Se acaba de estrenar en la plataforma de streaming Netflix, el filme inspirado en la conmovedora investigación periodística del narrador estadounidense Charles Graeber (basada en los crímenes de un asesino serial que trabajaba en el área de la salud), y una obra audiovisual que, dirigida por el realizador danés Tobias Lindholm, se encuentra protagonizada por los famosos actores Jessica Chastain y Eddie Redmayne.
Por Nicolás Poblete Pardo
Publicado el 27.10.2022
The Good Nurse. A True Story of Medicine, Madness, and Murder es un libro que su autor Charles Graeber publicó el año 2013, ahora transformado en película y estrenado hace unos días en la plataforma de Netflix.
En el libro, el autor explica que investigó el escalofriante caso del asesino en serie, Charles Cullen, denominado El Ángel de la Muerte por su implicancia en alrededor de 300 (quizá 400) muertes, un récord sin par, durante más de seis años, entrevistando a docenas de fuentes, incluyendo al mismo Cullen (quien fue arrestado en 2003).
Uno de los aspectos más relevantes, indica el autor, es la personalidad de Cullen, un hombre complicado que, aparte de sus conversaciones con el entrevistador, nunca hizo una declaración pública o concedió entrevistas a medios de prensa. La comunicación entre ambos duró muchos años, y comenzó con el estrambótico intento del condenado de donar un riñón desde la cárcel.
El filme se centra en unos pocos casos y en la relación que Charlie desarrolla con una enfermera en su flamante hospital. Ha trabajado en varios otros, en los que ha habido sospecha de su rendimiento, y de los que ha sido despedido, pero sin repercusiones. De hecho, como se explica al final de la película, los hospitales donde asesinó a cientos de personas, ni siquiera han sido procesados por negligencia.
Así, el filme plantea varios conflictos, partiendo por lo que no creemos, por lo cerca que está. Esa incredulidad, ese poner las manos al fuego por alguien a quien creemos conocer, solo nos recuerda que nunca terminamos de conocer a las personas, ni siquiera a las más cercanas.
400 muertos atrás
Aquí múltiples prejuicios colaboran para diferir la sentencia y la final admisión; el primero: hombre blanco. Esta carta es infalible a la hora de evadir filtros delictivos y evidencia la impunidad que otorga en los Estados Unidos ser hombre y blanco.
Un enfermero afroamericano, latino o inmigrante reciente, habría tenido a las autoridades encima del caso en tiempo récord. Al estilo de Jeffrey Dahmer, el caso de Charlie Cullen entra en la categoría de criminal impune que perpetra innumerables asesinatos antes de que, a regañadientes y con infinitas volteretas, se tome realmente en serio el calibre de su actuación.
Otra deprimente y veraz revelación es la del amor vista como una energía equivalente a la necesidad y la desesperación, producto de un sistema que no deja opción, porque el precio de la consumición excede con creces el valor real de la necesidad.
Aquí hay más de una usurpación: la del cuerpo femenino que debe disfrazarse (tal como la hija de la protagonista enfermera, a quien, en una representación teatral para el colegio, le objetan su actuación y le exigen vestirse como hombre, ya que ‘alcaldes’ mujeres, aunque las hay, no son dignas de la puesta en escena); usurpación de la credibilidad, pues, aunque mujer y blanca, su agencia es limitada en un sistema en el que la salud es el mercado por excelencia.
Es ese mismo sistema en el que Cullen prosperó, saltando de hospital en hospital sin ningún problema, ya que era más fácil despedirlo de su trabajo que lidiar con las problemáticas que el sistema legal representa en un caso como este.
Allí Cullen se transformó en el asesino serial más exitoso del que tenemos noticia. Sin balas ni metralletas, sino en silencio, con la tranquilidad que le daba un sistema letárgico, burocrático, que iba mil pasos más atrás de sus maniobras, o sea, 400 muertos atrás.
«¿Por qué?», le pregunta ella en el momento final de la película, y él responde: «No me detuvieron».
Lejos de las grandes urbes
Pero el verdadero drama es el de los paramédicos y sus precarias existencias. Los trabajadores del hospital, donde luchan por reponer papel higiénico e insumos básicos. Aquí están las enfermeras que no se atreven a hablar por temor a perder su trabajo.
De esta forma, la escena en el «diner», que está siendo escuchada por los detectives, es magistral, precisamente por lo audaz de la actuación de esta enfermera, que padece una enfermedad al corazón y que cría sola a dos hijas, porque rema contra toda corriente.
Su actuación devela la impunidad, lo burocrático e ineficiente del sistema oficial, que relega a las víctimas a un destino de silencio y ostracismo, de resentimiento e impotencia. Deja a las víctimas dañadas de por vida y patéticamente compensadas con veredictos tardíos.
Este montaje podría permitir observar, desde un contexto diverso, pero relacionado con el manejo legal de determinadas mediaciones, el juicio que hace un tiempo protagonizaron Johnny Depp y Amber Heard, donde lo más llamativo era ver los montos de dinero por los que se demandaban cada cual, con los consecuentes entourages abogaciles, decoraciones de paparazzis, proyectos y promesas de adaptaciones fílmicas, que homenajeaban a esta sociedad del espectáculo mediático, dejando muy claro que lo que se buscaba no era justicia (como la concebiríamos desde nuestras sociedades traspasadas por dictaduras, desapariciones, usurpaciones, relocalizaciones, etcétera) sino dinero, al nivel que el drama conducía a la terrible ecuación: justicia=plata.
¿Qué es la justicia sin una compensación económica? ¿Por qué yo, que soy una enfermera que a duras penas se mantiene, voy a tomarme la molestia y el tiempo para dedicarlos a un objetivo tan mezquino? ¿Por un mero «perdón»?
Esto se refuerza en el filme, con la protagonista temiendo por su trabajo e incluso por el trabajo de una colega en otro hospital donde el asesino ha trabajado.
No cualquiera se conforma con poco, y quizá ahí está el átomo de heroísmo en lo que representa la dramatización de Jessica Chastain. ¿Qué es eso? ¿Es conciencia ética? ¿Es convicción religiosa?
Muchos temas que considerar en esta adaptación de The Good Nurse, que, además, logra retratar esos ambientes norteamericanos alejados de las grandes urbes; esos parajes del midwest que parecen tierra de nadie pero que están considerablemente poblados, y que prosperan en múltiples áreas.
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Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es periodista, profesor, traductor y doctorado en literatura hispanoamericana (Washington University in St. Louis).
Ha publicado las novelas Dos cuerpos, Réplicas, Nuestros desechos, No me ignores, Cardumen, Si ellos vieran, Concepciones, Sinestesia, Dame pan y llámame perro, Subterfugio y los volúmenes de cuentos Frivolidades y Espectro familiar, y la novela bilingüe En la isla/On the Island.
Traducciones de sus textos han aparecido en The Stinging Fly (Irlanda), ANMLY (EE.UU.), Alba (Alemania) y en la editorial Édicije Bozicevic (Croacia).
Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.
Tráiler:
Imagen destacada: El ángel de la muerte (2022).