El sugerente montaje del dramaturgo uruguayo Sergio Blanco —una de las apuestas de la cartelera del Centro GAM durante el mes de mayo— permite que el actor chileno Freddy Araya despliegue la generosa batería de sus cualidades escénicas, pese a la letanía un tanto ominosa y desgastante (más allá de las intencionalidades de su autor), a la cual somete a su público, el guion teatral de esta obra.
Por Enrique Morales Lastra
Publicado el 12.5.2024
En la habitación de un hotel en la ciudad de Liubana (la capital de Eslovenia, una de las naciones nacidas desde la antigua Yugoslavia), se despliega la versatilidad actoral de Freddy Araya, en un monólogo donde la imaginación y la susceptibilidad de las emociones se apoderan de esa oscuridad ficticia de una escena golpeada por el pasado y por el tormento de sus recuerdos.
Así, las manchas y las costras que nos dejan los vínculos frustrados con los demás, avanzan en tanto núcleo del argumento que desarrolla el monólogo de Araya (quien interpreta al dramaturgo uruguayo Sergio Blanco), y a una estadía que es el recuento de un desmoronamiento o desplome personal, en una ciudad con tanto pasado como pasión atesorada por el frágil protagonista.
Bajo esa perspectiva de análisis, la loable interpretación de Araya se sitúa en esa negra soledad que se debate por instantes con luces que si bien son impactantes (como los hechos que relata) jamás alcanzan a llenar la cartografía de la escena, en una perturbación que se extiende al modo de una letanía sangrienta, erótica y maledicente.
El amante bandido
La ira de Narciso es una obra que se extiende por sobre la hora de duración, y quizás su extensión se torna poco aconsejable, si se tiene en cuenta que sus principales cualidades estéticas, dramáticas y actorales, se perfilan con plenitud ya en su contundente medianía.
En efecto, y en las coordenadas de ese malestar casi de índole freudiana que lo atenaza, el personaje de Freddy Araya manifiesta un recorrido escénico, que realza el compromiso de su intérprete y la variedad de sentimientos que expresa su corporalidad, los cuales sin embargo están lejos de profanar los bordes de esa rabia atávica concentrada en las heridas proferidas por ese amante que nunca vemos, pero que siempre está presente en las palabras del protagonista, desde el principio hasta el desenlace del montaje.
De esta manera, el diseño lumínico de Espacio Checoslovaquia y el diseño audiovisual a cargo de Gómar Fernández son elementos artísticos tan bien utilizados y que irrumpen en evidente sincronía dramática y temporal con el avance del guion teatral, que su implementación se definen con los caracteres de un acierto creativo.
Por eso, y sin dejar de lado que se trata de un monólogo, y que la dirección de Soledad Gaspar es un ejemplo en cuanto a la justa y nítida inclusión de elementos audiovisuales, sonoros y lumínicos en la puesta en escena de la obra, sin embargo, cuando traspasa el tiempo de su sorpresa artística, las crispaciones neuróticas del protagonista pueden transformarse en una carga difícil de sobrellevar para su entusiasta y concentrado público.
Ficha artística:
Dramaturgia: Sergio Blanco | Dirección: Soledad Gaspar | Intérprete: Freddy Araya | Diseño sonoro: Damián Noguera | Diseño audiovisual: Gomár Fernández | Diseño lumínico: Espacio Checoslovaquía | Producción: Coproducción de Espacio Checoslovaquia y la compañía. Patrocinan: Festival Santiago Off, Centro de residencias Nau Ivanow (Barcelona, España) | Jefe técnico: Rodrigo Leal | Sonido: Juan José Acuña | Fotografía: Andrés Gutiérrez.
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Crédito de las fotografías utilizadas: Andrés Gutiérrez.