En este ensayo ganador del premio que todos los años entrega la editorial Anagrama al mejor texto del género que participa de su tradicional concurso, el escritor mexicano Enrique Díaz Álvarez se plantea el enigma esencial de la guerra moderna, y en especial reflexiona acerca de las grandes conflagraciones ocurridas en el siglo XX.
Por Martín Parra Olave
Publicado el 29.3.2022
Abordar las muertes anónimas, aquellas que no están registradas con frases glamorosas en las páginas de los diarios y pasar a la historia a ser un cuerpo más que se consume bajo tierra, es una labor no menor, pues quiere dar visibilidad a quienes no la tienen.
La historia de los seres humanos parece estar marcada por el trágico acontecimiento de las guerras, los genocidios y las masacres a gran escala. El presente ensayo de Enrique Díaz Álvarez (Ciudad de México, 1976), ganador del premio Anagrama de ensayo 2022, se plantea el testimonio como una forma política de dar cuenta de las atrocidades y de la muerte que han debido sufrir miles de seres humanos a lo largo de la historia, vidas anónimas, existencias que desparecen sin dejar rastro:
«La violencia extrema, con su enorme y terrible expresividad, no puede explicarse solo a partir de la marginación y el determinismo social. La profunda complejidad y las contradicciones que encontramos en los testimonios de los perpetradores revelan que esa lucha por la supervivencia se desprende también de la configuración del deseo y de una masculinidad mal entendida que es cultivada y difundida de continuo por el relato bélico hegemónico».
Cuerpos sin preguntas ni testimonios
Vivimos en una época donde la incapacidad para asombrarse y sentir el dolor de los demás se ha ido perdiendo. Los relatos de los asesinatos más horribles nos ingresan a diario a través de los diferentes medios de comunicación: prensa, radio, televisión, redes sociales y sitios web. Información, datos y números que nos han alejado de esa sensibilidad horrenda de la muerte.
Enrique Díaz Álvarez escribe un ensayo donde reflexiona sobre la capacidad de la palabra y el discurso para hacer presente y transmitir los dolores que provoca la muerte, la perdida y el sufrimiento.
Además, dicha reflexión se va entrelazando con los escritos testimoniales de Elias Canetti y Primo Levi, relatos plagados de desolación que quieren darnos cuenta de una cultura del exterminio que logró apoderarse de la sociedad occidental.
La Segunda Guerra Mundial fue una tremenda catástrofe que liquidó millones de vidas inocentes que querían seguir viviendo. Sin embargo, esta tragedia no es menor que la sufrida por los pueblos aborígenes de América Latina que fueron sacrificados de las formas más horrendas por los conquistadores europeos.
El ensayo de Díaz Álvarez también nos encamina hacia otras formas de violencia que generalmente permanecen ocultas o disfrazadas. Se trata de la violencia que se ejerce sobre los grupos socioeconómicos más débiles. Ellos hoy en día están expuestos a las mafias y al narcotráfico.
¿Qué sucede en el norte de México con los diferentes carteles que han comprado policías y autoridades políticas de municipios y gobernaciones?, ¿quién se hace cargo de estas personas?
Las villas miseria en Argentina, las favelas en Brasil o las poblaciones marginales en cualquier parte son un territorio dominado por la violencia y por la muerte. Todas las personas que viven ahí están bajo la amenaza permanente de una muerte inesperada o intencional. Son cuerpos que van a desaparecer sin que nadie sepa o pregunte por ellos.
En definitiva, la lectura de este ensayo es un poderoso instrumento de reflexión, que busca, tal cual lo señala al comienzo: «dotar de rostro y lugar al derrotado, al desechado, al desparecido». Es una lectura profunda por los abismos de la muerte y de la violencia, por los pasajes oscuros de la historia y de algunos de sus personajes.
Pero por sobre todo es un texto que intenta oponerse al discurso dominante y hegemónico de quienes sobreviven, dando un espacio, un lugar en la memoria a aquellos que de una u otra manera, no han tenido la posibilidad de dar su testimonio.
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Martín Parra Olave es licenciado en gobierno y gestión pública de la Universidad de Chile y magíster en letras de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Actualmente cursa el doctorado en literatura impartido por la última Casa de Estudios.
Imagen destacada: Enrique Díaz Álvarez.