[Crítica] «La llegada»: La luz del lenguaje en la noche de los tiempos

El filme del realizador canadiense Denis Villeneuve es una compleja metáfora audiovisual en torno al sentido del tiempo, la comunicación, y la posible existencia de vida extraterrestre. La temporada de su estreno (2016) se quedó con ocho Premios Oscar, incluido el destinado a la Mejor Película.

Por Jordi Mat Amorós i Navarro

Publicado el 18.5.2022

«Solía pensar que este era el comienzo de tu historia. La memoria es algo extraño. No funciona como yo creía que funcionaba. Estamos tan atados por el tiempo, por su orden».
Louise a Hannah

El género de la ciencia ficción a menudo nos ofrece obras que más allá del entretener nos invitan a reflexionar sobre aspectos trascendentales de nuestra condición humana. Este es el caso de la excelente película basada en la laureada novela corta La historia de tu vida de Ted Chiang.

Con un excelente uso de la luz y el sonido el realizador canadiense nos muestra una historia misteriosa en clave femenina. Diversas naves espaciales alienígenas han aterrizado en distintos puntos de la Tierra. Y ante esa inquietante situación cada uno de los países implicados busca entablar contacto con esos desconocidos para averiguar qué es lo que pretenden.

De entre esos equipos nacionales, el protagonismo del estadounidense —cómo no— con el foco en los trabajos de la reputada lingüista Louise Banks (Amy Adams en una gran interpretación llena de matices que confiere profundidad a la obra) quien logrará grandes avances en la ardua tarea de entender un lenguaje radicalmente distinto a los de nuestro mundo.

Debo advertir que el análisis que sigue contiene inevitablemente spoilers.

 

Ventanales, aguas

Villeneuve introduce la acción presentándonos el acogedor hogar de Louise, una vivienda aislada junto a un lago idílico. Y en él, el protagonismo de un gran ventanal —no será este el único gran ventanal resaltado— en su salón que interioriza la calma y la belleza de las aguas del lugar.

Ese gran ventanal tiene forma rectangular horizontal, la horizontal que es una de las formas que más evoca el elemento agua quizás por la asociación al horizonte plano tan propio de los paisajes marinos.

El agua, las omnipresentes aguas en nuestro planeta agua, las simbólicas aguas de los tiempos (los flujos temporales y asimismo los horizontes temporales) que evocan misterios profundos y extrañas sensaciones…

Y precisamente la película explora las extrañas y misteriosas sensaciones temporales que experimenta en propia piel su sensible protagonista quien al entrar en contacto con los alienígenas progresivamente vivenciará el espacio tiempo de forma radicalmente distinta a la común sucesión lineal pasado, presente y futuro.

Un contacto que se establece en la nave extraterrestre precisamente a través de otro gran ventanal horizontal, otro gran ventanal de aguas, en este caso un ventanal que muestra aguas de otros mundos.

Y es que en ese ventanal se observa una luz acuosa blanca por la que se mueven los alienígenas cuyo aspecto se asemeja al de unos grandes pulpos. Seres que con sus brazos ventosa llegarán a dibujar símbolos circulares en un bello e hipnótico contraste de tinta acuosa negra. Símbolos circulares que Louise reconocerá como su escritura.

 

En el centro del cambio

Escriben, es decir se comunican, gracias a Louise. En parte gracias a su valor ante el inevitable miedo a esas majestuosas presencias que intimidan por su aspecto y por el sonido que emiten. Y gracias también a su natural actitud abierta, porque Louise es lingüista vocacional y logra hacer prevalecer su interés por conocer otros mundos a las reticencias y suspicacias de la mayoría de sus compañeros de equipo.

Louise sabe del poder del lenguaje, ella afirma que: «El lenguaje es el fundamento de la civilización, es el pegamento que une a la gente», e incluso lo entiende —como se entendía en la Edad Media— como bella expresión del arte.

En ese entender y por su obrar empático dialoga con los alienígenas al desnudo (qué bella la escena en las que se desprende de su traje de aislamiento y asimismo la que nos muestra cómo coloca su mano frente a la de un alienígena colaborando en su fascinante escribir).

Y en ese entender y obrar es aún más decisiva ante la desunión creciente de los recelosos equipos multinacionales.

Por todo ello se sabrá y se reconocerá como la heroína —la «elegida» entre los humanos— quien en su buen obrar se va situando en el centro del huracán que amenaza la humanidad. Un huracán creado por la propia raza humana que desafortunadamente a menudo prefiere el recelar del otro al siempre necesario tender puentes.

Conforme avanza la trama Louise entiende y nosotros entendemos su papel protagonista. Ella aprende a descifrar esos círculos del lenguaje alienígena y se da —nos damos— cuenta que en ellos se simboliza un modo de entender el espacio tiempo también circular.

Así, lo que en un principio creíamos que eran recuerdos de su pasado —en el que se nos muestra a Louise junto a su hija Hannah en distintos momentos de sus vidas— comprenderemos que en realidad son recuerdos de un futuro posible que depende de ella misma, de su capacidad de entender lo que ocurre y obrar en consecuencia.

Por esa capacidad tomará una decisión final que hará desvanecer el amenazante huracán de intolerancia humana que crecía día a día entre las delegaciones implicadas. La vemos hablando con el general al mando del equipo chino —los rojos, cómo no— quien cambia radicalmente de actitud y pasa de la beligerancia temeraria a apostar por la unificación internacional.

Así, esa inquietante aparición simultánea extraterrestre es beneficiosa —gracias a Louise— para la humanidad y —sabremos— también para los alienígenas porque según manifiestan nos necesitarán en un futuro.

Y en esa mejor Tierra puede nacer y nace Hannah, la hija «recordada». Hannah un nombre antiquísimo con distintos significados etimológicos: bendición, unidad… y un nombre que es un palíndromo que como tal está cargado de simbolismos: por un lado es un guiño a las distintas lecturas de todo lo creado y a la vez es un símbolo de la única lectura de todo bajo las diversas manifestaciones.

Por todo ello, entiendo que Hannah es un nombre muy apropiado para la hija de Louise, una mujer excepcional cuya acción tiene como fruto la unidad. La niña nace por voluntad expresa de Louise quien acepta que ocurra el futuro personal que visualizó en el proceso de entender y entenderse.

Nace del amor que la une a Ian el científico que conoce a fondo en su trabajo con los alienígenas y que es quien más le ayuda en su éxito final. Y nace a pesar de que Louise sabe —lo ha «recordado» gracias a los extraterrestres— que su hija morirá joven y que su hombre al conocer la verdad no aceptará su decisión. Una decisión que Ian calificará como error y que provocará la ruptura de la pareja.

 

Co-creación, más allá del «error»

Probablemente el aspecto trascendental que más invita a la reflexión de los muchos planteados en la película sea la existencia o no de un destino pre-determinado y en consecuencia el preguntarse por el grado de libertad del ser humano en nuestro transitar por este extraño mundo que compartimos.

Por un lado se nos muestra un futuro que parece escrito e inevitable y paralelamente cómo es Louise quien favorece ese futuro tomando libremente decisiones en función de su modo de ser y entender.

Así que cada uno puede interpretar qué significa este contrasentido, a mi entender tras el aparente contrasentido se pretende enfatizar algo con lo que resueno: el papel co-creador de cada persona en su propia vida y por extensión en la vida de todos.

Y es que más allá de la grandeza humana que encarna Louise, entiendo que cada uno de nosotros podemos en mayor o menor medida transformar nuestra realidad, y en este sentido a mi entender es imprescindible llegar a desarrollar en uno mismo una actitud como la que exhibe Louise en la película.

Y en ese entender y obrar que prioriza el sentir de corazón pueden darse «milagros» como el que ella protagoniza al ser capaz de hablar con el general chino y en el breve contacto hacerle cambiar de opinión. Digo «milagro» porque ella se deja llevar por su intuición y sin ser consciente pronuncia las mismas palabras que pronunció la mujer del militar en su lecho de muerte.

Simbólica esa coincidencia, la unificación final humana que puede entenderse como regeneración del alma humana antes moribunda. Regeneración que se produce gracias a la voz de un alma femenina moribunda que «revive» misteriosamente en la empática y valerosa Louise.

Así, de la antiquísima torre de Babel del no entendimiento humano surge o resurge el anhelado lenguaje universal, y es que con este nombre se conocerá el idioma de caracteres circulares que ha permitido la unificación humana. Así se conocerá porque así lo denomina Louise en su exitoso libro que dedicará a la mujer de su vida: Hannah.

Y es que pese a doler su prematura muerte, Louise quiere dar a luz a su hija. Por mucho que diga el padre, entiendo que no elige «mal». Ella elige en libertad asumiendo la dualidad de la vivencia humana y en esa asunción consciente confiesa que: «a pesar de conocer el viaje y a dónde conduce, lo abrazo y doy la bienvenida a cada momento del mismo».

Bello, bellísimo.

 

***

Jordi Mat Amorós i Navarro es un pedagogo terapeuta titulado en la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

 

 

Tráiler:

 

 

Jordi Mat Amorós i Navarro

 

 

Imagen destacada: La llegada (2016).