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[Crónica] «Reflejos sobre una luna quebrada»: Tanto soñar con todos los crepúsculos

El nuevo poemario de la autora nacional Natasha Valdés será presentado este domingo 26 de enero —en el contexto de la 43° Feria del Libro de Viña del Mar que se desarrolla por estos días en la Ciudad Jardín—, y en un evento introductorio a cargo del también destacado autor chileno Thomas Harris.

Por Edmundo Moure Rojas

Publicado el 24.1.2025

«Prefiero que me recuerden como una mujer que amaba a los animales y no como una escritora del montón».
Natasha Valdés

Natasha Valdés Brantes, destacada poeta nuestra, ha publicado los libros Zoología amorosa (Ediciones del Gato, 2023), Memoria del Alzheimer (After Poetry, 2022), la novela La historia que nunca quise contar (Puerto de Escape, 2021), y Rescate del olvido (Vicaría de la Solidaridad, 1985).

También ha participado en las siguientes antologías: Poetas siglo XXI (2014), Poetas sudamericanos (La Paz, Bolivia, 1989), Infinita (New York, 1989), Chilenas (Berlín, 1984), y Uno por uno (Editorial Nascimento, 1979).

Valdés posee un humor a ratos filoso y punzante, un lenguaje vivo en permanente conmoción, propio de quien ha vivido y vive la existencia sin concesiones a sí misma y a los otros, apasionada en el amor a las palabras y en la entrega a todos los desafíos, sean estos de dulce o de agraz.

Profesora de castellano, alumna destacada y regalona del maestro Roque Esteban Scarpa, junto a Teresa Calderón, tiene a su sólido haber varios premios literarios, entre los cuales destacan los de la Pontificia Universidad Católica de Chile, en 1978, 1979 y 1980, y el Segundo Premio Poesía Concurso Pablo Neruda y Gabriela Mistral, en 1985. También obtuvo una mención honrosa de la Universidad de Calgary (Canada) en 2023.

Hoy nos entrega, a través de Editorial Etnika, su notable poemario Reflejos sobre una luna quebrada, donde resalta aún más la madurez de sus versos, por eso hemos escrito y lo reiteramos ahora no exentos de emoción:

¿A qué se vuelve cuando se regresa?, pareciera preguntarse la autora ante la luna quebrada de su memoria. Astro de sueños pretéritos, asociado a la melancolía lorquiana, espejo roto sobre la patria de los afectos difuminados tras el sueño de Alicia atravesando su propia imagen acristalada.

La palabra pervive, se hace fulgor y desgarramiento en el espíritu errante de Natasha poeta, pues no todo está perdido en el desarraigo: el lenguaje de la tribu ha quedado indemne en el pozo de los recuerdos, para recuperar esos intraducibles ecos de voces y labios que amaron y fueron amados, bajo la campana saudosa de tantos andenes.

«Vuelve a casa, la lámpara está encendida, vuelve a casa…». Mas el país añorado no es el mismo, ni lo son sus gentes, ni rostros ni ademanes ni el aire de otrora soplando sobre los álamos de las anchas vías invocadas para la libertad y la victoria ciudadana.

El agua memoriosa continúa su fluir, con la potencia de la palabra creadora, hiriendo y reconfortando desde lo entrañable, porque el lenguaje ha vuelto a madurar bajo los sucesivos veranos del calendario, desplegándose en nuevos versos, donde el humor sutil —sabia sonrisa en el espejo del pretérito— y el porfiado amor en nuevas conjugaciones, vuelven a exorcizar toda desventura.

Así, los fragmentos de esta única luna se van uniendo, sílaba a sílaba, en el incesante rumor de los versos, mientras la blanca esfera refulge sobre la inmensa carilla en blanco del Mar del Sur.

 

Cristales rotos vueltos diamantes

Natasha Valdés derrocha fuerza lírica y madura potencia reflexiva en su voz, haciendo de la memoria un venero inagotable para superar las frustraciones y desalientos del olvido, amparándose de las saetas del desamor, de la envidia y de la inquina, junto a esas buenas almas, caninas y felinas, que la poeta acoge en su ancha morada.

Y están también las almas vivas de los amados poetas que se fueron cuando ella habitaba lejos, en los populosos fríos de Norteamérica. La poeta los revive en una suerte de elegías que cierran este libro entrañable, como cristales rotos vueltos diamantes en virtud de los prodigios de la palabra.

He aquí uno de ellos, para cerrar esta encendida crónica:

 

Canción para Rolando

«Yo sólo sé que vengo un poco triste
y un poquito cansado
de tanto soñar con todos los
crepúsculos que hoy toco con mis manos».
Rolando Cárdenas

Yo sólo sé que no te has ido
Con tu tristeza callada y tu olor
a sur del sur
Viniendo de un tiempo antiguamente
nuevo
Con tu voz suave y tu figura
de niño a lo lejos
Vestido de fantasma o arlequín
Entre las calles vagas perdido porque
no eres más que un trauco
aterrizado en la violenta urbe
eres espectro de ti mismo
buscando el mar y sus rumores.
No permitiremos que te calles
Apareces en los refugios y en los aguados
ojos
De poetas vetustos sencillos cansados
como tú
buscando Ítaca.

 

También hay verdades tras las aparentes mentiras de los espejos.

¿No es cierto, Natasha?

 

 

 

 

***

Edmundo Moure Rojas (1941), escritor, poeta y cronista, asumió como presidente titular de la Sociedad de Escritores de Chile (Sech) en 1989, luego del mandato democrático de Poli Délano, y además fue el gestor y fundador del Centro de Estudios Gallegos en el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile, casa de estudios superiores en la cual ejerció durante once años la cátedra de Lingua e Cultura Galegas.

Ha publicado veinticuatro libros, dieciocho en Sudamérica y seis de ellos en Europa. En 1997 obtuvo en España un primer premio por su ensayo Chiloé y Galicia, confines mágicos. Su último título puesto en circulación es el volumen de crónicas Memorias transeúntes.

En la actualidad ejerce como el director titular y responsable de Unión del Sur Editores.

 

«Reflejos sobre una Luna quebrada», de Natasha Valdés Brantes (Editorial Etnika, 2024)

 

 

 

Edmundo Moure Rojas

 

 

Imagen destacada: Natasha Valdés Brantes.

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