[Crítica] «Tres»: El resonar de los tiempos

El largometraje de ficción del realizador español Juanjo Giménez acaba de estrenarse en Europa y se encuentra protagonizado por la actriz Marta Nieto, quien encarna a una diseñadora de sonido que ha comenzado a procesar el audio más tarde que las imágenes en las secuencias de su vida cotidiana.

Por Jordi Mat Amorós i Navarro

Publicado el 10.11.2021

Dicen que dije
cosas que he olvidado.
¿Soy todos los que fui?
El ave del lenguaje
anida en las gargantas
secas de los hombres
pero tan sólo el viento
que con su mano ordena
la música del mundo
conoce entera la canción.
Alfonso Brezmes

Con gran maestría, el realizador barcelonés nos ofrece una ficción muy original —¡cómo se agradece esa originalidad!— que atrapa e invita a la reflexión. Y es que Tres retrata un caso de disfunción atípica que afecta a C (sublime la interpretación de Marta Nieto) una técnica de sonido que de pronto sufre un inquietante desfase auditivo.

Es maestría por el innovador guion que Juanjo Giménez Peña (Barcelona, 1963) firma junto a Pere Altimira, también por la excelente fotografía con un buen uso de primeros planos que resaltan la extraña vivencia de su protagonista y en general por la grandeza de su rica sencillez formal.

Así, son los acertadísimos pequeños detalles los que ensalzan el conjunto ya de por sí excelente: las manos de C sobre un bafle para sentir latir la música, su gozar en libertad al escucharla tras desprenderse de unos auriculares para ella mudos.

 

Salir del encierro

Giménez nos pone en la piel de esta mujer poco sociable cuya prioridad es el trabajo, una mujer perfeccionista que a menudo duerme en el estudio de grabación.

Por eso cuando empieza a darse cuenta de que oye con retardo, toda su seguridad (es muy buena en su oficio) se derrumba. Vivenciamos su angustia, su miedo ante una situación que la desborda. Y nos percatamos de hasta qué punto se protege de los otros intentando disimular su desasosegante realidad con necesarios silencios e incluso negando la evidencia que ya se refleja en sus trabajos.

El desfase irá a más y la situación la llevará a acercarse a su madre —es hija única y el padre falleció hace tiempo— con la que nunca se ha entendido averiguando hechos de su pasado que cambiarán —y mucho— su vida. Y paralelamente gracias al apoyo —el amor— de un amigo logrará dejar de ser víctima de la disfunción. Qué bella es la escena del juego de pistas sonoras que él prepara y ella resuelve.

C cambia, sale de su encierro, por esa investigación de la infancia y especialmente por ese amor que ella corresponde. Así, lo que antes fue una disfunción que la gente de su entorno señalaba como locura acaba siendo extraordinaria capacidad perceptiva que ella sabe controlar. “Estoy mejor que nunca”, proclama satisfecha y renovada.

 

Apuntes para la reflexión

El desfase auditivo que sufre C recuerda el de las tormentas de la naturaleza en las que primero observamos la luz del rayo y posteriormente percibimos el sonido del trueno asociado. Una similitud que evoca el poder de la disfunción, una naturaleza tormentosa poderosa y a la vez necesaria encaminada a la renovación del “ambiente” personal.

Un desfase que C en principio vivencia con angustia, un desfase que la convierte en diferente —más aún de lo que era por su carácter— y como consecuencia ella es evitada por la mayoría de su entorno.

C es la “loca” (cuántas singularidades han sido y son etiquetadas despectivamente) a la que se sonríe con falsa amabilidad y a la que se desprecia en la intimidad. Una reacción lamentablemente común en nuestra sociedad del miedo a la diferencia, especialmente a la diferencia psíquica.

El número tres del título alude al trabalenguas que C aprendió siendo niña y evoca al tiempo tan protagonista en la obra audiovisual: el pasado que ella escucha en presente y ese tiempo histórico relegado —el secreto de su infancia— que la disfunción le invita a descubrir, el presente en el que vive cada vez más atenta y en esa mayor atención se va reconstruyendo, y el futuro que crea gracias al descubrimiento del pasado y especialmente por el poder que emana de la integración de su capacidad perceptiva.

En este sentido Tres nos invita a reflexionar acerca de la ductilidad del espacio tiempo que en nuestra rigidez mental solemos experimentar como inalterable. Y en consecuencia abrirse a la posibilidad de que ciertas personas —más allá de tantos personajes de medio pelo— puedan experimentar en propia piel esa ductilidad gracias a capacidades perceptivas excepcionales.

Por todo ello, recomiendo ver esta sorprendente joya cinematográfica que ha sido galardonada con el Méliès D’Argent en la última edición del Festival de Sitges.

 

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Jordi Mat Amorós i Navarro es pedagogo terapeuta por la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

 

 

Tráiler:

 

 

Jordi Mat Amorós i Navarro

 

 

Imagen destacada:  Tres (2021), de Juanjo Giménez.