Escrita por la dramaturga Ximena Carrera, y dirigida por Ana López Montaner, la obra que estelariza la cartelera del Teatro UC hasta la próxima semana, tiene en el protagonismo de Adriana Stuven un elemento artístico sobresaliente, y el cual realza la vital importancia del elemento vocal, en la totalidad de una interpretación actoral.
Por Enrique Morales Lastra
Publicado el 11.6.2024
Los montajes teatrales concebidos por Ximena Carrera (1971), han centrado últimamente su fuerza creativa en la relación solidaria o de sororidad entre mujeres que han ejercido un rol público destacado, debido a la excelencia de su actividad profesional. En esa línea, por ejemplo, ocurrió el estreno de Callas, la hija del destino en la sala Arrau del Municipal de Santiago, durante el segundo semestre de 2023.
Ahora, Carrera entrega un texto inspirado en el ficticio encuentro entre dos astrónomas de distinta época —la chilena María Teresa Ruiz y la británica Cecilia Payne Gaposhkin— en la soledad del desierto de Atacama, en un fría y titilante noche de 1997, cuando el tiempo no avanza y los segundos parecen siglos, o minutos, que es lo mismo.
Durante ese año de fines del siglo pasado, Ruiz descubrió en el mapa del cielo a la enana café Kelü-1 (roja en mapudungún), mientras Payne, en su tesis de doctorado de 1925, postuló que las estrellas se encuentran compuestas principalmente de hidrógeno.
En ese sentido, el argumento de Carrera desarrolla una imposible conversación entre ambas, unidas las dos por el éxito científico y por su condición femenina, en un ámbito laboral y académico, dominado casi en exclusiva por astrónomos de género masculino.
Nuevamente, y como un sello de los recientes estrenos dramáticos de la autora, el guion teatral explora en las intimidades emocionales y biográficas de sus protagonistas, en un espiral de confesiones de mutuo conocimiento que concluye en una suerte de fraternidad espiritual entre dos mujeres separadas por la materialidad del tiempo, pero unidas por la admiración y la disciplinada entrega a la investigación científica que es su vocación.
Una voz que crea hechos dramáticos
La mayor virtud artística de Kelü, se desprende de la actuación protagónica de Adriana Stuven del Valle (Cecilia Payne) en su puesta en escena. Las cualidades protagónicas de la joven intérprete nacional inclusive opacan el trabajo de Blanca Lewin (María Teresa Ruiz), quien se mantiene en las características que ha mostrado en sus últimos roles teatrales, y donde su reconocible acento, se transforma en la voz de la totalidad de sus personajes, sin distinción.
Stuven del Valle, en cambio, posee un timbre vocal, de hecho, entre sus talentos escénicos, también canta, y lo hace con bastante calidad técnica, y esa faceta de su composición actoral, en esta ocasión lo aplica, concediéndole a la solitaria Payne, un sonido distinguible como propio de su personaje, y muy distinto al de otros que le hemos escuchado con anterioridad.
Es un real agrado oír la capacidad vocal de Adriana Stuven, en desmedro de su compañera de elenco, quien pese a construir a una María Teresa Ruiz, quizás identificable en sus movimientos más elementales (la verdad es que siempre es Lewin como una «máscara» de la Premio Nacional de Ciencias Exactas 1997); enfrenta siempre ese idéntico problema a la hora de verbalizar a los diferentes personajes que le corresponde interpretar, y su registro declamatorio de poco sirve a fin de entregar una sorpresa artística o dramática al respecto.
La Cecilia Payne de Stuven es todo lo contrario, y la reverberación pausada de su voz dibuja a una mujer genial pero frágil, con la autoestima golpeada en cuanto a sus rasgos superficialmente femeninos, un tanto ignorante en lo relativo a su interioridad afectiva y hasta sexual, y a quien podemos observar y apreciar, y «sentir», en la majestuosa expresión de su incomprendida desdicha, y todo ese prendamiento estético, se lo debemos al evidente trabajo vocal emprendido por la rubia actriz, en esta ocasión.
Con esos antecedentes, la dirección de Ana López Montaner —quien contó en su equipo con una profesional dedicada a la caracterización de personajes— se muestra un tanto injusta frente al rol de Blanca Lewin, por haber omitido ese prevención que lamentablemente crea una distancia y separa aguas entre el desempeño interpretativo de una de las protagonistas, con respecto a la otra. En efecto, el espectador se emociona con Stuven, pero demasiado poco, o casi nada, ante el retrato escénico efectuado por su compañera de elenco.
El diseño escenográfico, la realización pertinente y el diseño de iluminación, aúnan esfuerzos artísticos con la finalidad de imaginar una atmósfera gélida, desvalida y alumbrada eternamente por los cuerpos celestes, como deben serlo las noches vividas en los centros astronómicos ubicados en el Norte Grande de Chile, y donde esos anillos que cuelgan en su simplicidad, asemejan a ese cielo en el cual las estrellas y los planetas, simulan estar al alcance de una mano.
Ficha artística:
Dramaturgia: Ximena Carrera Venegas | Dirección: Ana López Montaner | Asesoría artística: Javier Ibacache Elenco: Blanca Lewin y Adriana Stuven | Música y diseño sonoro: Héctor Quezada | Diseño escenografía: Laurene Lemaitre | Realización escenográfica: Amorescénico | Diseño iluminación: Nicolás Jofré | Diseño vestuario: Zorra Vargas | Realización de vestuario: Javiera Labbé | Caracterización: Margarita Nilo | Producción: Josefa Schultz León | Mediación y asistencia de dirección: Olemma Leyton | Prensa: Claudia Palominos | RRSS: Loica Cultura & Comunicación | Fotografía: Daniel Corvillón.
Temporada hasta 22 de junio de 2024, con funciones de miércoles a sábado, a las 20:30 horas, en la sala Ana González del Teatro UC (Jorge Washington 26, Plaza Ñuñoa, Santiago).
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Teaser:
Crédito de las imágenes utilizadas: Cristián Vidal.