La pieza dramática que se presenta hasta el próximo domingo 16 de junio en la sala Teatro Finis Terrae corresponde a una puesta en escena que en su formulación estética —además de referenciar a un clásico de la literatura universal como la «Divina Comedia», de Dante Alighieri—, exhibe detalles y una realización propia, a las características de un título de ficción audiovisual.
Por Enrique Morales Lastra
Publicado el 10.6.2024
No es que Subterráneo sea una obra compleja, pero se trata de un montaje que demanda de una gran concentración a fin de entender sus singularidades y prolegómenos dramáticos, precisamente porque apela, en su teatralidad, a conceptos de ambigüedad diegética con el propósito de plantear un argumento audaz y lleno de resonancias existenciales, en ese tránsito temporal que se extiende entre la cotidianidad y el más allá de la inmortalidad.
En efecto, el texto de Benito Escobar, y dirigido por Luis Ureta, guarda las prerrogativas de una puesta en escena que si en un principio atenta en contra de la seriedad fingida de su espectador, luego deja entrever su esencia de invención y creación casi pura, en ese afán por imaginar aquella disputa absurda y sin salidas, que inician sus protagonistas, hasta alcanzar pasajes de valiosa intensidad simbólica.
Por eso mismo, y por lo que omite mostrar —sin palidecer en ese afán hiperbólico, no obstante—, la dirección y la realización del montaje optan finalmente por una respuesta (y una propuesta) de soluciones dramáticas caleidoscópicas y múltiples, en las descripciones de su guion teatral.
He ahí su riqueza y su generosidad artística, en esa constante reflexión íntima que provoca en sus espectadores: ¿Habrá muerto el personaje de Andante y no se da cuenta?, y el absurdo que siempre evitamos apreciar, se alza majestuoso con el objeto de impulsar interrogantes, miedos, conciencias, lucideces y el temor de estar vivos, o tal vez inermes, en su transparencia más elemental.
Un paseo por las nubes sin cielo
Las actuaciones de Sergio Piña (Andante) y de Carlos Ugarte (Vigilante) se manifiestan en ese registro que avanza desde la tranquilidad y la parsimonia hasta llegar a un estado de tenebroso y despierto éxtasis mortal, donde la calidad de sus interpretaciones equivalen a un elemento escénico importante en esa intencionalidad ficticia de crear una realidad translúcida y propicia para el encuentro con la atemporalidad de la vida fuera de la superficie (los de arriba y los de abajo).
Mas que citar a la Divina comedia en esa referencia obligada por la exigencia del academicismo oficial, el montaje de Escobar y de Ureta propicia ese pensar íntimo y pedestre de cualquier personaje cuando siquiera se introduce en la sencilla mecánica orgánica de un día sin nombre, y el respirar se agita bajo las inclemencias de una mala jornada, que bien pueden significar el antes y el después de una biografía.
No en vano, recordé que el conocido periodista Augusto Góngora tuvo el primer indicio de la enfermedad de Alzheimer que le arrebataría su conciencia y luego las capacidades abstractivas hasta matarlo, cuando una tarde sin horas, y después de dictar una cátedra, olvidó en qué lugar del estacionamiento de la Universidad Finis Terrae, había dejado su automóvil.
Ambas personificaciones, especialmente la cuidada y trabajada de Piña, reflejan ese oficio y dominio de los movimientos que exhiben tanto la experiencia de una meditación, como una conquista de la territorialidad escénica, en la rigurosidad de un ensayo sin inicio ni menos conclusión.
De esta forma, la compañía del Teatro La Puerta ofrece un montaje cuya profundidad evita cansar a su espectador con más minutos que los aconsejables, con un diseño integral, iluminación, detalles visuales y realización escenográfica, que anidan espectaculares y logradísimas escenas.
Por ejemplo, como cuando detrás de las paredes del estacionamiento, hacia el fondo del escenario, se abre una dimensión con autos dispuestos y sus luces encendidas, en esa espacialidad próxima a una estética de ciencia ficción, y perteneciente a ciertos filmes de David Cronenberg, o de la francesa Julia Ducournau, en su Titane (2021), aunque el final de Subterráneo, sin duda, referencie con una carcajada fanática y espectral (de «comedia ominosa», explica Luis Ureta), a Il sorpasso (1962), de Dino Risi.
Ficha artística:
De Benito Escobar | Dirección: Luis Ureta | Elenco: Sergio Piña y Carlos Ugarte | Música y diseño sonoro: Marcello Martínez | Diseño integral: Manuel Morgado | Iluminación: Cristóbal Manríquez | Realización escenográfica: Taller secreto | Diseño de visuales: José Agurto Trujillo | Asistencia de dirección y producción artística: Emilia Larenas | Con el apoyo de la Universidad Finis Terrae | Una Producción Teatro Finis Terrae 2024.
Temporada hasta el domingo 16 de junio de 2024, funciones los días jueves y viernes, a las 20:30 horas, sábado y domingo, a las 19:00 horas, en la sala Teatro Finis Terrae (Av. Pocuro 1935, Providencia, Santiago).
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Teaser:
Crédito de las imágenes utilizadas: Maximilian Viveros.