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[Crítica] «Nebraska»: La ternura ante la vejez

El recordado filme del director estadounidense Alexander Payne es una obra audiovisual sin artilugios, aunque su sinceridad y profundidad emocional nos deja con el corazón en la mano durante sus últimos diez minutos de metraje.

Por Aníbal Ricci Anduaga

Publicado el 1.4.2024

La sana relación con los progenitores debería ser una tarea importante a resolver en la vida. Una larga convivencia quizás sea suficiente para lograr una buena comunión. Pero hay quienes no tienen esa suerte y sus padres parten pronto de este mundo. Ojalá los conflictos hayan sido resueltos a tiempo y la huida de este mundo transcurra en un clima de paz y armonía.

La película de Payne utiliza el blanco y negro y una naturaleza estática e inmutable para representar esa posibilidad de perder a un ser querido y, en cierto modo, la resignación ante el paso del tiempo.

Woody Grant (un extraordinario Bruce Dern) es un anciano que presenta rasgos de demencia y su hijo David está preocupado ante las ocurrencias de su padre en esta etapa de la vejez.

Esa situación habla bien del hijo, quien decide acompañarlo en un descabellado viaje, por más de mil kilómetros, tras la búsqueda de un premio imaginario fomentado por el insensible marketing de una empresa.

Se trata de una road movie que desentraña la historia de vida del padre, un hombre que en el pasado ha sido amable con los vecinos de su pueblo natal y a quien pese a su alcoholismo, el espectador y su entorno familiar reconocen su valía como un ciudadano y un ser humano honesto, con debilidades, pero que jamás ha guardado rencor ante la gente que lo rodea.

 

Los rencores del pasado

Las dos horas del largometraje van deslizándose al ritmo de un viaje de carretera con múltiples detenciones y desvíos, no es particularmente ágil, y transcurre como la vida misma, a veces divertida y otras veces dramática.

Así, el filme nos propone tener sentido del humor para ir asumiendo la vejez, y sobre todo nos hace pensar en el tiempo valioso que desperdiciamos al invocar rencores del pasado.

Por ello, Nebraska (2013) es una obra sin artilugios, aunque su sinceridad y profundidad nos deja con el corazón en la mano durante sus últimos diez minutos de metraje.

Es perfecta en su sencillez y hace recordar de buena manera a The Straight Story (1999) de David Lynch, historia conmovedora de otro hombre mayor que decide emprender un largo y arriesgado viaje montado en una cortadora de césped, premunido del amor de la gente noble, con la única finalidad de recuperar la relación con su hermano enfermo, dejando de lado el orgullo y el rencor.

 

 

 

 

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Aníbal Ricci Anduaga (Santiago, 1968) es un ingeniero comercial titulado en la Pontificia Universidad Católica de Chile, con estudios formales de estética del cine cursados en la misma casa de estudios (bajo la tutela del profesor Luis Cecereu Lagos), y quien también es magíster en gestión cultural de la Universidad ARCIS.

Como escritor ha publicado con gran éxito de crítica y de lectores las novelas Fear (Mosquito Editores, 2007), Tan lejos. Tan cerca (Simplemente Editores, 2011), El rincón más lejano (Simplemente Editores, 2013), El pasado nunca termina de ocurrir (Mosquito Editores, 2016) y las nouvelles Siempre me roban el reloj (Mosquito Editores, 2014) y El martirio de los días y las noches (Editorial Escritores.cl, 2015).

Además, ha lanzado los volúmenes de cuentos Sin besos en la boca (Mosquito Editores, 2008), los relatos y ensayos de Meditaciones de los jueves (Renkü Editores, 2013) y los textos cinematográficos de Reflexiones de la imagen (Editorial Escritores.cl, 2014).

Sus últimos libros puestos en circulación son las novelas Voces en mi cabeza (Editorial Vicio Impune, 2020), Miedo (Zuramérica Ediciones, 2021), Pensamiento delirante (Editorial Vicio Impune, 2023) y la recopilación de críticas audiovisuales Hablemos de cine (Ediciones Liz, 2023).

 

 

 

 

Tráiler:

 

 

 

Aníbal Ricci Anduaga

 

 

Imagen destacada: Nebraska (2013).

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