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[Ensayo] «El Gordo Willy»: El arte de una pasión en fuga

El texto del escritor chileno Juan Pablo Del Río Urrutia es un canto en siete partes, y una sinfonía poética a través de la cual recrea al mítico personaje santiaguino invocado, a fin de afirmar, en certeros y hermosos versos, la pervivencia del símbolo.

Por Edmundo Moure Rojas

Publicado el 16.11.2022

«Dicen que fue hijo de un viejo soldado irlandés-australiano-americano, alcohólico y romántico, que peleó en Vietnam».
Juan Pablo del Río

Conocí al Gordo Willy en las calles de Providencia. Llamaba la atención su imponente humanidad, cubierta por una blanca túnica hindú, calzado con sencillas abarcas que apenas contenían sus enormes pies. Trepaba con dificultad a las micros amarillas, donde era casi siempre bienvenido por los conductores, que no le cobraban el pasaje… Y eran dos boletos, porque ocupaba dos asientos, uno para cada glúteo monumental.

Era un personaje de la ciudad, un auténtico mito urbano que paseaba su corpachón, siempre ensimismado, como si los transeúntes y los vehículos fueran apenas trazos en el paisaje abigarrado y bullicioso de Santiago del Nuevo Extremo.

De familia acomodada, de prosapia algo mítica, como ciertos individuos compatriotas que suelen buscar señales nobiliarias y aun escudos de dudosa hidalguía. No era el caso del Gordo Willy, que valía por sí mismo, en esa diferenciación singular que mueve al asombro en nuestro medio, a la curiosidad burlona o a la befa, porque al chileno le gusta la uniformidad, lo grisáceo y parece disfrutar cada camuflaje como una zona de niebla permanente.

A veces se acercaba al hervor juvenil de los colegios e intercambiaba palabras con los muchachos. En ocasiones, fue agredido por su traza inhabitual, pero su presencia bajo la ira parecía acrecentar su imponente figura, y los ataques nunca pasaron a mayores. Santón y profeta parecía, rodeado de un aura brillante como el sol del verano, aunque no se conocieron profecías suyas ni cantos ni ofrendas ni mantras.

Juan Pablo del Río Urrutia, escritor y poeta, nacido en 1960, asiduo a las tertulias de los lunes en la Casa del Escritor, publicó hace un año la entrañable elegía que ahora comentamos: El Gordo Willy (Editorial GS Libros, 2021) un canto en siete partes, sinfonía poética a través de la cual recrea al personaje, para afirmar, en certeros y hermosos versos, la pervivencia del mito.

El poeta camina con Willy por los derroteros de la ciudad, le invita a esta recreación lírica, como en una compartida sinfonía que interpretaran dos caminantes, transeúntes de una ciudad que nunca es la misma, porque nos perdemos en la multiplicidad de sus espejos rotos. (Es posible que el Gordo Willy persiguiese su propia imagen, viéndola siempre quebrada, incompleta y falaz como todo lo que no puede aprehenderse en una visión plena).

 

40 páginas de verdad poética

La historia que desgranan estos emotivos versos no está contada en sucesión cronológica, sus datos de locaciones y sucesos son poéticamente imaginarios, pero nunca ilusorios, pues —ya lo sabemos— la auténtica poesía devela esas verdades que escabullen a la retórica y a los documentos sellados sobre papeles notariales.

Como si se tratase de un deambular peripatético, el poeta establece un diálogo permanente con el Gordo Willy, lo invita a reflexionar, le hace ver cómo esos individuos que se agrupan bajo la palabra «pueblo», le cedían el asiento en microbuses atestados, le ayudaban a descender, gritándole al conductor que esperara, que todavía no, que un accidente resultaría fatal para esa envergadura rosada y rubia de 200 kilogramos.

No obstante, el Gordo buscaba a sus pares de clase, recibiendo de ellos desprecio y ninguneo, pues no le perdonaba la transgresión de esos estrechos cánones burgueses que no conciben la libertad como un móvil cotidiano, ajeno a las reglas y a la servidumbre del trabajo asalariado.

Debido a estas inclinaciones —dice el poeta— no fue posible la erección de una animita popular, como debió haber sido el destino epónimo y memorioso del Gordo Willy:

Fue tu perdición buscar el beneplácito de la clase dominante. Así murió la idea de ser el santón de los trabajadores.

Este breve poemario es un acierto creativo de Juan Pablo del Río. Consigue plasmar la figura mítica del personaje, desligándola de toda innecesaria filiación, salvo la que trasciende a través de la poesía, para convertir al Gordo en una suerte de camarada al que puede invitarse, en una noche de bohemia, a beber un metro cuadrado de pílseners, convite que bien pudiera ser compartido con la poeta Yolanda Lagos o, ¿por qué no?, con Stella Díaz o Jorge Teillier, bajo cuyas miradas los seres adquirían otras valoraciones. Porque:

No somos jóvenes aunque pretendamos serlo. Y como en una mañana donde la niebla se disipa, nos sorprende nuestra semejanza común. Nuestra decrepitud común.

El mismo sol, el mismo aire, la misma mierda pero con distintas moscas. Vida en fuga.

Cierto. Pero el poeta atrapa la vida del Gordo Willy en estas 40 páginas de verdad poética, para aventar la muerte y el olvido.

 

 

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Edmundo Moure Rojas, escritor, poeta y cronista, asumió como presidente titular de la Sociedad de Escritores de Chile (Sech) en 1989, luego del mandato democrático de Poli Délano, y además fue el gestor y fundador del Centro de Estudios Gallegos en el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile, casa de estudios superiores en la cual ejerció durante once años la cátedra de Lingua e Cultura Galegas.

Ha publicado veinticuatro libros, dieciocho en Sudamérica y seis de ellos en Europa. En 1997 obtuvo en España un primer premio por su ensayo Chiloé y Galicia, confines mágicos. Su último título puesto en circulación es el volumen de crónicas Memorias transeúntes.

En la actualidad ejerce como director titular y responsable del Diario Cine y Literatura.

 

«El gordo Willy», de Juan Pablo del Río (Editorial GS Libros, 2021)

 

 

 

Edmundo Moure Rojas

 

 

Imagen destacada: Juan Pablo del Río y su hijo Juanpi.

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