[Crónica] ProChile: A puñetazo limpio

Uno diría que el hecho de que esos empleados públicos se dediquen durante el día a la buena conducta, a mostrarle al mundo lo buenos chicos y buenas chicas que somos en nuestro país, y en la noche a pelear un poco a combos habla bien del país, lo devuelve a la realidad, lo presenta de modo dialéctico.

Por Juan Guillermo Tejeda Marshall

Publicado el 29.7.2023

Unos empleados de ProChile se han agarrado a combos en las calles de Santiago; circula por las redes un video muy pintoresco en que se les ve, ya maduros, con calvas, anteojos, abrigos y corbatas rodar confusamente hasta una fuente donde siguen chapoteando y peleando.

Las peleas a combos eran en el Liceo Alemán un festín, se desarrollaban en la calle Nicanor de la Sotta, que quedaba cruzando Moneda hacia la Alameda, más allá de un edificio donde se leía Asociación Cristiana Femenina y era una callejuela con recovecos donde había, a la vez, espacio y privacidad para el espectáculo.

Recuerdo peleas épicas, como la de Tupper contra Íñiguez, por ejemplo. Eran enfrentamientos programados, de hombre a hombre, no como otros en los que una pandilla de abusadores caía sobre algún infortunado para someterlo a los rituales del bullying, lo que ocurría mucho en mi colegio y en esos años, los 50… y cómo pasa el tiempo.

Pegarse un poco en buena lid y entre iguales tiene su encanto, aun cuando hoy el mundo está en contra de la violencia. Hace poco vimos mucha violencia durante el estallido y el resultado fue gente sin ojos, amplias zonas vandalizadas y un post estallido con harta delincuencia e inseguridad en las calles.

Aparte que Chile apoya decididamente a Ucrania en lo que no sabemos si es una heroica resistencia contra los rusos o un avance anglosajón hacia Moscú, y ahora van metiendo allí bombas de racimo que son muy destructivas, aparte que la venta de armas fortalece las cifras económicas.

El boxeo y la lucha libre son algo así como deportes, aunque no estoy tan seguro, en todo caso sí son espectáculos de gran audiencia, yo me dedicaba un tiempo a ver por la tele la lucha libre, que era como de payasadas. Pero igual iban y venían unos golpes, como aquello de combo que se perdía lo recibía el guatón Loyola, aunque en esto de Loyola asoma ya el chilean bullying.

Así, el poeta Anguita veía por la tele unos combates de boxeo, cosa que le parecía muy mal a Mauricio Amster, su compañero de trabajo en la Editorial Universitaria.

 

El guardia Moreira

El insumergible senador Iván Moreira le ofreció, hace ya unos buenos años, combos al entonces diputado Schaulsohn, y éste se limitó a mirarlo con desprecio; quizá no tenía otra porque Moreira había trabajado como portero o guardia de una disco; así inició su carrera política, y los combos se le dan bien.

De niño leía yo con los amigos las historietas de cowboys por ejemplo Hopalong Cassidy o El llanero solitario, en tanto que con mis primas, yo leía La pequeña Lulú que era una historieta un poco para niñas, pero ahí estaba yo disfrutando de las aventuras de los amigos de Tobi, y ellos preferían no enfrentar a combos a los chicos del Oeste, a los que consideraban rudos.

Los chilenos hemos tenido boxeadores buenos o semi buenos, como Arturo Godoy, al que mi papá trajo una vez a la casa, y apenas entraba por la puerta.

Uno diría que el hecho de que esos empleados de ProChile se dediquen durante el día a la buena conducta, a mostrarle al mundo lo buenos chicos y buenas chicas que somos en nuestro país, y en la noche a pelear un poco a combos habla bien del país, lo devuelve a la realidad, lo presenta de modo dialéctico.

Nunca me he creído las campañas promocionales donde pintan publicitariamente y marqueteramente sólo las bellezas bobas de un país o una ciudad, eso que se llama en nuestro caso la marca Chile, como tampoco me creo las campañas mediáticas de descrédito y satanización de barrios como las que sufrimos ahora los vecinos del Parque Forestal o del Centro por parte de los canales de televisión y de los periódicos.

En cada lugar hay un poco de todo, no hay para qué pasarse tanto en limpio. El misterio del mundo reside quizá en que los humanos tendemos a lo bipolar, recurrimos tanto a lo constructivo como a lo destructivo, nos alimentamos de la cooperación y también de la guerra, amamos y odiamos a partes iguales, por mucho que tratemos de abuenar y positivizar las cosas.

Nuestros batalladores empleados de ProChile son humanos, y tienen derecho —yo creo, tras portarse bien ocho horas en la oficina— bajo el ojo implacable de la Contraloría y de sus jefes y jefas, a salir un poco a ventearse, y si las cosas se dan de según qué manera, arrearse unos combos en formato deportivo, como lo hacían Hopalong Cassidy o mis compañeros del Liceo Alemán en calle Nicanor de la Sotta.

 

 

 

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Juan Guillermo Tejeda Marshall es artista visual, nació en Santiago en 1947.

 

Juan Guillermo Tejada

 

 

Imagen destacada: Pelea entre funcionarios de ProChile en el pasaje Matías Cousiño.