Este libro no se encuentra escrito por tres autores, sino que por dos voces, a través de un lenguaje donde el imputado y el juez se reconcilian en una visión que da al texto un sentido ausente —en la retórica repetida y casi vacía de contenido humano—, haciéndolo —finalmente— comprensible para el ser profano.
Por Roberto Contreras Olivares
Publicado el 15.9.2023
La belleza de las palabras es algo que no está en duda, pero su efecto, por la oscuridad del empleo que de ellas se hace, suele restarles brillo y lozanía, y aun se transforman en estériles. Una palabra ajada es una mala palabra.
Así, lo que hacen la jueza Constanza Acuña Sauterel y los jueces Víctor Ilich y Jorge Parragué López, en esta obra novedosa: En cana. Lenguaje claro, es proclamar que el lenguaje es algo útil, que se transforma y tiene, algunas veces, diversos rostros, que se amalgaman y pueden ser armoniosos y prístinos.
En el capítulo II: A la otra orilla. Declaración del imputado, se aprecia:
En otras palabras, aquí cuentas “tu verdad”, la firme, la legal, la pulenta, la posta, sueltas la pepa o la lengua. (…) En resumen, hazla corta y simple, porque todo lo que digas podría ser utilizado en tu contra. Y por la boca…. el pescado que flota dejó de nadar.
Veredicto: Es donde se contiene la decisión que se toma. No es que se beba, pero puede ser un trago amargo para ti y la víctima.
Tips judiciales: Al juez trátalo de «su señoría», o de magistrado, no de «su majestad».
Los diez mandamientos en cana: 1. No mirarás la pierna de tu prójimo en las visitas. Nada de hacerse el lindo y menos andar pellizcando la uva.
Sin duda, el discurso oficial tiene sus ripios, lecturas y re-lecturas. Alturas y profundidades. Y puede ser deslumbrantemente claro e incomprensible. También un alarido sobre los techos del mundo, como proclama Walt Whitman, el poeta, cuando acosado por el halcón moteado, se rebela con indomable fiereza. El verbo, en fin, es una espada de doble filo, acerada y lacerante.
De allí, se agradece la inversión de la mirada, pues el destinatario de la sentencia, el justiciable, es el hablante que difumina la comprensión del texto jurídico, sus conceptos, su intrincada arquitectura. Y lo hace vital, primitivo, puro, mágico y asible a través de evocaciones simples y sencillas. A ello aspiran estas nuevas definiciones.
Como debió ser en los orígenes.
A la caza de imágenes elementales
Este libro no está escrito por tres autores, sino por dos voces. Y todavía, aquí, el imputado y el juez se reconcilian en una visión que da al texto un sentido ausente en la retórica repetida y casi vacía de contenido humano, haciéndolo hoy comprensible para el profano.
Una casa, en una época ya lejana, era un concepto tangible, como el sol, la luna, el espacio estrellado. Rostros y animales entrelazados en una rústica pintura sobre la piedra, donde lo substancial se conjugaba en sonidos y color, con voz y silueta rotundamente humanas.
Después, la palabra aquella fue vestida con otras menciones ajenas que ocultaron su verdadero rostro. Jorge Teillier diría: «(…) y no se puede nombrar ni el pan/ ni el agua, ni la ventana» (poema «Otoño secreto». Muertes y maravillas. Editorial Universitaria, 1968).
De allí que Stella Díaz Varín sentenciara: «Una sola será mi lucha/ Y mi triunfo;/ Encontrar la palabra escondida. (…) Se termina la búsqueda y el tiempo./ Vencida y condenada/ Por no hallar la palabra que escondiste» (poema «La palabra». en Los dones previsibles. Editorial Cuarto Propio, 1992).
Este libro entonces va en sentido inverso al oficial, buceando en un universo ilimitado de significados jurídicos, a la caza de aquellas elementales imágenes que perdimos sin darnos cuenta los jueces.
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Roberto Contreras Oliveras (1954) es escritor y ministro de la Corte de Apelaciones de San Miguel. Se ha desempeñado como juez, relator de las Cortes de Valparaíso, Santiago y Corte Suprema de Chile y ha sido ministro suplente de la Excma. Corte Suprema de Chile.
Asimismo es integrante de la Comisión de Transparencia del Poder Judicial de Chile, y presidente de la Comisión Permanente de Mecanismos Alternativos y Restaurativos de Resolución de Conflictos y Tribunales de Tratamiento de Drogas de la Cumbre Judicial Iberoamericana.
También es ministro a cargo del proyecto de liderazgo estratégico en cultura organizacional de la ACHS – Corte de San Miguel y docente de la Academia Judicial de Chile en cursos de perfeccionamiento, habilitación y formación de jueces.
Imagen destacada: (De izquierda a derecha) Jorge Parragué, Constanza Acuña y Víctor Ilich.