Icono del sitio Cine y Literatura

[Crítica] «El verano y toda su ira»: El drama vital de una generación

Admiro en tu novela, Gonzalo Contreras Fuentes, no solamente tu estilo literario que es casi perfecto —manejo de los tiempos narrativos, la creación de espacios y la psicología de los personajes— sino que valoro, además, tu coraje de levantar el velo puesto sobre la intimidad propia de una época.

Por Pablo Errázuriz Montes

Publicado el 3.3.2025

He disfrutado mucho tu novela El verano y toda su ira. Me ha hecho recordar La insoportable levedad del ser de Milan Kundera. Por sobre aquella, la tuya me ha interpelado personalmente porque nos habla de nuestra generación, tiempo y espacio.

En los Cerna veo cercanas, muy cercanas, experiencias vitales que nos han acompañado en nuestra inconsistente subcultura de tiempos líquidos. Te desplazaste diez o nueve años hacia adelante presumo, por pudor a que alguien se pusiese a escarbar «quienes son los Cerna». El hecho es que diseccionas una tipología humana dramáticamente cercana.

Admiro en la novela, no solamente tu estilo que es casi perfecto (manejo de tiempos, espacios y personajes). Admiro, además, tu coraje de levantar el velo de la intimidad de nuestro drama vital como generación local.

En lo poco que he escrito de ficción, busco escudarme de mostrar mi alma, al escribir del pasado. Desde niño he ocultado los aspectos dionisíacos de mi existencia. Temo levantar ese velo. Si escribiese en tiempo contemporáneo, estaría obligado a hacerlo. Es una estupidez es cierto. Pero quien no tiene su tara por ahí.

Con todo, en el lanzamiento del libro, al pedirte la dedicatoria, te pregunté «si teníamos orilla». Me dijiste que no, pero creo me entendiste que la pregunta estaba referida a la novela.

Por la alocución del presentador presumí que efectivamente en la novela no había orilla y que la obra estaba permeada de aquella insoportable levedad con que Kundera nos interpeló. Mi pregunta se refería, no a la ficción sino a la realidad.

Acaso tú, crees que el mundo tenga esa orilla. Huxley, Coetze, Böll, Kundera y tantos otros —ahora Contreras— nos relatan en la ficción un mundo sin orillas, donde los personajes son náufragos que al cabo zozobran.

 

El ser eterno de las cosas

Desde luego somos hijos de un tiempo en que hay pocos maderos para aferrarse en este naufragio. La cuestión es que, por precaria que sea la balsa, es distinto para el náufrago avistar o no, una orilla hacia donde rumbear.

Cervantes, quizá para tomarle el pelo a la Santa Inquisición, intitulo sus novelas cortas como Novelas ejemplares. En realidad, no lo son. Son más bien satíricas. No me refiero a eso. No me refiero a moralizar a través de la ficción. Sería una pretensión ridícula. Más aun en nuestra época disoluta.

A diferencia de nuestro siglo precedente donde hemos vivido dos tercios de nuestra vida, en el siglo XIX muchas celebridades literarias describen la tragedia dionisíaca de la existencia, pero inspiran, algunos larvadamente y con elegancia literaria para escapar de la moralina, un deber ser del mundo.

Es decir, hacia donde podría estar el bien, la belleza y la verdad. Un mundo apolíneo que subyace al real tosco e imperfecto de la realidad.

Nuestro tiempo es el más prolífico en escritura de toda condición y estirpe. Mi pregunta apunta a, ¿puede la novela y la ficción artística en general, aportar una orilla?

Conjeturo que la ficción es una buena fórmula para escapar de las ideologías y de las hostigosas concepciones del mundo. Estamos hartos de la presuntuosa estupidez de nuestros ensayistas contemporáneos de poner la carreta (las ideas) delante de los bueyes (la realidad).

La novela, desacoplada de la realidad contingente y sin compromisos con nadie, puede liberarse de esa carga y mostrar implícitamente el ser eterno de las cosas, porque paradójicamente relata la realidad absoluta de seres que no existen y no de las ideas de la realidad que el ensayismo contemporáneo, en su fatal y proterva ligazón con el poder, pretende abarcar.

 

 

 

 

***

Pablo Errazuriz Montes (Santiago, 1958) es abogado graduado de la Universidad de Chile y escritor autodidacta. Retirado de su actividad profesional, ha puesto toda su energía en la comprensión de nuestra realidad contingente e histórica, a través de sus estudios literarios, filosóficos y en la escritura creativa.

Propone en sus monografías y en sus dos libros publicados (la novela Guerra, tragedia y destino y la autobiografía ¡Dios mío, que he hecho de mi vida!), un enfoque ecléctico pero intencionado, en el afán de escarbar en las profundidades del alma humana y de Chile.

 

«El verano y toda su ira», de Gonzalo Contreras (Editorial Seix Barral, 2025)

 

 

 

Pablo Errázuriz Montes

 

 

Imagen destacada: Gonzalo Contreras Fuentes (1958).

Salir de la versión móvil