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[Crítica] «Los setenta y cinco folios y otros manuscritos inéditos»: La arqueología proustiana

En este caso nos hallamos frente a una serie de textos, antes inéditos en castellano, del autor francés de «En busca del tiempo perdido», una de esas pocas obras en la historia de la literatura universal que inauguran nuevos continentes creativos. El volumen, traducido por el gran prosista argentino Alan Pauls, está editado por Lumen.

Por Alfonso Matus Santa Cruz

Publicado el 19.8.2022

La escritura de las grandes obras de la literatura ha sido de todo menos un ejercicio directo y contundente de creación. Detrás de cada obra hay una capa de sedimentos, más o menos profunda, constituida por una serie de esbozos previos, ideas embrionarias, variantes temáticas o narrativas que se desecharon para dar lugar a otras opciones.

Así, la creación es un proceso muchas veces accidentado y repetitivo, una novela cumbre no se crea en siete días como si nada, eso está por descontado, mientras el Dios del Antiguo Testamento no sea el autor.

Es por esto que cuando por la herencia, el azar o el destino, se descubren los textos inéditos de escritores como Kafka, que pretendía quemar sus obras, o Proust, se habla de un acontecimiento literario. Para confirmar las sospechas hay que revisar el material: leer, no hay otra opción.

En este caso nos hallamos frente a una serie de textos, antes inéditos en castellano, de Marcel Proust, el autor de En busca del tiempo perdido, una de esas pocas obras en la historia de la literatura que inauguran nuevos continentes.

El volumen, traducido por el gran prosista argentino y traductor Alan Pauls, se titula Los setentaicinco folios y otros manuscritos inéditos y está editado por Lumen.

Entre los diversos textos a los que podemos echar mano para aventurarnos en esta exploración arqueológica de un Proust, que aún está carburando formas y estilo antes de comenzar la maratónica composición de su saga, reconocemos muchos esbozos y escenas que luego hallarían su camino hacia los libros finales.

 

La materia con la cual está hecha la vida

También las temáticas son las que recorren como un coro obsesivo toda su obra: la relación con su madre, la familia, la decadencia de la aristocracia y el microscópico rigor de una memoria que abandona la inteligencia para desplegarse en todas sus dimensiones, sin más guía que el afán de recordar y recrear la materia con la cual está hecha la vida.

Esto, en particular, lo expresa con claridad al escribir sobre el evento que rompió la represa del olvido, dando cauce a un torrente de recuerdos irrefrenables: untar un pedazo de pan en una taza de té, tal como hacía su abuelo cada mañana.

Así lo plantea: «Cada día me doy más cuenta de que solo desde fuera de ella [la inteligencia] puede el escritor recuperar algo de nuestras impresiones pasadas, es decir alcanzar algo de sí mismo y la única materia del arte. Lo que la inteligencia nos devuelve en nombre del pasado no es este».

Un manifiesto contundente que podría contrariar a los intelectuales acostumbrados a acariciarse la pera mientras creen que el mundo exterior se suspende para que ellos realicen por enésima vez la autopsia de sus ideas predilectas.

La materia con que trabaja Proust no son conceptos, es la fuerza de gravedad de la memoria en su máxima expresión: un vasto océano poblado por millares de islas, en cada una de las cuales podríamos perdernos si el debido gatillo (un aroma, un sabor, un sonido) nos teletransportara a su territorio.

En el caso de Proust la infancia y la juventud son agujeros negros que ejercen una atracción imposible de evitar. La tristeza que suponía para él subir las escaleras a su pieza tras el último beso a su madre es algo que borda en lo irreal.

Un sufrimiento crudo, obsesivo y difícil de entender si no fuera por la minuciosa descripción con que nos narra la ceremonia de todos los días, cuyo único paliativo era que la fuerza de la costumbre, como a casi todo, lo hacía soportable.

El compendio de textos aquí reunidos no llega a descubrirnos un Proust muy distinto del que podemos acceder leyendo En busca…, pero si nos permite entrar en la forja de su proceso creativo y auparnos con una lupa para distinguir las variantes en distintas escenas, el tratamiento de recuerdos a modo de frescos en movimiento, y apreciar como la memoria abre nuevas y repentinas vías de fuga.

Es Proust en estado de gestación. No es un gran descubrimiento, pero si un goce para quienes no se cansan de penetrar en la lectura de su obra cumbre, con la infinidad de capas y matices que ésta posee.

También está acompañado por un voluminoso conjunto de notas para el regocijo de los arqueólogos literarios. Una obra que nos ayuda a comprender mejor a Proust antes de Proust.

 

 

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Alfonso Matus Santa Cruz (1995) es un poeta y escritor autodidacta, que después de egresar de la Scuola Italiana Vittorio Montiglio de Santiago incursionó en las carreras de sociología y de filosofía en la Universidad de Chile, para luego viajar por el cono sur desempeñando diversos oficios, entre los cuales destacan el de garzón, el de barista y el de brigadista forestal.

Actualmente reside en la ciudad Puerto Varas, y acaba de publicar su primer poemario, titulado Tallar silencios (Notebook Poiesis, 2021). Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

«Los setenta y cinco folios», de Marcel Proust (Editorial Lumen, 2022)

 

 

 

Alfonso Matus Santa Cruz

 

 

Imagen destacada: Marcel Proust.

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