Bajo el despliegue de una virtud dramática que nos mantiene absortos en el relato, la narradora viñamarina Julia Guzmán Watine (en la imagen destacada) contribuye con una obra muy bien lograda al corpus del género negro en el contexto de las letras nacionales: con imágenes argumentales sólidamente construidas y un personaje central, el detective Cancino, que va a ser difícil de olvidar.
Por Martín Parra Olave
Publicado el 2.4.2021
Toda buena novela policial destaca, más que por la trama del crimen o asunto que se persigue, por las características que tiene el policía o detective que lleva adelante la investigación, ya que un personaje potente no termina con la lectura del libro, sino que queda dando vueltas en nuestra cabeza por bastante tiempo más.
Es el caso de Cancino, este detective privado que protagoniza Juegos de villanos (Vicio Impune, 2018) de la escritora chilena Julia Guzmán Watine (Viña del Mar, 1975).
La apertura de la narración nos sitúa de inmediato en el problema que deberá resolver Cancino: la muerte o desaparición del esposo de Magda, quien recurre a este excompañero del colegio que ahora es investigador privado.
A partir de aquí, la historia se hace absorbente, pues con bastante maestría, Julia Guzmán Watine nos va aderezando esta investigación con pequeños detalles que alimentan nuestra curiosidad por saber que es lo que ha sucedido.
La confusión inicial de Cancino, quien se siente realmente perdido en esta desaparición, va dando paso a reflexiones acerca del amor y de la vida en pareja, pues las especulaciones en torno a la desaparición de José Ignacio, no sólo apuntan a negocios mal hechos o narcotráfico, sino que también pareciera tener una arista sentimental.
La acción y el misterio avanzan a medida que Cancino concreta encuentros con personas que tuvieron que ver con el desaparecido: una compañera del banco donde trabajaba, los amigos que estuvieron en el matrimonio, el suegro de José Ignacio y padre de Magda, todos de alguna u otra manera son partes del enigma que este detective intenta resolver, atando cabos sueltos, juntando pistas y elaborando posibles hipótesis que lo encaminen al éxito.
En este sentido, el detective privado cuenta con el apoyo reflexivo de dos libreros amigos, Ernesto y Bernardita, con quienes conversó: “hasta la hora del almuerzo acerca de los posibles hilos que podrían llegar al centro del laberinto” (p. 55).
No es extraño que un relato como este nos convierta en una suerte de lectores detectivescos, que al igual que Cancino, pero en otro nivel, vamos interpretando pistas, leyendo signos, siguiendo las huellas que nos entrega el texto, incluso retrocediendo páginas para confirmar o descartar que no hemos perdido algún detalle relevante.
Lo interesante de esta novela, es que pone en tela de juicio comportamientos sociales, costumbres, nos revela los egoísmos y las ambiciones de los seres humanos, dando cuenta a la vez de un marcado arribismo social en provincias:
“A ti se te olvida que somos el pueblo más clasista, arribista, inculto y arrogante del planeta. Acuérdate que todos quieren ser patrones, todos quieren mandar, manejar sendos autos que valen más de lo que alguna vez pudieran pagar…” (p. 58).
La novela Juegos de villanos (Vicio Impune, 2018) es una buena excusa para observar con otros ojos nuestra sociedad, pues hay que tener claro, que un relato de detectives no se reduce jamás al asesinato o la desaparición de alguien, es decir, al caso enigmático que se quiere resolver.
Por el contrario, gracias a este hecho se abren puertas y ventanas de una casa que es compleja de escrutar, la de las relaciones humanas, contaminadas siempre por envidias, egoísmos y competencias sin sentido.
Con una virtud narrativa que nos mantiene absortos en el relato, Julia Guzmán Watine contribuye con una obra muy bien lograda al corpus del género noir en la literatura chilena: con imágenes narrativas sólidamente construidas y un personaje central, el detective Cancino, que va a ser difícil de olvidar.
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Martín Parra Olave es licenciado en gobierno y gestión pública de la Universidad de Chile y magíster en letras de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Imagen destacada: Julia Guzmán Watine.