Luego de los acontecimientos de la primera parte de esta saga, ocurridos en el planeta Arrakis, el joven Paul Atreides (Timothée Chalamet) se une a la tribu de los Fremen y emprende un viaje espiritual y marcial para convertirse en el mesías prometido, lo que dará inicio a una Guerra Santa en su nombre, y la cual se extiende por todo el universo conocido.
Por Rafael Jaramillo Avellán
Publicado el 22.3.2024
En 2021 tuvimos una entrega que se convirtió en una de las series cinematográficas favoritas del género de la ciencia de ficción a inicios de esta década.
La ambición de Denis Villeneuve (1967) por continuar esa historia lo lleva a apostar por una secuela a gran escala donde la acción, los temas tratados y una moderada dosis de comedia, le hacen llevar hacia un alto lugar artístico, tanto el nombre de su material fuente (la novela de Frank Herbert) como al título de su antecesora.
De esta forma, nos encontramos con una historia, que si bien arranca un poco «lenta», se compensa más adelante en un ritmo trepidante, revelaciones y tópicos profundos que resuenan bastante con nuestra realidad, dando una sensación única e inmersiva bajo esta narrativa futurista.
Nuestro protagonista se ve envuelto en una odisea de descubrimiento y de aceptación de su destino, el cual, si bien no lo ha escogido él, se convierte en algo inevitable. Esto lo llevará a evolucionar bastante a lo largo del filme al igual que sus seres cercanos, los cuales se enfrentan al peso de sus roles en la historia del «elegido» Paul Atreides.
La majestuosa banda sonora de Hans Zimmer
Denis Villeneuve ensambla un gran equipo que entrega las mejores escenografías acompañadas de un estilo visual asombroso. Aplaudo mucho la ejecución de toda ambientación que involucre a los Fremen interactuando o peleando en la arena, ya que la totalidad de esta secuela se desarrolla en Arrakis, el planeta duna.
Lograr estas hazañas son dignas de reconocimiento en el cine, y parte de eso se complementa con la majestuosa banda sonora del mítico compositor Hans Zimmer. Qué belleza de sonido y de música que acompañan a la totalidad de las secuencias en Duna: parte dos. Logran elevar la densidad estética de misma, haciendo de esta una obra audiovisual una producción simbólica altamente disfrutable y épica.
No solo eso, sino que en esta ocasión tenemos un desarrollo en mayor profundidad de los temas más míticos y tabús de la historia. La leyenda de un mesías que llega a salvar un pueblo entero de la opresión no es cosa nueva, pero adaptada a la cultura y al folclore que creó Frank Herbert en su novela, se convierte aquí en una pieza renovada, lista para ser explorada en sus múltiples matices artísticos.
Gran parte del relato se desarrolla en la relación entre nuestro protagonista, su madre y su pareja (Zendaya), en esta fábula de la llegada del gran profeta que llevará de vuelta a los Fremen a la gloria. Ese éxtasis es el elemento dramático que nos lleva a tener giros de trama que no ves venir y una construcción de la narrativa que converge en una gran batalla cósmica, de escalas épicas.
Si bien tengo mis reservas con respecto a las comparaciones que se están haciendo con Star Wars y El señor de los anillos, no hay duda alguna que Duna: parte dos es un excelente filme de ciencia ficción y una gran secuela.
La escala es grande, sí, pero no estoy convencido de que este largometraje sea el evento audiovisual que marcará la historia de mi generación. Si me equivoco, será dentro de unos años cuando recién lo sabremos, pero por el momento, no se pierdan de esta singular experiencia en las salas de cine.
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Rafael Jaramillo Avellán (Guayaquil, 1994) estudió ingeniería civil en el Tecnológico de Monterrey (México) y actualmente cursa una maestría en innovaciones pedagógicas en la Universidad Casa Grande (Ecuador).
Amante del audiovisual desde muy pequeño, lleva siete años escribiendo crítica de cine y ha colaborado con revistas tanto físicas como digitales. Sus escritos pueden encontrarse en su blog personal.
Tráiler:
Imagen destacada: Timothée Chalamet.