La primera novela de la escritora argentina —rescatada por Emecé Editores del Grupo Planeta— enfrenta en su argumento dramático a una sociedad compleja, y donde se percibe el dolor y el trauma en la historia reciente de la nación trasandina.
Por Nicolás Poblete Pardo
Publicado el 3.6.2021
Todas nuestras maldiciones se cumplieron (Emecé 2021) es la primera novela de Tamara Tenenbaum, autora de las exitosas publicaciones Nadie vive tan cerca de nadie (relatos), y El fin del amor. Querer y coger en el siglo XXI (ensayo).
Así, Todas nuestras maldiciones se cumplieron se sumerge en los orígenes de Tamara, la protagonista que está al borde de cumplir 28 años. A través de sus viajes urbanos, de sus relaciones sociales, afectivas y familiares, Tamara va denunciando su entorno con aguda, muchas veces ácida, vehemencia.
Tamara es impulsada por una desobediencia muy poderosa que le permite romper con su tradición; una tradición ancestral, de la cual es prácticamente imposible salir, y cuyo rechazo conduce, inevitablemente, a la desmembración.
En párrafos donde se arrojan términos en idish y apuntes sobre festividades judías, vemos la potencia de este legado, una herencia, una responsabilidad; un orgullo y, también, una carga. Pero Tamara es peleadora y proyecta un miedo en los otros. Dice atesorar este miedo y no cuestionarlo, “porque me sirve, y porque tal vez sea un miedo fundado”.
Estas reflexiones hablan no solo de un inquietante recelo, sino de otros desasosiegos que nos pueden ayudar o guiar. En un entorno tan políticamente cargado, la rebeldía se cristaliza como un emblema de liberación: “Siempre digo que yo no perdí la fe porque nunca la tuve”.
El trasfondo de Todas nuestras maldiciones se cumplieron es el de una sociedad compleja donde se percibe el dolor y el trauma de la historia reciente. En uno de los pasajes Tamara nos habla de su ambiente actual, el no-judío, a partir del recuerdo de una chica con la que toma mate.
Ella le pregunta si acaso es hija de desaparecidos, cosa que la sorprende por lo imposible del cálculo, aunque igualmente queda pensando: los espejismos se multiplican y la noción de temporalidad se torna desfamiliarizante.
A estas heridas que, por supuesto, permanecen, se suman los traumas de una nación que, en su momento, abrió las puertas tanto a nazis como a judíos. Hay algo tragicómico, por ejemplo, en la pizzería kosher que Tamara visita, ya que, a pesar de seguir la ley ortodoxa, es atendida por mozos arcaicos y antisemitas. En esta sociedad coexisten tensiones de alto calibre que, todavía, siguen erosionando la memoria y penando con recurrente angustia.
Efectivamente, el título de la novela está unido a la tragedia (el atentado terrorista más catastrófico en la Argentina) ocurrida en la AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina) el año 1994, donde murieron 85 personas y cientos quedaron heridas. La oscuridad de este atentado aún permanece como una amenaza de pendiente resolución.
El año 2006 Alberto Nisman entra en escena como uno de los abogados que acusa a Irán como responsable de la explosión, y al Hezbollah como ejecutor. El año 2015 Nisman inculpa a la presidenta Cristina Fernández de encubrir a Irán y, horas antes de presentarse a declarar en contra de Fernández, Nisman es asesinado… El trauma, en la novela, se condensa de este modo:
“En nuestro paquetito de desgracias entró la bendición de Dios: hace poco cobramos la indemnización por el atentado a la AMIA, en el que murió mi papá. Mamá, mis hermanas y yo somos ricas. Las únicas ricas de toda la familia”.
Esta operación (“desgracia y compensación”), que también la hemos visto, por ejemplo, en Alemania y sus deudas por las víctimas de los campos de exterminio, es tratada con una fina ironía por los ojos de Tamara, quien privilegia una mirada teñida de cinismo, alejada de romantizaciones o gimoteos.
Todas nuestras maldiciones se cumplieron es un texto que consigue una aleación única. En esta novela se mezclan humor negro —hay una larga tradición del teatro idish, y de su humor, unido a piruetas lingüísticas— y dolor, drenado con un tono que maneja el desparpajo, para exponer un sinnúmero de heridas que la protagonista va cauterizando, a medida que las denuncia, sin proponer verdades, sino presentando descarnadamente lo que muchos no quieren ver, mucho menos detenerse a analizar.
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Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es periodista, profesor, traductor y doctorado en literatura hispanoamericana (Washington University in St. Louis).
Ha publicado las novelas Dos cuerpos, Réplicas, Nuestros desechos, No me ignores, Cardumen, Si ellos vieran, Concepciones, Sinestesia, y Dame pan y llámame perro, y los volúmenes de cuentos Frivolidades y Espectro familiar, y la novela bilingüe En la isla/On the Island.
Traducciones de sus textos han aparecido en The Stinging Fly (Irlanda), ANMLY (EE.UU.), Alba (Alemania) y en la editorial Édicije Bozicevic (Croacia).
Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.
Crédito de la imagen destacada: Silvina Frydlewsky.