada, una añoranza de ese mundo del que había sido parte y que me había acogido con los brazos abiertos, sin juzgarme jamás».

 

 

 

 

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Julio Henríquez Munita (Viña del Mar, 1969) es un escritor y tallerista, ingeniero civil industrial (Universidad de Chile), magíster en literatura (Universidad de Chile) y máster en escritura creativa (Universidad de Sevilla).

Es autor del libro de cuentos La primera piedra (Editorial La Trastienda, Santiago de Chile, 1999), las novelas Campanadas de luz (Editorial por un Mundo Mejor, Santiago de Chile, 2004 ), Antes del leteo (RIL editores, Santiago de Chile, 2012), Laberintos del presente (Simplemente Editores, Santiago de Chile, 2023) y de seis libros de relatos en coautoría.

 

«Diablas», de Carla Retamal Pacheco (Aguarosa Libros, 2024)

 

 

 

 

Julio Henríquez Munita

 

 

 

Imagen destacada: Carla Retamal Pacheco.

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