Esta temporada se cumplen diez años de la muerte de Paco de Lucía y el internacional evento andaluz no quiso desaprovechar la ocasión para rendirle un homenaje a una figura que es considerada un faro para todos los que aman a esta disciplina del folclore hispano.
Por Eduardo Suárez Fernández-Miranda
Publicado el 4.11.2024
El pasado 11 de septiembre se leyó el pregón inaugural de la XXIII Bienal de Flamenco de Sevilla, en un espacio muy apreciado por los andaluces, el parque de María Luisa. Frente al Museo de Artes y Costumbres Populares, Sara Baras, la gran artista del baile flamenco, rindió un sentido homenaje al guitarrista universal: Paco de Lucía (1947 – 2014).
Se cumplen diez años de su muerte y la Bienal de Sevilla no quiso desaprovechar la ocasión para rendirle homenaje.
Paco de Lucía no fue solo un genio de la guitarra, sino —como recuerda la bailaora gaditana—: «un faro para todos los que amamos el flamenco, un arte que es vida y alma, un arte grande e inmenso que merece el mayor de los respetos».
Con estas elogiosas palabras finalizaba el pregón de la Bienal que dio paso a las tres semanas de puro espectáculo flamenco.
Oficialmente, la XXIII Bienal de Flamenco de Sevilla se inauguró el jueves 12 de septiembre en el Teatro de la Maestranza, con un espectáculo homenaje a Paco de Lucía.
Caudal se titula y es: «un espectáculo de celebración y gozo. El encuentro de un puñao de artistas célebres que se salen un ratito de la verea para brindar por el maestro, el compañero y el hombre que era y es, Paco de Lucía».
Un arte místico y efímero
Tomatito, Miguel Poveda, Israel Fernández, Aurora Vargas, Farruquito, Diego del Morao, José del Tomate, David de Arahal, Antonio Sánchez, Paquete y Piraña, mostraron todo su arte a los espectadores que llenaron el teatro sevillano.
Un público entregado disfrutó del cante de Miguel Poveda, que regresaba al flamenco catorce años después, y la fuerza de Aurora Vargas no defraudó a nadie porque: «cuando sale la Aurora, arrullan negras palomas por el huracán de un olvido que no llega. Por soleá. Por bulería. Por esa llaguita abierta en la que los semitonos se hacen trizas de una magia única y doliente».
Tomatito como siempre: «discreto y honesto. Haciendo, a su modo de artista tranquilo, la revolución silenciosa de una guitarra —la guitarra de Tomatito— pletórica de mundos y acentos diversos, de complejidades y transparencias, de reflexiones y de súbitos borbotones de pellizco. Pasión, fulgor y calma».
Y tantos otros que consiguieron convertir el éxtasis en el escenario: «a través del arte es insuperable, místico y efímero. Hay un algo intangible en el flamenco que no se puede enseñar ni aprender, un algo que surge en las juergas y que después se persigue en el escenario».
Sevilla se vuelve a transfigurar en el centro del flamenco y ofrece sus lugares más emblemáticos para hacerse eco de los sonidos de la guitarra, el taconeo, las palmas y las voces flamencas.
El Real Alcázar de Sevilla, la iglesia de San Luis de los Franceses, el Espacio Turina, el Teatro de la Maestranza, el Monasterio de la Cartuja, o el Muelle Camaronero, ofrecen al espectador que se acerque a la capital anadaluza un marco incomparable para las noches flamencas.
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Eduardo Suárez Fernández-Miranda nació en Gijón (España). Licenciado en derecho por la Universidad de Sevilla, está realizando sus estudios de doctorado dentro del Departamento de Literatura Española e Hispanoamericana de la misma casa de estudios superiores.
Colabora como crítico literario en las revistas españolas El Ciervo, Serra d’Or, Llegir.cat, Gràffica y Quimera, donde lleva a cabo una serie de entrevistas a escritores, editores y traductores, nacionales y extranjeros.
Asimismo, escribe para las publicaciones americanas Cine y Literatura (Chile), La Tempestad (México), Continuidad de los Libros (Argentina) y Latin American Literature Today (University of Oklahoma). También, colabora de forma ocasional en los diarios asturianos El Comercio y La Nueva España.
Crédito de la imagen destacada: Laura León.