Los monasterios que se están destruyendo y vandalizando en la sojuzgada República Armenia de Artsaj, pertenecen a las huellas del inicio del cristianismo en el mundo, y son reliquias de la humanidad con todo el espesor de la espiritualidad oriental.
Por Ana Arzoumanian
Publicado el 28.9.2023
Más de 90 mil personas han sido desplazadas de manera forzosa del enclave de Nagorno Karabagh. El presidente de la República anunció la desintegración y desmantelamiento de todas las instituciones gubernamentales haciendo del Estado autónomo de Nagorno Karabagh una entidad desaparecida.
Azerbaiyán integrará a su territorio la superficie de ese pequeño país que ya no existe. A partir de enero del año 2024 quedará de manera formal unida a la superficie azerí.
La población deja sus hogares, escuelas, teatros, iglesias. Se lleva su lengua y su desesperación hacia Armenia. ¿Acaso ha terminado el conflicto, ese que durante muchos años era descripto como el enfrentamiento congelado del Cáucaso Sur?
Pues bien, a partir de ahora, se inicia una pugna legal y otra religiosa.
Como bien decía Peter Sloterdijk, el mapa de un país no es el país. Se debe leer el problema de una nación en términos de una región, a la luz de los efectos de la mundialización o de la globalización. En esa línea tenemos que analizar la guerra entre Rusia y Ucrania como una gran generadora de consecuencias.
Por un lado, la necesidad europea del gas que ahora tiene a Azerbaiyán como proveedor. Por otro lado, Occidente, en su interés de hacer presión a Rusia, no quiere comprometer al continente europeo y busca los márgenes. Armenia no sólo es un país en el Cáucaso Sur que ha sido el aliado histórico de Rusia sino que también y, además, por ello mismo, tiene una central nuclear rusa (Metsamor) en su territorio, única en la región.
El modo de poner un pie en Armenia implica tensionar a Rusia y debilitarla frente a una Turquía socia de Occidente.
Las huellas del inicio del cristianismo en el mundo
En relación a la pugna en marcha, el combate legal continuará. Una lucha en Armenia por deslindar responsabilidades de culpabilidades. Las denuncias a la Corte Penal Internacional desde el foco armenio estarán centradas en la acusación de genocidio por parte de Azerbaiyán. A su vez, Azerbaiyán presentará los cargos de ocupación ilegal del territorio. En esa disputa se dirimen cargos penales con consecuencias económicas.
Si la culpabilidad recae en la acción sistemática de borramiento de un pueblo de su tierra por razones étnicas con el cargo de genocidio, en Armenia se tendrá que dirimir la responsabilidad de los últimos gobiernos en desatender o atender de modo inadecuado la cuestión de Nagorno Karabagh.
Ahora bien, a la disputa legal se suma una contienda religiosa. Irán, el único país amigo de Armenia es musulmán chiita; y Turquía, que está apoyada por Israel, es sunita. De modo que estas facciones se verían confrontadas como también lo están en todo Medio Oriente.
Por otro lado, los monasterios que se están destruyendo y vandalizando pertenecen a las huellas del inicio del cristianismo en el mundo. Son reliquias de la humanidad cristiana con todo el espesor del cristianismo oriental.
¿Qué es anterior, la narración o el hecho? ¿La Historia o las historias? El modo que los armenios (pero también los azeríes) se vuelvan a contar su soberanía sobre esas tierras determinará el curso de una geografía en zozobras. La primera palabra en la literatura occidental es «cólera».
Los manuscritos religiosos armenios fueron preservados en monasterios que sirvieron como fortalezas frente a las invasiones. El desastre humanitario de la región debe encontrar voces que lo resguarden del saqueo del olvido y la desidia. Dependerá dónde guardemos estas palabras.
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Ana Arzoumanian nació en Buenos Aires, Argentina, en 1962.
De formación abogada, ha publicado los siguientes libros de poesía: Labios, Debajo de la piedra, El ahogadero, Cuando todo acabe todo acabará y Káukasos, la novela La mujer de ellos, los relatos de La granada, Mía, Juana I, y el ensayo El depósito humano: una geografía de la desaparición.
Tradujo desde el francés el libro Sade y la escritura de la orgía, de Lucienne Frappier-Mazur, y desde el inglés, Lo largo y lo corto del verso en el Holocausto, de Susan Gubar. Fue becada por la Escuela Internacional para el estudio del Holocausto Yad Vashem con el propósito de realizar el seminario Memoria de la Shoá y los dilemas de su transmisión, en Jerusalén, el año 2008.
Rodó en Armenia y en Argentina el documental A, bajo el subsidio del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales de la República trasandina, un largometraje en torno al genocidio armenio y a los desaparecidos en la dictadura militar vivida al otro lado de la Cordillera (1976 – 1983), y que contó con la dirección del realizador Ignacio Dimattia (2010).
Es integrante, además, de la International Association of Genocide Scholars. El año 2012, en tanto, lanzó en Chile su novela Mar negro, por el sello Ceibo Ediciones.
El artículo que aquí presentamos fue redactado especialmente por su autora para ser publicado por el Diario Cine y Literatura.
Imagen destacada: Nagorno Karabaj (Anastasia Taylor).