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[Crítica] «Tosca»: La teatralidad pura y magnífica

El Municipal de Santiago conmemora los 100 años de la muerte del compositor italiano Giacomo Puccini, con este montaje lírico —quizás el más representativo del repertorio verista— ahora bajo las formas escénicas de un renovado realismo estético, y en una versión que además cuenta con las recordables interpretaciones del trío protagónico conformado por la soprano rusa Oksana Sekerina, el tenor polaco Tadeusz Szlenkier y el barítono estadounidense Anthony Clark Evans.

Por Enrique Morales Lastra

Publicado el 15.8.2024

Al modo de un hito para esta temporada de ópera 2024 del Teatro Municipal de Santiago, en la primera función del segundo título de la programación regular del coliseo de la calle Agustinas, el homenaje que la dirección del recinto ha decretado en honor del genio artístico de Giacomo Puccini (1858 – 1924), ha encontrado una justa reciprocidad en la evidente calidad escénica, vocal y musical de la nueva producción de Tosca, estrenada el miércoles 14 de agosto.

En efecto, el montaje observado en las tablas del principal proscenio del país, destaca, en primer lugar por su detallista y hermosa escenografía, diseño de vestuario y una régie e iluminación que realzaron la clásica versión desplegada por Francisco Krebs y Pablo Núñez, ambientada como en la puesta original, en el año 1800, mientras los ejércitos napoleónicos se hacían con el dominio de la península itálica, hasta llegar a la papal y monárquica Roma.

Así, el trabajo de Núñez se abocó, al modo de una novela stendhaliana, en convertir la espacialidad escénica en un verdadero museo pictórico y arquitectónico, que en todo momento invocó a la ciudad eterna de la época.

De esta forma, en el primer acto se representó el interior de una iglesia de estilo barroco tardío y de rasgos neoclásicos, con una planta de tipo basilical de tres naves abovedada y dividida por columnas que sostienen arcos de medio punto.

El resultado del esfuerzo escénico es hermoso y se corona con una reproducción pictórica de la crucifixión de San Andrés (Mattia Preti), al fondo del altar, otra copia escultural de la Piedad del Vaticano, de Miguel Ángel, a la derecha y La pintura de la Virgen, obra de Silverio Capparoni, con el propósito de restituir sobre el Municipal de Santiago, a la Basílica de Sant’Andrea della Valle, donde transcurre ese fragmento inicial, de acuerdo al libreto original escrito por Luigi Illica y de Giuseppe Giacosa.

De esta manera, el diseño de Núñez y la iluminación de Ricardo Castro (que atempera la visualidad diegética con las distintas gradualidades de un día y con las emociones de los personajes), se complementan con los movimientos escénicos de los cantantes instruidos por Krebs, en una conceptualización dramática de la obra lírica, y que demandó, sin duda, un gran esfuerzo interpretativo para los integrantes del elenco, quienes antes que cantantes, fueron unos notables actores, en esta oportunidad.

Y en donde sobresalen, por motivos de extensión temporal, las magníficas actuaciones de la soprano rusa Oksana Sekerina (Tosca), el tenor polaco Tadeusz Szlenkier (Mario Cavaradossi) y el barítono estadounidense Anthony Clark Evans (Barón Scarpia).

Los que además son unos intérpretes de un persuasivo nivel vocal, especialmente los dos primeros, quienes encarnan a la desgraciada pareja protagónica. Pero el mejor intérprete dramático de los tres, fue el artista norteamericano, un noble romano que se guardará en la memoria y en la sensibilidad por la riqueza de su composición tanto escénica como psicológica.

El segundo acto exhibe a un Palacio Farnesio (actual embajada de Francia en Roma, y diseñado originalmente por Antonio Sangallo el Joven y el ya citado maestro Miguel Ángel) y en el cual destaca una simulación de El triunfo de Baco y Ariadna, detalle del mural de Annibale Carracci, y que prevalece en un interior que acoge a las oficinas o habitaciones del sádico príncipe Scarpia, dispuesto a cualquier emprendimiento policial y coercitivo, con el fin de mantener la autoridad papal frente a las conspiraciones republicanas.

Luego, el tercer acto dibuja la terraza de un fortificado Castillo de Sant’Angelo, cuyo remozamiento final como fortaleza militar se debe a la ambición política de los Borgia, y en cuyo horizonte se perfila y recorta el Vaticano, con sus más distinguibles edificios, incluyendo la cúpula de la Basílica de San Pedro.

En lo fundamental, el montaje pensado por Krebs, diseñado Núñez e iluminado por Castro, obedece a una definición teatral del género operístico, que utiliza la perspectiva espacial y las dimensiones escénicas, con el objetivo de crear una realidad diegética independiente y creíble frente a la mirada de los espectadores.

Pocas veces hemos apreciado, en el Municipal de Santiago (con prescindencia de los envanecidos y digitales hologramas) una puesta en escena con tantas variantes de tramoya y de territorialidad argumental, como esta Tosca que resplandece en un equilibrado contrapeso entre calidad dramática, virtuosismo vocal y belleza musical.

 

Una minuciosa representación de la romana Iglesia Sant’Andrea della Valle presidió la escenografía del primer acto de «Tosca» en el Municipal de Santiago

 

Un diálogo escénico inolvidable

La actriz de nombre Tosca, personificada por la soprano rusa Oksana Sekerina —quien había encarnado el rol de Leonora en La fuerza del destino de 2019, en la escena de la calle Agustinas—, pese a los años transcurridos, mantiene una convincente expresividad, con un material vocal melancólico y cálido, y el cual cinceló con acabada sensibilidad los arcos melódicos, para culminar con un íntimo e intenso Vissi d’arte, cantada de forma doliente y de rodillas, durante el segundo acto.

En un rol que ya abordara el año pasado (2023) en Múnich, Alemania, Sekerina ha compensado cierta pérdida de sonoridad vocal —propia de su registro de soprano lírico spinto—, por los matices característicos de una soprano ligera a secas, con gran alcance en los agudos, tal como lo demostró en la aria que estelariza el segundo acto de la obra en cuestión.

Junto al barítono estadounidense Anthony Clark Evans, la soprano rusa exhibió los mejores pasajes actorales de la función de estreno, encontrando en éste un compañero perfecto —con evidente complicidad gestual entre ambos— a fin de desarrollar el complejo e inestable vínculo emocional y de dominación que los dos sostienen, como leit motiv argumental del libreto, y cuyo desenlace los arrojará a un destino de engaño, delirio y muerte inevitables.

Luego, el tenor polaco Tadeusz Szlenkier (1979) —quien se había presentado en Chile en el Teatro CorpArtes, junto a la Orquesta Sinfónica de Bucarest, en noviembre de 2017—, y que estudió primero filosofía en Varsovia y se encuentra en activo desde 2005, después de perfeccionarse en canto y actuación en la prestigiosa Yale.

Con un volumen que también ha decrecido con el paso de los años, su voz prioriza mayormente el canto franco de emisión uniforme, antes que las sutilezas e inflexiones. Dotado de un buen centro y agudos, de interpretación más heroica que lírica —con menos matices en los piano pero de sonoridad siempre timbrada y presente—, no dejó dudas de su eficacia en la romanza Recondita armonia, correspondiente al primer acto.

Posteriormente, en la aria E lucevan le stelle, del tercer acto, Szlenkier mostró un buen fraseo y fiato, y un agudo aceptable, le faltó, sin embargo, impregnarse del dramatismo de la romanza y así desafiar la interpretación calculada. Como actor, en tanto, su porte, buena condición física y sus movimientos, convencen a cabalidad.

Tanto Oksana Sekerina y Tadeusz Szlenkier son grandes cantantes, que pese a ello, ya no se encuentran en el cenit vocal de sus exitosas y destacadas trayectorias líricas. No obstante, y en especial la primera, nos regaló postales imborrables, como la Vissi d’arte cantada en una exigente y dificilísima postura corporal (de rodillas, según anotamos).

El barítono estadounidense Anthony Clark Evans —finalista en 2012 del concurso del Metropolitan Opera de Nueva York, que se celebra anualmente entre los jóvenes intérpretes, y receptor en 2017 de una Richard Tucker Career Grant— abordó con un singular estilo escénico el cierre del primer acto junto al Coro del Municipal de Santiago.

Clark Evans es un barítono provisto de un bello timbre y de una técnica bastante limpia y perfeccionada, aunque con alguna limitación en el registro agudo y una cierta escasez de potencia en su final. Se espera que esta temporada 2024 – 2025, cuando retorne al MET y debute en la Ópera de Berlín, abandone por fin el cartel de ser «un cantante prometedor», y se convierta sin más, en uno de los barítonos consagrados de su generación, a nivel internacional.

Sin embargo, en esta función de estreno, destacamos el excelente desempeño actoral del intérprete estadounidense. Por histrionismo, gestualidad, expresividad corporal, y presencia escénica (un atributo compartido, empero, por los tres cantantes principales que ocupan este texto), insistimos en el perdurable diálogo artístico que Clark Evans ejecutó junto a la rusa Sekerina, en un acto y espectáculo lírico que difícilmente podrá olvidar el público habitual del coliseo de la calle Agustinas.

Con una apasionante partitura, Tosca contrapone la tragedia sentimental y política, frente a instantes de pasión y de esperanza desbocadas, pero en manos de su director titular, el maestro italiano Roberto Rizzi-Brignoli, esa amalgama estética y musical, encontró exégesis y armonía en la Filarmónica de Santiago, al ofrecer pistas de extremada belleza y de sensibilidad sonora, especialmente en el transcurso de la imborrable segunda parte.

La batuta del músico nacido en Bérgamo llevó a la orquesta metropolitana —en consonancia con la apuesta de la régie, la escenografía y la iluminación— por el camino sonoro de la teatralidad, y asimismo logró un justo balance —entre los ímpetus y las páginas de íntimo lirismo de la partitura—, con la reverencia y la cortesía creativa frente al comprometido esfuerzo vocal de los cantantes.

Con sus dos elencos (tres funciones para cada conjunto interpretativo), Tosca se presentará hasta el próximo sábado 24 de agosto, en el escenario del Teatro Municipal de Santiago.

 

En sus habitaciones del Palacio Farnese, el barón Scarpia intenta comprar a cambio de la vida de Mario, los favores sexuales de la actriz Tosca

 

 

 

 

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Fue tal el realismo de la puesta en escena, que luego del fusilamiento de Mario Cavaradossi, la sala principal del Municipal de Santiago se inundó del olor a pólvora

 

 

Tráiler:

 

 

Crédito de las fotografías utilizadas: Patricio Cortes (Municipal de Santiago).

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