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[Crítica] «Los tres duelos del detective Bernales»: La sustancia líquida del tiempo

Se siente en la lectura de esta novela, la afición del autor por el western, por aquellas escenas de enfrentamiento, de contienda en un paisaje agreste, donde el héroe ante todo tenía que enfrentarse a sí mismo: en efecto, José Miguel Martínez con esta obra continúa el camino que inició con «El diablo en Punitaqui», y luego con la «Trilogía de Granola».

Por Juan Ignacio Colil

Publicado el 21.9.2024

Hace unos meses se publicó la última novela de José Miguel Martínez (1986) Los tres duelos del detective Bernales (Tajamar, 2024) en ella se narra la desventura del detective Bernales después de enfrentarse con el gordo Granola y resultar herido.

Un hecho que lo ha dejado suspendido, moviéndose en una silla de ruedas, meciéndose en la morfina y empantanándose cada vez más en sus recriminaciones, en sus permanentes exámenes de los pasos que lo llevaron al descalabro y que lo continúan hundiendo.

La novela está formada por tres capítulos. En el primero nos enteramos, desde las primeras líneas, de la situación en que está Bernales después de su encuentro con el gordo Granola, como su vida se ha transformado y va cayendo en la soledad, en caída libre hacia la disolución, tensionando su vida hasta alejar a su pareja Franca y a su hija Rita.

Bernales hace un intento por recuperarlas y uno como lector lo alienta porque sabe que esa es su tabla de salvación, pero al último instante se arrepiente y vuelve a su soledad, a sus fantasmas y a sus dosis de morfina.

En el segundo capítulo conocemos la historia del detective comenzando desde el momento del duelo y vamos hacia atrás, hacia el pasado desenredando la madeja de la historia, la madeja de Granola y como su historia se cuela en la vida de Bernales y de alguna forma lo va modelando.

¿Hasta qué punto el protagonista le debe a Granola? Porque el Gordo directa e indirectamente influye en su vida, en sus decisiones, en sus relaciones y en su final. La misma Franca, su pareja, la conoce indirectamente por la acción del gordo. Sin su acción no existiría su familia. Terminamos ese segundo capítulo con el sonido del teléfono entre las disquisiciones del policía, ya convertido en expolicía.

El tercer capítulo se inicia con el sonido del teléfono que continúa llamando, pero ahora se abre una ventana en las disquisiciones de Bernales y vemos una salida alternativa, que habita en alguna región en lo íntimo del detective.

Así, esta tercera parte y final, se cierra con el sonido del teléfono, entonces comprendemos que ha sido un instante de desvarío.

Esto último también es un tema que merece más desarrollo, porque si bien es cierto la acción y la persecución transcurre por diferentes espacios de Chile y en un largo tiempo, todo está filtrado por el recuerdo, y asistimos a la acción de una manera indirecta, a través del repaso que hace Bernales en su estado de disolución y por lo tanto la narración se condensan en momentos que se expanden y que se contraen.

 

El misterio de una búsqueda

Se siente en su lectura, la afición del autor por el western, por aquellas escenas de enfrentamiento, de duelo en un paisaje agreste, donde el héroe ante todo tenía que enfrentarse a sí mismo. En efecto, José Miguel Martínez con esta obra continúa el camino que inició con El diablo en Punitaqui, y luego con la Trilogía de Granola.

Ahora asistimos al punto de vista del perseguidor, quien ha estado tras los pasos del Granola, un asesino que se mueve por todo Chile y que actúa con frialdad, pero más allá de las razones, esta novela se mete de lleno en lo personal y en como Bernales ha asumido la cacería y sus consecuencias, porque al final la relación con Granola ha llevado su vida a un punto sin retorno.

El detective ha perdido su carrera de policía, ha perdido a su familia, y también va perdiéndose a sí mismo, pero ¿cuándo comenzó? El balazo en la espalda disparado por Granola es en cierta forma el inicio, pero también es el final porque en ese instante se concentra su historia y la de ambos, es ese punto el que estará girando sobre él por el resto de su existencia. Bernales se hunde y nada lo puede salvar:

Y entonces, ahí, finalmente, todo se quiebra —el momento, el tiempo, el lapso sempiterno—, y todo desaparece, simultánea, paradójicamente en el pasado y en el futuro, como las puertas de una represa que se abren, liberando la sustancia líquida del tiempo, apenas resuena un balazo, apenas estalla un fogonazo (p. 173).

En Los tres duelos del detective Bernales no hay un misterio por resolver porque sabemos desde la primeras páginas lo que ha ocurrido, no hay un criminal que descubrir porque sabemos desde los inicios que el gordo Granola es el criminal, no sé si sea el culpable de la situación del expolicía, porque esa es una de las interrogantes.

De esta manera el misterio, la búsqueda, que son elementos tan propios del relato negro, acá tienen otro ropaje, la búsqueda de Bernales es hacia el interior, hacia su pasado, hacia el fondo que el algún momento lo ánimo. Él es el causante de sus días y en esa caída no hace más que confirmar esa decepción.

Los tres duelos del detective Bernales llevan al protagonista a convertirse en su propia sombra de la que no puede escapar. Él es su propio contrincante en su duelo final.

 

 

 

 

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Juan Ignacio Colil (1966) es un profesor de historia, y escritor chileno, autor, entre otras, de las novelas Un abismo sin música ni luz (Lom Ediciones, 2019), y El reparto del olvido (Lom Ediciones, 2017).

Asimismo, por el volumen Espejismo cruel (Editorial Los Perros Románticos, 2021) fue galardonado con el prestigioso Premio Pedro de Oña, versión de 2018, un reconocimiento que entrega cada temporada la Ilustre Municipalidad de Ñuñoa.

 

«Los tres duelos del detective Bernales», de José Miguel Martínez (Tajamar Editores, 2024)

 

 

 

Juan Ignacio Colil

 

 

Imagen destacada: José Miguel Martínez.

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