Toda la más sublime oscuridad del trabajo autoral de este artista visual estadounidense ya se encontraba aquí, contenida en los seis minutos que dura este magnífico cortometraje animado en blanco y negro, con el cual debutó como director cinematográfico hace cuatro décadas.
Por José Miguel Martínez
Publicado el 25.8.2023
Mi escena favorita de Vincent (Tim Burton, 1982) es un momento breve, que no dura más de diez segundos: en ella Vincent Malloy —el protagonista, un niño de siete años que desborda oscuridad, y que se imagina pasando por la vida como su ídolo Vincent Price, el mítico actor de terror clásico— atraviesa cabizbajo el vano iluminado de una puerta hacia la penumbra.
Su sombra dilatada ante él, proyectada por una luz lechosa, blanquecina, como una representación de su propia alma mortificada, mientras se escucha la voz de Vincent Price, el actor, quien nos narra, declamando por encima de unos órganos siniestros, cómo Vincent Malloy vaga por los oscuros pasillos, solo y atormentado.
Y me gusta porque siento que representa muchas cosas: es Vincent, sí, cargando con su macabra doble personalidad, cercana a la locura, pero también es el mismo Tim Burton, retorciéndose por los pasillos genuinamente artísticos de su melancólica juventud y, al mismo tiempo, por los pasillos plásticos y corruptos de su carrera tardía en Hollywood.
Imagino que para él debe ser una experiencia dolorosa volver a ver Vincent, pero créanme, también debe serlo para sus fanáticos.
Quiero decir: es inevitable ver Vincent y no pensar en lo que ha devenido la obra de Burton en el siglo XXI: películas blandas, extraviadas, de presupuestos millonarios, que más parecen auto parodias de su estilo primigenio, y que carecen del alma, las emociones y las temáticas que ya se manifestaban en ese cortometraje inaugural.
Volviendo a lo «darks»
El protagonista chascón, incomprendido y demacrado, el conflicto paterno y filial, la fascinación por el mundo de las sombras, siempre a medio camino entre la fantasía y la realidad, la minuciosa animación stop motion y el tono gótico que le da unidad a todo (hasta las letras del título poseen esa estética); toda la más sublime oscuridad de su trabajo autoral ya estaba ahí, contenida en los seis minutos que dura este magnífico cortometraje animado en blanco y negro con que debutó como director hace cuatro décadas.
También sus influencias: no solo la más obvia —su homenaje a Vincent Price y al cine de terror más clásico—, sino también la presencia de Edgar Allan Poe en tres puntos claves: al comienzo, con la aparición del gato negro que se asoma por detrás de un árbol muerto, de ramas esqueléticas; en la mitad, cuando se menciona directamente como el autor favorito del atormentado Vincent; y al final, cuando el protagonista, agonizante, totalmente consumado por su locura interna, cita el verso que cierra El cuervo de Poe.
La naturaleza lúgubre del expresionismo gótico es fuerte en el joven Vincent, esto es, en el joven Burton; podríamos decir que este cortometraje es al cineasta estadounidense, tal vez, lo que El cuervo es a Poe: un poema de seis minutos que, paradigmático por las alturas que alcanza, representa a cabalidad la síntesis del estilo personal de su autor.
De modo que Vincent funciona no sólo como un punto de partida, sino, además, como un recordatorio para Burton, pero también para nosotros, de lo que él fue capaz, y tal vez —porque es una duda razonable—, de lo que todavía sea capaz de hacer en el cine.
Parafraseando, con una vuelta de tuerca, los primeros versos de Vincent:
Tim Burton ahora tiene sesenta y cinco
En su época darks, fue un director con mucho ahínco
Y si bien con los años, se ha vuelto descarriado y pelolais
No olvidemos las películas que hizo, cuando idolatraba a Vincent Price.
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José Miguel Martínez (Santiago, 1986) es arquitecto. Ha publicado los libros El diablo en Punitaqui (Tajamar Editores, 2013), Hombres al sur (Tajamar Editores, 2015), Tríptico de granola (Tres Puntos Ediciones, 2020) y Ceres (Minotauro, 2021).
Ha traducido, además, a James Baldwin, S. Craig Zahler y Jack London. Es creador del podcast Cátedras Paralelas, donde conversa con diversos invitados sobre libros y lectura. Vive en Frutillar, Chile.
Tráiler:
Imagen destacada: Vincent (1982).