[Crítica] «El lugar de la otra»: Un filme inconcluso y carente de conflicto

Al fin se estrena en las salas locales el esperado primer largometraje en el género de la ficción audiovisual, de la destacada realizadora nacional Maite Alberdi Soto. Protagonizado por las actrices Elisa Zulueta y Francisca Lewin, la obra de época se encuentra inspirada en un pasaje del libro «Las homicidas», de la escritora Alia Trabucco: el asesinato de Roberto Pumarino, a manos de su amante, la novelista María Carolina Geel, en los comedores del desaparecido Hotel Crillón, ocurrido en el Chile de 1955.

Por Enrique Morales Lastra

Publicado el 1.10.2024

El crítico argentino Diego Battle, anotaba a propósito de El lugar de la otra (2024), de Maite Alberdi Soto (1983): «Es una buena película, pero quizás algo convencional como representante latinoamericana en la sección principal de un festival como San Sebastián».

Desde Chile, asimismo, nos preguntamos las razones del porqué un filme tan solo correcto, pero en ningún caso sobresaliente, pudo haber sido elegido doblemente para representar a la industria audiovisual local (en campañas financiadas con recursos públicos), tanto para competir en los premios Goya como Oscar del próximo año, por la ignota Academia de Cine nacional.

En efecto, El lugar de la otra reitera lo mejor que le conocemos a Maite Alberdi: su radiografía del instante, en el detener el foco de su lente sobre gestos mecánicos y cotidianos, aunque esenciales, y en esta ocasión casi de una forma pictórica: cuando Mercedes (Elisa Zulueta) le sirve la comida a sus dos hijos, por ejemplo, y la cámara posa su mirada encima de la cuchara que deja caer el estofado en el plato de esos chiquillos santiaguinos de la década de 1950.

Lo más destacado del primer largometraje de ficción de Alberdi Soto es su fotografía, a cargo de Sergio Armstrong, en especial el tono sombrío y el efecto de ciertos colores, a fin de recalcar el contexto temporal de la acción dramática, después viene la actuación de Zulueta, la banda sonora, y por último el diseño de arte y de escena, que pese a sus esfuerzos por recrear el Santiago de 1955, comete un error imperdonable: reemplazar la fachada todavía existente del Hotel Crillón (en la esquina de calle Agustinas con el Paseo Ahumada), por el frontis de un edificio semejante al Liguria de Lastarria o de la Casa Central de la Universidad Diego Portales en Manuel Rodríguez Sur.

Otros entornos que se rescatan: el Club de la Unión (que pese a su quiebra operativa es uno de los pocos lugares que se mantiene inalterable al paso del tiempo en la capital de Chile), la contigua calle Nueva York, la fachada del Tribunal Constitucional, y la punta de diamante que conforman el pasaje Ismael Valdés Vergara con la calle Monjitas, a un costado del Parque Forestal.

Menciono, otra escena para el olvido (en términos de continuidad narrativa y de escenificación), si tomamos en cuenta que este filme (será impulsado en su campaña de difusión con «dineros de todos los chilenos», según se acostumbra a decir en estos días, en diversas tribunas), representará al país en los Goya españoles y en los Oscar estadounidenses de 2025.

Una estatuaria Francisca Lewin (quien interpreta a la escritora homicida María Carolina Geel), sale de su departamento al lado del Forestal a arrojar una moderna aspiradora (un «chancho») que le regaló su con posterioridad acribillado amante Roberto Pumarino (Nicolás Saavedra), hacia las turbias aguas del río Mapocho.

Pero Lewin (vestida con bata, en ropa de dormitorio) no lanza la aspiradora desde el puente Loreto o desde el puente Purísima (los más cercanos a su domicilio, situado en la mencionada punta de diamante de calle Monjitas con Ismael Valdés Vergara), sino que recorre kilómetros de distancia (en la realidad diegética) para ir a tirar ese artefacto que insultan a su autonomía y a su dignidad como mujer libre e independiente… al puente peatonal Condell… en plena comuna de Providencia.

Es decir, que en la ficción «de época» de Alberdi, la actriz habría cruzado a pie en dirección hacia el oriente de la ciudad —frenética y en verdadero delirio emancipatorio— gran parte del Parque Forestal, la Plaza Italia y largas hectáreas del Parque Balmaceda, con el propósito de deshacerse de esa afrenta doméstica (el obsequiado «chancho»), desde arriba de un puente que, con todo, ni siquiera existía en 1955…, tal como lo conocemos hoy en día (2024).

Increíble.

 

Los actores Nicolás Saavedra y Francisca Lewin en una escena de «El lugar de la otra», de la directora Maite Alberdi

 

Una María Carolina Geel ausente y pasmada

En lo que respecta al conflicto dramático, y pese a que El lugar de la otra apenas tiene un metraje de 95 minutos, su visionado se hace eterno, precisamente por aquello, por la ausencia de una problemática o cambio radical que afecte a su protagonista (la actuaria de un antiguo Juzgado del Crimen, de nombre Mercedes).

Más allá de que hacerse cargo del caso judicial de María Carolina Geel (una escritora que solo tuvo fama debido al asesinato que perpetró) junto a su superior (el magistrado de marras, y abordado aquí en una gran caracterización de Marcial Tagle) jamás queda muy claro, a través de las secuencias, la contraposición de fuerzas dramáticas o de emociones, que propiciarían una modificación vital en la existencia de los días de Mercedes, luego de vislumbrar que otras mujeres (gracias a diversos factores materiales, sociales y culturales), acceden a una experiencia humana, sexual, familiar y sentimental, bastante distinta a la suya.

Las escenas transcurren, y Mercedes (Zulueta), llegará a transformarse en una gran lectora (memorable es la escena cuando tiene entre sus manos el Altazor de Vicente Huidobro, apoyada en el dintel de una ventana y con el San Cristóbal a sus espaldas); pero queda la incógnita de si adoptará una actitud opuesta o discrepante frente a sus circunstancias cotidianas actuales, que si bien tampoco la tienen atenazada, menos la oprimen en demasía, como para fugarse e intentar otro destino o amores, por ejemplo.

Así, y en esencia, el conflicto o pugna interna de la protagonista se encuentra lejos de resolverse y de apreciarse en su real magnitud emocional y física, por lo menos en la diégesis cinematográfica que ofrece esta ópera prima en el campo de la ficción, debida a Maite Alberdi Soto.

Los pasajes dedicados a las declaraciones de los testigos del juicio, seguido después del crimen acontecido en los comedores del Hotel Crillón, entregan una frescura, agilidad y cierta persuasión retórica que el resto de los diálogos del filme carecen o simplemente no tienen.

Queda la sensación que tal vez el filme pudo haber adaptado o tomado del texto de Alia Trabucco, la inspiración para adentrase profundamente en la previa del asesinato en el Crillón, haber realizado un trabajo de investigación judicial o periodístico en torno al hecho, y de esa manera haber intentado ficcionar o de frentón especular en los motivos y (sin)razones que tuvo la autora de Cárcel de mujeres, a fin de acribillar a su amante en un lugar público, a sangre fría como se dice, y bastante recurrido por un sector de la élite de esos años.

Por otra parte, el personaje de María Carolina Geel (Francisca Lewin), resulta desaprovechado cuando no subvalorado, y la rubia actriz ofrece un rol por debajo de sus posibilidades interpretativas, que sin dudar, se atestiguan como una de las mayores de esta plaza audiovisual y teatral.

Con todo, la «homicida» retratada por Alberdi peca de una innecesaria afectación postraumática, que asemeja a una cierta insustancialidad de caracterización psicológica, antes que a otro estadio personal e inclusive existencial de la errática y extravagante narradora, que sin negarlo debió haber sido una mujer en extremo compleja, y presa de un histerismo poco habitual en sus horas más íntimas.

En ese sentido, El lugar de la otra, con su precipitado final —que se aprecia bajo la estética propia de un cierre de capítulo de una miniserie filmada para el streaming— en sí misma es una obra audiovisual deficitaria, formalmente correcta (cuenta en su equipo de producción con uno de los más reputados directores de fotografía del país), pero con un guion que jamás despega, y un crédito con groseros detalles de recreación de época, imperdonables para un largometraje que pretende disputar los mayores galardones destinados a la industria audiovisual de esta parte del mundo.

Disponible desde el próximo viernes 11 de octubre en la plataforma Netflix, El lugar de la otra se proyecta exclusivamente en la sala Ceina del Centro Arte Alameda, hasta el domingo 6 de octubre.

 

 

 

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Tráiler:

 

 

Imagen destacada: El lugar de la otra (2024).