El nuevo crédito literario de la escritora y periodista nacional Camila Gutiérrez Berner (Plaza & Janés, 2022), a pesar de dejar un amargo sabor en la boca, se puede disfrutar con un gran compromiso emocional en estos fríos días de estufa, de cama y de gato a los pies.
Por Melissa Morales Bonich
Publicado el 23.7.2022
La tercera novela de Camila Gutiérrez (1985) titulada Ni la música me consuela, bien puede ser un espejo para los seres humanos que nos encontramos en el rango etario de la protagonista de la novela, 29 y 30 años.
Ese momento en que, te detienes a pensar acerca de tu vida y el paso siguiente que pretendes dar, y las posibilidades te marean en su infinitud: seguir estudiando, irse del país, casarse, vivir con más gente, etcétera.
Momento en que incluso nos hace sentido leer textos como El oráculo del guerrero, que al abrirlo al azar te puede asaltar con lo siguiente: «Haz un corte transversal en tu vida y examínala. Hay dos tipos de cosas: las útiles y las inútiles».
Esas ganas de vivir tranquila, en el éxito y «lograr poder ser feliz con todo lo hermoso», se presenta como deseo insatisfecho pero oculto en cada posteo de Instagram, en cada perfil de Tinder, en cada mandato dirigido a nuestra frágil generación por medio de las peligrosas y adictivas redes sociales.
Y así, ir vivenciando que por más que la edad de tu carnet debiese ser significado de cierta madurez o experticia en esto de la vida, una voz interior está todo el tiempo susurrándote lo contrario, haciendo que tu día a día se transforme en un despliegue de pequeños mecanismos para no ceder a los síntomas macabros de la ansiedad, o en el mejor de los casos, lograr conjurarlos.
Aprender a sentirnos felices
Síntomas que la protagonista describe: «Algo me jala el cerebro (no la cabeza), produciendo mareo. Ese mismo algo me empuña la garganta (no el cuello), asfixiándome sin matarme».
O también, ese momento en que cruzas la línea de la incomodidad, y enfrentas a la posible tabla de salvación, el psiquiatra: «Mi garganta se cierra. Ningún motivo. Puede pasar en cualquier parte. En el metro, pensando en nada, pensando en algo, en mi cama, en la calle».
A lo que dicho falso salvador responderá recetándote algún fármaco de auxilio, y que sabes, sólo calmará el síntoma, pero en el fondo el demonio continuará ahí como si nada.
Entiendo que lo transcrito suena terrible. Pero la autora, con habilidad y originalidad, valiéndose del lenguaje cercano, el humor y la precisión que la caracteriza, despliega un relato que logra hacer amena esta narración de una nueva vida posible abriéndose en otro país, con nuevos objetivos, creencias y promesas, listas de pendientes, señales bizarras, la mismísima ansiedad y vínculos tejiéndose alrededor.
El tema de la amistad cruza la novela, mostrando las complejidades de aquel vínculo fraterno, pero que pende siempre de un delicado equilibrio. Cómo lograr ser una buena amiga, cuando lo que le ocurre a ella de alguna manera te refleja aquello que tú no quieres ni ver ni enfrentar.
Cómo evitar juzgar las decisiones de los demás, pero mantenerte lo suficientemente cerca para acompañar y dar una mano si se necesita. Cómo sortear favorablemente la rutina y la convivencia. Cómo evitar ser tan intensa, pero a la vez no ser indolente, para no ser invasiva, y un largo etcétera.
El desgaste propio de las complejas relaciones humanas. Cómo acompañarse para expulsar el dolor a través del dolor. Cómo aceptar perder a una persona para siempre.
Recomendada novela que, a pesar de no dejar un buen sabor en la boca, se puede disfrutar en estos fríos días de estufa, cama y gato a los pies. Y lo mejor: ayuda a no sentirse sola en esta desagradable reflexión para aprender a sentirnos felices.
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Melissa Morales Bonich es una abogada de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, que actualmente vive en Santiago de Chile.
Imagen destacada: Camila Gutiérrez.