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[Crítica] «Purranque»: El idioma en que nos hablan los recuerdos

El viaje, lo desconocido, el retorno, son elementos que están presentes como en una pequeña odisea, en esta novela de Cristián Oyarzo, alternándose con la vida actual del autor, sus trances de profesor, la vida en la Villa Olímpica, y la relación con su pareja, a través de la memoria y del acto de la palabra.

Por Juan Ignacio Colil

Publicado el 2.10.2024

«En Oromo Forrahueno había luz. En las noches, cuando cruzaba de la mano de mi padre la plaza de Purranque , no tenía ojos para otra cosa que los destellos de las teles pueblerinas entre los visillos. Tenía un huerto con tablones llenos de arvejas y habas y una quinta con cerezos, manzanos y maqui. En el verano podía nadar en el río todo el día y chutear en la pampa hasta que la pelota no se viera, pero al llegar a casa y entrar en la penumbra de la velas no tenía luz. Anoche una vez más se cortó en la Villa Olímpica. Encendí una vela para leer, como hacía cuando niño» (p. 7).

Así comienza Purranque y creo que en esa primera página está el resumen, el tono y el estilo que todo el libro, “lo demás es el placer de escribir” (cito de memoria, creo que a García Márquez, lo más probable es que esté equivocado).

Pero volviendo a la primera página de Purranque, ahí está condensado el libro y por esta primera página lo compré, porque debo decir que yo no conocía al autor para nada. Vi la portada y me llamó la atención. De esto hace más de un año. Leí el libro y he vuelto sobre él varias veces.

En efecto, Purranque de Cristian Oyarzo (1974), se publicó el año 2022 por Emecé. Está formado por capítulos breves, algunos de un párrafo, otros (los menos) de un par de páginas. Es un libro muy intimista que nos habla acerca de la vida del autor, transfigurado en protagonista.

Un joven profesor que vive en la Villa Olímpica en Santiago, que disfruta de jugar futbol y que participa activamente en talleres de mapudungun, nos narra su vida junto a su pareja y también nos lleva permanentemente a sus recuerdos de infancia en Oromo Forrahue en la localidad de Purranque, pues también existe un rescate del habla del sur, de los lugares, pueblos, de la cultura mapuche y de su lengua.

 

La Villa Olímpica como un origen y un destino

¿En qué idioma nos hablan los recuerdos? Su madre, su padre, el tío Ocho Mil, los amigos y varios personajes van poblando esta historia. Hay un ir y venir de la memoria, la nostalgia no solo por el tiempo ido, sino por reconocer en su familia, en sus padres un mundo que ya no está, o mejor dicho, que existe, pero de otra forma.

Con todo, el tiempo se expande y el pasado nunca deja de ocurrir porque el autor, también denominado «Purranque» logra convertir esas anécdotas y recuerdos simples en un pilar de su existencia que le permite mirar su presente con otros ojos.

Puede parecer algo simple y quizás obvio este reconocimiento, pero yo creo que en la obra Purranque hay un chispazo en el cual el autor logra conectar desde su lejanía esa pertenencia que creía perdida o que uno piensa que perdió.

El viaje, lo desconocido, el retorno, son elementos que están presentes como en una pequeña odisea, alternándose con su vida actual, sus trances de profesor, la vida en la Villa Olímpica, su pareja. No de una manera ampulosa o grave, sino en un tono cotidiano, cercano, pero que también nos habla de un pequeño mundo que solo existe a través del recuerdo y del acto de la palabra.

Las conversaciones, los oficios, los juegos de niños, la injusticia social, el habla mapuche, los descendientes de los colonos y sus privilegios, los torneos de fútbol van apareciendo y hacen que esa reconstrucción sea más vital o por lo menos a mí me parece así.

Este libro, que puede ser una novela de auto ficción o una especie de libreta de apuntes dispersos se emparenta con los libros Ovejería del poeta Leandro Hernández (Das Capital, 2015) y con Crónicas de la Nueva Esperanza del poeta Jaime Huenún, (Lom, 2024).

Quizás nunca podemos escapar de esos primeros años, la infancia desmedida, y después tenemos toda la vida para tratar de entenderlos y buscar los significados ocultos en los gestos, en las palabras y en los silencios. Sin embargo, hay mucho más entre sus hojas, y la lectura de estas notas disparan en varias direcciones.

Purranque, es como Itaca de Kavafis: «Ve a muchas ciudades egipcias a aprender, a prender de sus sabios. Ten siempre a Itaca en tu mente». Oyarzo no fue a las ciudades egipcias, pero si a la Villa Olímpica, lo que mantiene el tono del poema.

 

 

 

 

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Juan Ignacio Colil (1966) es un profesor de historia y geografía, y un escritor chileno, autor, entre otras, de las novelas Un abismo sin música ni luz (Lom Ediciones, 2019), y El reparto del olvido (Lom Ediciones, 2017).

Asimismo, por el volumen Espejismo cruel (Editorial Los Perros Románticos, 2021) fue galardonado con el prestigioso Premio Pedro de Oña, versión de 2018, un reconocimiento que entrega cada temporada la Ilustre Municipalidad de Ñuñoa.

 

«Purranque», de Cristián Oyarzo (Emecé Editores, 2022)

 

 

 

Juan Ignacio Colil

 

 

Imagen destacada: Cristián Oyarzo.

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