El largometraje de ficción debido a la realizadora francesa Julia Ducournau es una trepidante obra audiovisual que indaga en los detalles más recónditos de la sexualidad humana. Protagonizada por los actores Agathe Rousselle y Vincent Lindon, el crédito se quedó con la Palma de Oro de esta temporada, el máximo galardón concedido para un filme en el más importante de los festivales de cine a nivel mundial.
Por Cristián Uribe Moreno
Publicado el 14.11.2021
Al visionar la película Titane (2021) de Julia Ducournau, quien se quedó con la Palma de Oro a la mejor película en Cannes 2021, es entrar a un carrusel de emociones.
El espectador desprevenido tendrá una embestida inesperada y violenta, como la que vive la protagonista en los primeros minutos. Y es difícil digerir el encadenamiento de imágenes que nos bombardea en los primeros minutos.
En algún momento, esta profusión de escenas, mezcla de gore, thriller y erotismo, nos sorprende mirando hacia el lado o tapándonos la vista. Sin embargo, el morbo visual puede más.
Una fantasía erótica y maquinal
En lo formal, la película narra la historia de Alexia (Agathe Roueselle), una niña que en los minutos iniciales tiene un accidente automovilístico con su padre. Ella es intervenida quirúrgicamente, instalándole una placa de titanio (titane) en un costado de la cabeza sobre una oreja. Esa será su marca de por vida: mitad metal, mitad persona.
Un salto temporal, nos lleva a una Alexia ya adolescente, que se gana la vida realizando perfomances en eventos. Sobre un auto deportivo de un vivo color amarillo y acelerada música electrónica, efectúa un baile erótico ante la atenta y lasciva mirada masculina. Luego, ella se saca fotos y firma autógrafos, como una reconocida artista.
Al salir del evento, camino a su auto, un hombre, que termina siendo un fan, la sigue de manera amenazante. Rápidamente el hombre pasa de admirador a acosador. En un inesperado movimiento es ajusticiado por Alexia.
Y aquí la narración se sale de lo real y entra al mundo de la fantasía erótica y maquinal. El auto ya no es un símbolo fálico sino que es el falo mismo.
Un híbrido mujer/hombre y metal/persona
Desde este momento, Alexia se muestra como una asesina despiadada, donde no distingue entre hombres y mujeres. Todos caen en su impulso homicida. El relato se acelera en una serie de acciones que culminan con Alexia haciéndose pasar por un niño desaparecido hace más de diez años y asumiendo la personalidad de Adrien, el hijo de Vincent (Vincent Lindo), un capitán de bomberos.
La encadenación de hechos es un tanto forzada y divide al relato en dos. La actitud de Alexia durante la primera parte y la actitud de Adrien en la segunda mitad. De esta forma, la narración funciona como un espejo.
Así, en la primera parte se muestra a Alexia, en completo dominio de sus acciones, viviendo muy libre su sexualidad y su ímpetu asesino. En la segunda fracción, sin embargo, destaca el esfuerzo de Adrien de comportarse como un hijo ante Vincent y la familia de él, y frente a los jóvenes bomberos con los cuales convive día a día.
El grupo de bomberos como familia se muestra fraterno y unido, valores positivos, que la familia de Alexia nunca presentó.
Si en la primera parte, Alexia era una chica que simbolizaba tanto el objeto de deseo masculino como femenino, al encarnar a Adrien es la figura perturbadora, en un mundo muy masculino: es visto como el chico gay.
En la primera parte, el padre biológico se muestra indiferente y fastidiado con las acciones de Alexia, empero, Vincent trata de establecer un lazo con Adrien. No ceja de tratar de vincularse con quien cree que es su hijo.
Al respecto, Vincent busca atraer la atención de Adrien y realiza un baile, con la música de The Zombies y su canción “She’s not there”. Una danza que guarda cierto paralelo con la inicial de Alexia. Los roles se intercambian. Él es quien quiere llamar la atención.
De este modo, Vincent es expuesto como un hombre que juega con su parte femenina. De hecho, este capitán de bomberos de aspecto duro es un hombre que sufre en secreto, un ser quebrado emocionalmente, quien debe inyectarse para mantener erguidos su cuerpo y su masculinidad.
En este ambiente, cargado de testosterona, Adrien/Alexia, debe hacer tremendos esfuerzos físicos para mantener oculta su sexualidad. Y así poder pasar como un bombero más. En ese aspecto, ella es un híbrido mujer/hombre, como también es una mezcla metal/persona.
Así, la imagen del fuego arrasador, que por momentos se toma la narración, es un paralelo de esa energía sin contención que lleva la protagonista en su interior. De ahí que un bombero logre dominar esa fuerza desbocada es un guiño más de la película.
Titane nos trae a la memoria otras obras audiovisuales. Está el Cronenberg de Crash y The brood, el humor violento de Tarantino o el Carpenter de Christine, entre otras.
No obstante, sus imágenes van más allá, creando un universo propio, un cosmos donde el amor, la muerte, el sexo, el baile y la sexualidad se juntan para dar cuenta de estos seres únicos que se conectan a través de frágiles pulsiones en un mundo de relaciones humanas devastadas.
Seres que finalmente terminan siendo “embutidos de ángel y de bestia”.
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Cristian Uribe Moreno (Santiago, 1971) estudió en el Instituto Nacional «General José Miguel Carrera», y es licenciado en literatura hispánica y magíster en estudios latinoamericanos de la Universidad de Chile, y también es profesor en educación media de lenguaje y comunicación, titulado en la Universidad Andrés Bello.
Aficionado a la literatura y el cine, y poeta ocasional, publicó en 2017 el libro Versos y yerros.
Tráiler:
Imagen destacada: Titane (2021).