La nueva entrega del autor estadounidense Chuck Palahniuk es una obra ilustrativa, fulminante y entretenida, mucho más que solo un elogio y una pedagogía de la escritura, para transformarse en carta de amor a la lectura y a sus impenitentes convictos.
Por Alfonso Matus Santa Cruz
Publicado el 5.2.2023
Nadie escribe solo. Ningún escritor, nunca, ha aprendido el oficio y evolucionado hasta crear una obra en derecho proprio persiguiendo su propia cola, orbitando entre su memoria y su ombligo.
El solo hecho de leer nos involucra con una serie de historias y de vidas ajenas que, tiempo al tiempo, metabolizamos hasta que mutan nuestra forma de hablar, pensar, leer y escribir. Todo escritor se debe a los predecesores que elige y a los que se transmiten en la parte invisible del iceberg de la tradición que influyó a sus autores y obras preferidas.
Teniendo esto en cuenta es extraño darse cuenta de que, en el rubro literario, no abunda la generosidad por parte de los escritores hacia sus predecesores, al menos no de forma explícita, con obras dedicadas a demostrar su gratitud por los maestros que los formaron.
Claro que hay excepciones, y hoy nos ocuparemos de una obra que no solo reparte anécdotas de formación y gratitud hacia esos escritores, sino que a la par nos ilustra sobre los mecanismos más prácticos y espléndidos que puede usar un escritor para robustecer su estilo, encauzar su voz y domar el lenguaje para hallar a sus lectores.
Hablamos de la última obra del autor de la icónica Fight Club, Chuck Palahniuk, bautizada como Plantéate esto, y subtitulada Momentos de mi vida como escritor que lo cambiaron todo, publicada vía Random House.
Una cosecha de memorias
Con más de dos décadas de oficio en el cuerpo, Palahniuk (1962) nos descubre aquí sus secretos y técnicas como si estuviéramos en la sala de su taller literario, hablándonos de tú a tú, con ese humor corrosivo y fantástico que puede hurguetear en las zonas más oscuras y políticamente incorrectas de la cultura norteamericana.
Y lo hace rindiendo tributo a todos aquellos escritores y escritoras que le ofrecieron alguno de sus consejos o le dieron un espaldarazo en el momento necesario.
Sobre todo, rinde tributo a su maestro Tom Spanbauer y a la polinización cruzada que se daba entre los escritores y amigos que compartían sus trabajos incipientes, cuentos y capítulos de novelas, en una casa media desarmada que casi nos parece la inspiración de la que vemos en la película Fight Club.
El periplo que plantea la obra va intercalando ciertas técnicas y consejos prácticos, como usar verbos activos, enfocarse en sensaciones físicas y descartar verbos abstractos. Usar objetos que vayan y vuelvan a la trama para demarcar el transcurso del tiempo, usar la acción y el conocimiento específico de algún tópico por parte de un personaje aparentemente poco inteligente para construir tu autoridad y dar relieve a los personajes de la obra. Y muchos más.
Desde allí prosigue a ilustrar algunos de estos con anécdotas hilarantes o brutales sacadas de sus conversaciones con colegas o en sus giras de promoción.
Este formato híbrido, a medio camino entre el manual de escritura, a la manera del Stephen King de On Writting, y una cosecha de memorias que no recaen en lo autorreferencial, sino que recolectan los momentos propios y ajenos que marcaron un antes y después en la vida de los escritores que comenta, permite un balance atractivo entre una pedagogía algo salvaje y un recuento que permite dar su propio peso a los eslabones (momentos, personas, historias, consejos) que formaron al escritor.
Así, el mensaje del libro será distinto para cada lector, eso es una obviedad, sin embargo, hay algo que queda resonando en todo apreciador que también ha apostado por la escritura o pretende abrazar su pasión literaria con todas las consecuencias que ello implica: si uno quiere escribir el lienzo, y el material es la vida misma.
Las historias que resuenan contigo
Siempre hay que estar alerta, con los oídos atentos para pescar esa frase de pasada, dicha por un obrero o una recepcionista. Hay que compartir historias para ver cómo reacciona la gente, cómo replican con otra historia y dan rienda suelta a la polinización cruzada.
Hay que estar dispuesto a descubrir el potencial sanador de la literatura como una práctica compartida, sea en los talleres o en la conversación con los amigos. Hay que zambullirse en las zonas ambiguas y los enclaves poco sondeados de nuestro entorno y cultura.
No hay que tenerle miedo a hincar el diente y sacarle el jugo a nuestro medio, un mensaje improrrogable ante los embates de esta cultura de la cancelación que tantas trincheras está planteando a la narrativa.
La vía de Palahniuk es divergente, pero retorna siempre hacia nosotros, hacia el encuentro con los otros: hay que trabajar con las técnicas y materiales conocidos, pero una vez que haz aprehendido las tácticas y el oficio tienes que ir y hallar las historias que resuenan contigo. Las que están esperando una audiencia de lectores potenciales, esa comunidad posible en busca de un lenguaje común.
Está claro que el idioma es nuestro segundo lenguaje, como nos ilustra Chuck en un conmovedor encuentro con uno de sus lectores en un pasillo de supermercado, los gestos y miradas pueden más, pero hay algo en las historias que los hace pervivir, que los dota de textura y transforma en puentes en busca de esos receptores curiosos, destrozados y maravillosos que son los lectores.
Una obra ilustrativa, fulminante y entretenida, mucho más que solo un elogio y una pedagogía de la escritura. Una carta de amor a la lectura y los lectores, a los altos y bajos, los momentos estelares y repudiables, que esperan en el camino de todo aspirante a escritor. Una mochila de sobrevivencia para practicar el oficio y lanzarse a los caminos.
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Alfonso Matus Santa Cruz (1995) es un poeta y escritor autodidacta, que después de egresar de la Scuola Italiana Vittorio Montiglio de Santiago incursionó en las carreras de sociología y de filosofía en la Universidad de Chile, para luego viajar por el cono sur desempeñando diversos oficios, entre los cuales destacan el de garzón, el de barista y el de brigadista forestal.
Actualmente reside en la ciudad Puerto Varas, y acaba de publicar su primer poemario, titulado Tallar silencios (Notebook Poiesis, 2021). Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.
Imagen destacada: Chuck Palahniuk.