Las páginas de este texto son el elogio tierno y poderoso de una época pretérita y, al mismo tiempo, un recorrido por la historia cultural, arquitectónica, política y social de la ciudad de Dublín, a cargo del estilista más elegante de la lengua inglesa en la actualidad: John Banville.
Por Eduardo Suárez Fernández-Miranda
Publicado el 2.7.2024
«En su literatura, el escritor y crítico irlandés John Banville desciende a las tinieblas de la existencia para mostrar cómo algunos seres sucumben al mal, pero sin olvidarse de contar el significado extremo e irreductible de la vida. De contar, como pocos, qué es eso del amor, la amistad y la ternura. Realidad, fuerza y fantasía de las que surgen títulos como El libro de las pruebas, Mefisto o Eclipse«.
Claudio Magris
Desde principios de los años 90 lleva John Banville traducido al castellano. La editorial Península fue de las primeras en acercarnos la literatura del escritor irlandés, nacido en Wexford en 1945.
Años más tarde Anagrama se haría cargo de seguir publicando una obra en la que sus personajes: «están hechos de palabras y todos son de alguna forma yo, porque mi interior es lo único a lo que tengo acceso, de la misma forma que todas las personas presentes en nuestros sueños somos nosotros mismos por mucho que tengan el aspecto de otro», recuerda el propio Banville.
En la actualidad, sus libros pertenecen al catálogo de Alfaguara, donde han aparecido, entre otras novelas, El intocable (2015), La guitarra azul (2016), La señora Osmond (2018), o su obra más reciente: La alquimia del tiempo. Un memoir dublinés (2024).
El estilista más elegante de la lengua inglesa
A medio camino entre la biografía íntima y la guía cultural de la ciudad de Dublín, Banville recorre las calles de la capital irlandesa en La alquimia del tiempo. Cada 8 de diciembre, coincidiendo con su cumpleaños, y con las compras de Navidad, el pequeño John viajaba con su madre y su hermana a Dublín:
«Partíamos de la estación del Norte de la ciudad en la oscuridad invernal de primeras horas de la mañana. Creo que eran todavía trenes de vapor. Estoy convencido de recordar cierto lugar donde el tren aminoraba la marcha al llegar a una curva del río, un lugar que aún veo con claridad en la memoria y al que he vuelto repetidamente en mis novelas, como aquí, por ejemplo, en La carta de Newton«.
Ese es el inicio del libro, el viaje en tren que se repetirá durante sus años infantiles, hasta que, a principios de la década de los 60, decide trasladarse definitivamente a Dublín. Las páginas de La alquimia del tiempo reflejan cómo esa imagen idealizada de los primeros años se resquebraja con la entrada en la vida adulta.
Al mismo tiempo, John Banville nos va descubriendo una ciudad repleta de lugares emblemáticos para la historia de la literatura: «Al fondo de la calle estaba, y está, el pub Kennedy, donde Samuel Beckett iba a beber cuando estudiaba en el cercano Trinity College. Girando a la izquierda y justo después a la derecha, llegábamos a Merrion Square, en cuyo número 1 nació Oscar Wilde».
La alquimia del tiempo es un elogio tierno y poderoso de una época pretérita y, al mismo tiempo, un recorrido por la historia cultural, arquitectónica, política y social de la ciudad de Dublín de la mano del «estilista más elegante de la lengua inglesa», según el crítico George Steiner.
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Eduardo Suárez Fernández-Miranda nació en Gijón (España). Licenciado en derecho por la Universidad de Sevilla, está realizando sus estudios de doctorado dentro del Departamento de Literatura Española e Hispanoamericana de la misma casa de estudios superiores.
Colabora como crítico literario en las revistas españolas El Ciervo, Serra d’Or, Llegir.cat, Gràffica y Quimera, donde lleva a cabo una serie de entrevistas a escritores, editores y traductores, nacionales y extranjeros.
Asimismo, escribe para las publicaciones americanas Cine y Literatura (Chile), La Tempestad (México), Continuidad de los Libros (Argentina) y Latin American Literature Today (University of Oklahoma). También, colabora de forma ocasional en los diarios asturianos El Comercio y La Nueva España.
Imagen destacada: John Banville.