[Crítica] «Tenet»: La ambición artística y desmedida de Christopher Nolan

La nueva obra audiovisual del realizador inglés es un filme cerebral (provoca emociones distantes) y al cual es necesario darle más de un visionado para entender su complejidad, y se encuentra protagonizado por los actores John David Washington, Robert Pattinson y Elizabeth Debicki.

Por Aníbal Ricci Anduaga

Publicado el 1.12.2020

Película intrincada que, en su primer visionado, recién le empezamos a encontrar sentido con el diálogo final entre los protagonistas, un guiño a la última escena del clásico Casablanca (1942): «Presiento que este es el comienzo de una hermosa amistad».

Neil (Robert Pattinson) le retruca al Protagonista (John David Washington) que «este será el fin de una maravillosa amistad», debido a que el concepto de futuro es relativo en el universo inverso que se plantea en la cinta. Neil se refiere a que, en el futuro, cuando el Protagonista haya creado Tenet, este último se «invertirá», volviendo al pasado, para entonces reclutar a Neil para la misión de salvar al mundo, comenzando en ese momento la amistad: «Nos vemos en el principio» (el pasado), vuelve a jugar con las palabras de Casablanca.

Es durante estos diálogos finales que entendemos el sacrificio de Neil, que deberá invertirse para salvar al Protagonista, para que éste lleve a cabo la misión. Hemos permanecido inmersos en la pantalla, observando sucesos que ocurren en distintos puntos del planeta, con imágenes espectaculares, aéreas, grandes explosiones y algunos segmentos que están rodados de adelante para atrás, en reversa.

No siempre entendemos el 100% de la narración, de hecho, los dos personajes principales (Neil y el Protagonista) se ocultan información para que lo conocido por ellos en el presente no afecte a los eventos que ocurrirán en el pasado.

Suena enredado, pero el visionado de la película es para explicarnos la «realidad» (dice Neil) que se describe en la llamada «paradoja de la predestinación». El Protagonista prefiere llamarlo «destino» y se refiere a que los sucesos que ocurren (en el pasado), de verdad ocurren.

Aquí es cuando revelamos que la película aborda los viajes en el tiempo (no saltos temporales) y se detalla que cuando el hombre del presente viaja al pasado, éste ya conoce todos los eventos que ocurrieron en ese pasado, razón por la que si un sujeto hipotético mata a su abuelo en el presente y viaja al pasado para evitarlo, se debe dar por hecho que el abuelo estaba «predestinado» a ser salvado y por ende, su muerte nunca ocurrió, ergo, en el futuro, el sujeto hipotético existirá, debido a que la muerte de su antepasado de verdad nunca ocurrió.

Debo reconocer, que hay que dejarse llevar por las imágenes y esperar que, en su debido momento, las piezas del puzzle vayan encajando. Uno también intuye que, por el esfuerzo de producción desplegado, las escenas de esta película fueron rodadas para ser representadas en la pantalla grande.

La experiencia inmersiva pierde mucho al contentarse con la pantalla de un computador y la banda sonora, por otro lado, suena saturada (de mala manera), cosa que en el cine no debiera ocurrir, para lograr transmitir el hecho de que el «presente» puede ser abordado hacia adelante (movimiento normal) como hacia atrás (en reversa) por los personajes, debido a que los viajes en el tiempo ocurren en ambas direcciones y debe ocurrir un transcurso de tiempo en la experiencia: no se trata de saltos temporales donde uno aparece instantáneamente en otro lugar.

Tenet es un artefacto entretenido, cuyo algoritmo fue construido en el futuro, por el propio Protagonista. Se insinúa que hay eventos que ocurrieron en un pasado remoto, antes de los eventos narrados en el filme y es en ese pasado que empieza la misión emprendida por Neil y el Protagonista.

Los personajes de Tenet ingresan a unos «tornos», máquinas del tiempo que hacen que las acciones transcurran hacia adelante y hacia atrás cuando éstos ingresan por su escotilla. Cobra especial sentido el concepto de «pinzas temporales», un evento que los protagonistas y antagonistas aíslan, para luego reversarlos (al viajar en el tiempo), con el objeto de cambiar el curso de esos eventos.

La idea de que el personaje principal no tenga nombre es simbólica: el Protagonista salvará al mundo del artefacto Tenet, pero a su vez es el científico que en el futuro creará dicho algoritmo. Es el creador del problema y el que salva al mundo, una especie de dios, pero que sin embargo pasará desapercibido para el resto de la humanidad.

Evidentemente hay un antagonista: Andrei Sator (Kenneth Branagh). El director se toma su tiempo en presentarlo como un comerciante de armas que trafica plutonio, lo describe a través de otros personajes secundarios, dándole un halo de misterio y por su mujer nos enteramos de que es un sujeto despreciable.

Es un villano digno de una película de espías, y el espectador se dará cuenta que la cáscara de esta historia de viajes en el tiempo corresponde a una cinta de espionaje internacional al estilo de James Bond. Será más compleja, pero el Protagonista, al final, deberá salvar al mundo de las garras de Andrei Sator, enemigo formidable que estará dispuesto a dar su vida con tal de acabar con la humanidad.

A nivel humano, el conflicto interno de los personajes no está tan bien resuelto como en otras cintas de Nolan (también de ciencia ficción) como Interstellar o la propia El origen, cuya realidad (ilusión) se despliega por otras vías, sin conexión con este largometraje.

En Tenet prima la acción y desarrollo de ideas (diálogos) por sobre la arquitectura conductual. Va tan lejos el asunto de los viajes en el tiempo, que las motivaciones para ser héroe o villano pasan a segundo plano. Quizás en este punto, la cinta podría saturar al espectador, terminando por apabullarlo con secuencias frenéticas que no tienen la magia coreográfica de El origen.

En esta última, nos íbamos maravillando conforme avanzaban las secuencias paralelas, en cambio Tenet es una película cerebral (provoca emociones distantes) a la que es necesario darle más de un visionado para entender su complejidad.

 

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Aníbal Ricci Anduaga (Santiago, 1968) es ingeniero comercial titulado en la Pontificia Universidad Católica de Chile y magíster en gestión cultural de la Universidad ARCIS.

Como escritor ha publicado con gran éxito de crítica y de lectores las novelas Fear (Mosquito Editores, 2007), Tan lejos. Tan cerca (Simplemente Editores, 2011), El rincón más lejano (Simplemente Editores, 2013)El pasado nunca termina de ocurrir (Mosquito Editores, 2016) y las nouvelles Siempre me roban el reloj (Mosquito Editores, 2014), El martirio de los días y las noches (Editorial Escritores.cl, 2015), además de los volúmenes de cuentos Sin besos en la boca (Mosquito Editores, 2008), los relatos y ensayos de Meditaciones de los jueves (Renkü Editores, 2013) y los textos cinematográficos de Reflexiones de la imagen (Editorial Escritores.cl, 2014).

Su último libro puesto en circulación es la novela Voces en mi cabeza (Editorial Vicio Impune, 2020).

Asimismo es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

 

 

Tráiler:

 

 

Aníbal Ricci Anduaga

 

 

Imagen destacada: Tenet (2020).